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ANDRÉGIDE
REGRESO DE LA U.R.S.S. seguido de
RETOQUES A MI REGRESO DE LA U.R.S.S.
Traducido del francés por CARMEN CLAUDÍN
,. Muchnik Editores
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A LA MEMORIA DE EUGENE DABIT DEDICO ESTAS PÁGINAS, REFLEJO DE LO QUE HE VIVIDO Y PENSADO A SU LADO, CON ÉL.
Titulo original: RETOUR DE L'U.R.S.S., suivi de RETOUCHES MON RETOUR DE L'U.R.S.S.
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© 1936, 1937, Gallimard, París © 1982 para España y América Muchnik Editores, S.A., Córcega 270, Barcelona-8 Depósito legal: B. 37.995-1982 ISBN: 84-85501-43-8 Impreso en España Printed in Spain EMEGE Industrias Gráficas. C/ Londres, 98 - Barcelona-36
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REGRESO DE LA U.R.S.S. seguido de
RETOQUES A MI REGRESO DE LA U.R.S.S.
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Cuando el poder político, religioso o cultural se erige en único depositario de la verdad absoluta, se transforma rápidamente en verdugo y designa hereje al hombre rebelde, que se vuelve victima. «ARCHIVOS DE LA HEREJIAH es una colección de ensayos, documentos, testimonios y recreaciones literarias acerca de las persecuciones ideolÓgicas de todos los tiempos. Siguiendo el sangriento hilo conductor de la represión, los «ARCHIVOS DE LA HEREJIAH reconstruyen la imborrable historia de la libertad de pensamiento.
Ricardo Muñoz Suay
ÍNDICE
Prólogo editoria4 11
REGRESO DE LA U.R.S.S.
Nota preliminar, 21 1.,25 II., 33 III., 41 IV., 53 V., 59
VI., 67
APÉNDICE
I. La lucha antirreligiosa, 71 11. Ostrovski, 7 4 III. Un koljós, 76 IV. Bolshevo, 78 V .. Los besprizornie, 80
Prólogo editorial
RETOQUES A MI REGRESO DE LA U.R.S.S.
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i L,85 IL, 89 III., 96 IV., 102 V., 108 VL, 115 VIL, 120 VIII., 122 IX., 128
APÉNDICE
Compañeros l, 13 5 Compañeros ll, 138 Apuntes de viaje, 145
Por vez primera en España se publican, traducidos, los dos célebres libros de André Gide sobre la Unión Soviética: Retour de !'U.R.S.S. (París, 1936. Ed. Gallimard) y RetoucheJ d mon "Retour de !'U.R.S.S." (París, 1937. Ed. Gallimard), aunque nuestra versión se basa en la edición de 1978. ' La pregunta que de inmediato se nos puede dirigir es la siguiente: ¿hasta qué punto y ahora, en 1982, unos textos ya antiguoJ como estos pueden todavía interesar a un público lector que sobre la Unión Soviética está mejor informado que nunca? André Gide escribió, en efecto, sus dos libros a los veinte aí)os de la toma del poder por los bolcheviques y en estos días en que redactamos este prefacio va a cumplirse el 6 5° aniversario de la Revolución. Sin embargo, hemos decidido incorporar en nuestra colección la obra de Gide por dos razones indiscutibles: su inserción en . nuestros ARCHIVOS DE LA HEREJÍA enriquece el conocimiento de esa larga historia del rebelde hereje que testimonia con independencia crítica y en ocasiones con riesgo, un acaecer histórico de la envergadura del reflejado en las páginas de Gide. Y por otra, constituye el primer testimonio crí rico, sereno, de un esHitor libre que en aquellos años que preludiaban la segunda guerra mundial y en los que en 'España ya se dilucidaba trágica-
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mente el duelo fascismo-antifascismo que iba a comprometer a tantos intelectuales, deja constancia, no sin amargura. de una verdad r¡u<' entonces pocos ithn pno que hoy ya son pocos los que ponen en duda. 1 André Gíde en los primeros años de la década de los treinta, se aproxima al comunismo. Son años en los que dedica tiempo al estudio de Marx y al de otros muchos textos marxistas. Y es tal su lealtad al creciente movimiento, que va abandonando poco a poco su "torre de marfil", mantenida durante años como refugio y defensa de su independencia moral y ética, y llega a escribir en su reflexivo, íntimo y patético diario 2 estas líneas, anteriores a su viaje a la Unión Soviética: "He sido siempre comunista de corazón y también de espíritu, incluso manteniéndome cristiano". En esos años, André Gide se forja una personalidad entre los intelectuales antifascistas, combativos como en
l. Como antecedente del escritor comprometido con la Unión Soviética y que tras su visita a "la patria del proletariado internacional" rompe con el movimiento comunista, sólo podemos destacar el libro que Joseph Roth publicó en 1926 con el título de Reile in RuJJland (''Viaje a Rusia", 1976 Verlag Allert de Lange. Amsterdam. Und Verlag Kiepenheur and Witsch Koln) y que tenemos programado para nuestra colección. Sin embargo, siendo notable el libro de Roth, su diferenciación con el de Gide es évidente. Gide, como veremos, reflexiona desde una actitud moralista e individualista, mientras que Roth testimonia (todavía cercano a los "orígenes" de la Revolución ya que su viaje lo realiza a los nueve años de la implantación bolchevique) desde una posición de antiguo militante (pues no en balde en aquellos años firmaba sus escritos con el pseudónimo de "Roth el rojo"), indignado después por lo que ha visto. 2. Jottrnal,188J-1JJJ (BibliothiquedelaPléiade París I 9 39). ' ' l2
pocas ocasiones ante el inminente peligro hitleriano, que nadie después ha logrado. Nunca había sido un escritor comprometido, nunca se había manifestado revolucionario como expresión de militancia política. Al contrario, su educación puritana, protestante, y su exquisita educación intelectual, le destacaban en esa época en la que gran parte de los intelectuales no dudaba en ingresar en las filas revolucionarias y, muchos de ellos, participar activamente en la España republicana en guerra civil. En 19 3 5 Gide logra su más alta consideración cuando en el famoso Congreso Internacional de Escritores, celebrado en ParÍS· en junio de ese año, pronuncia su trascendental discurso sobre la D~(en.ra de la cultura. 3 Nadie, a partir de ese discurso, pone en duda la sinceridad revolucionaria de Gide, que sólo es injuriado encarnizadamente por la derecha internacional, sobre todo sa. En su discurso proclama, sin embargo y una vez más, su individualismo, esa clave insoslayable de su personalidad intelectuaL aunque esta vez acepte el que sea arropada por la nueva idea: "De igual modo que pretendo seguir siendo profundamente individualista, con plena aceptación comunista e incluso con ayuda del comunismo". Y ese histórico parlamento de Gide aparece, por otra parte, enriquecido por constantes alusiones y elogios a la Unión Soviética, que todavía no ha visitado pero a la que ira con fervor: "la U.R.S.S. nos :lfrece act~alr:nente un .espectáculo sin precedenfes, d.e una ImportanCia mmensa, mesperada y me atrevo ~ deetr ejemplar". Y Bergamín, que inicia también su viaje' espiritual junto con los comunistas, apostilla el texto de Gide con este suyo: "Se advierte también la inmediata referen"' cía al comunismo -y concretamente a la U.R.S.S.-, como al limo o levadura esperanzada de que surja la aparición del hombre nuevo". 3. El texto Íntegro de ese discurso lo publicó José Bergamín en abril de l 9 3 6 completado con un texto del propio editor y con dos cartas del entonces jovencísimo Arturo Serrano Plaja. (De{en.ra de la mltura, Madrid, 19 36.)
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El hombre nuevo es lo que, con desesperación, busca en su viaje André Gide. Acude a la Unión Soviética no ciego, pero· sí emocionado y dispuésto a reforzar su iración y, sobre todo, deseoso de profundizar en ese nacimiento del hombre nuevo. El porvenir de la cultura, la humanidad, la sinceridad, son, por encima de todo, lo que busca. De ahí la grandeza de estas páginas que ahora editamos. Ellas no fueron dictadas por la pasión ni por la ceguera militante ("ocurre demasiado que los amigos de la U.R.S.S. se nieguen a ver lo malo, o cuando menos ¡t reconocerlo; de ahí que, con excesiva frecuencia, la verdad sobre la U.R.S.S. se diga con odio y las mentiras con amor".) Pero cuando regresa de la Unión Soviética, viaje qu~ había anhelado en esos años de compromiso político, la $urna de desengaños es brutal (en su Journal anota el 3 deisetiembre de 1936, recién llegado a París y cuando oyr: a sus compañeros de expedición decir la palabra decepción: "la palabra 'decepción' me parece inexacta, pero no sé qué proponer en su lugar"). En el primer libro, Regreso, parece como si todavía no quisiera despegarse de la esper¡¡.nza, como si con tacto no quisiera todavía herir los sentimientos de sus amigos comunistas; pero en Retoques ya su testimonio se hace más enérgico y político. Su decepción es más grande y no deja de sufrir las terribles injurias que van configurando su ya inquebrantable posición crítica ( Pravda llega a escribir, tras haberlo homenajeado durante su viaje: "Gide es el típico representante de la burguesía decadente. Es un individualista". 1936). Y con todo, la aventura comunista dejó en él una huella imborrable. "Contrariamente a lo que se ha dicho, Gide ha vivido, gracias a la aventura comunista, una crisis histórica esencial que ha enriquecido su pensamiento. Esta crisis le ha dejado .una huella tan profunda que durante largo tiempo le ha impedido escribir", anota d estudioso Jean-Jacques Thierry. 4
4. Gide por J .J. Thierry (París, 1968. E d. Gallimard, Colección Pour une bibliotlieque idéale).
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La. importancia, pues, de edi'tar ahora en España estos dos libros de Gide, cuando es bien sabido el fracaso de la "democracia socialista",- cuando en gran parte la vida soviética ya no ofrece enigmas y cuando los testimonios críticos constituyen una bibliografía ilimitada (y nos referimos sólo a las posiciones críticas correctas y, en eSpecial, las motivadas desde la izquierda, ya que las acusadones viscerales de la· derecha internacional carecen de valor), estriba sobre todo, no en la decepción descriptiva del autor sino en su enfoque intelectual, en esas reflexiones morales y en esa su ·grari capacidad intuitiva que sigue asombrándonos al comprobarse en la actualidad que Gide yá vislumbraba no sólo la' futura degeneración de la sociedad soviética sino las deformaciones que se iniciaban con el papel tiránico Stalin -apenas en aquellos años los tres grandes procesos liquidadores de la oposición desatarón las críticas que hoy tras el XX Congreso no dejan lugar á las dudas- y el fracaso de una experiencia cuyo descrédíto universal constituye uno de los goznes ideológicos de la sociedad contemporánea. Es, precisamente, ese cuidado de Gide en insistir en .su individualismo, en: sacrificar cualquier actitud irritada o apasionada (como sucedía con frecuencia a su gran amigo Malr'auX:), en su mesura ética, lo que confiere a sus escritos el valor no sólo 'documental sino, en especial, intelectual y reflexivo. Es el valor moral el que hace imperecederas estas páginas que no sólo no han perdido vigencia sino que el tiempo ha convertido en clásicas. siempre la lucha entre lo que es razonable con lo que no lo es", murmuró Gide en su agonía. Y Sartre puede reflexionar a los pocos días de la muerte de Gide: "Ha vivido por nosotros una vida que no tenemos sino que revivida leyéndola. Nos permitirá evitar las trampas en las que cayó y escapar de ellas como lo hizo él".¡ Cuando aparecieron los dos libros de Gide, en
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P. Sartre (Les Temps Modernes. Marzo, 195},
París).
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cial RetoqueJ, los intelectuales de todo el mundo, no sólo los claramente revolucíonarios sino los "compañeros de viaje" y algunos moderados que también coincidían en que la defensa de la Unión Soviética era "la defensa de la cultt!ía" y de las libertades democráticas, acusaron a Gide de traición. Su testimonio, por ser tan sincero y objetivo, se convirtió en blanco de todas las infamias. Paul Nizan, uno de los eséritores más reflexivos y de mayor capacidad intelectual, militante comunista hasta 19 39 y estigmatizado en ese año por no aprobar el pacto entre S tal in y Hitler y muerto en olor "de ignominia acusado por los comunistas ses como espía capitalista, acusó en 19 3 7 a Gide de "pintar la U.R.S.S. como un mundo que no cambia ya ... " Gide, proféticamente, se dirigió a todos los intelectuales todavía esperanzados con "la revolución soviética" y. probablemente, pensando en su estimado N izan, con estas palabras: "Desde luego iro la constancia de vuestra confianza, de vuestro amor (lo digo sin ironía). Aun así, camaradas, estáis empezando a preocuparos, no lo neguéis. Y os preguntáis con creciente angustia (frente a los procesos de Moscú, por ejemplo): ¿hasta dónde tendremos <¡ue seguir aprobando? Tarde o temprano abriréis los ojos, no tendréis más remedio que abrirlos. Os preguntaréis entonces, vosotros la gente honrada, ¿cómo hemos podido mantenerlos cerrados tanto tiempo?"
R.M.S"
REGRESO DE LA U.R.S.S (noviembre de 1936)
Cuenta el himno homérico a Deméter que, en el errante deambular en pos de su hija, llegó la diosa hasta la corte de Celeo. Nadie allí lá reconocfa bajo la apariencia de una vieja ñaña. Le confió la reina Metanira el cuidado del más pequeño de Jus hijos, Demofonte, quien con el tiempo sería Triptolemo, el iniciador de las artes agrícolas. Tras las puertas cerradas y al amparo del sueño nocturno de la casa, cogía Deméter a Demofonte, lo apartaba de la blanda cuna y, con aparente crueldad, mas realmente guiada por un amor inmenso y deseosa de conducir al peqt;teño hasta el umbral de la deidad, lo acostaba desnudo sobre un lecho de i1zcandescentes ascuas. Imagino a la gran Deméter inclinada, mirando al radiante recién nacido como a la futura humanidad. Soporta Demofonte el ardor de las brasas y, con la prue- e\~ e_ ba, gana en fortale'l,fl. Algo sobrehumano florece en su seno, t,¡9 r;}! al¡!,o robusto e inesperadamente glorioso. Ah, ¡por qué no ~'Wit'\Aeu te habrá podido Deméter consumar su auda7,_ empresa y salir triunfante del reto! Cuenta la leyenda, empero, que Metanira iltquieta irrumpió en la cámara del experimento. Ciega de ma- a.u.)lo\n1 r 2 c. terna! temor, apartó a la diosa y todo lo sobrehumano queJe ~ eJtaba forjando, esparció las brasas y, por salvar al niño, perU(<, S. dió al dios. . ~ ,
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Nota preliminar
'h d . ., . . h . 1 Dh.M.:k~ D eclare ace tres anos mt a mtracwn, y mt amor, acta a 1 U.R.S.S. Se estaba intentando allí una experiencia sin pre-lu\i:( c\e. cedentes que nuestros corazones de esperanza y e . . .u'A(ÁC'C\ de la que aguardábamos un inmenso progreso, un ímpetu capaz de arrastrar a la humanidad entera. Para presenciar esta renovación, bien vale la pena vivir, pensaba yo, y entregar la vida para tomar parte en ella. En nuestros corazones y en nuestro espíritu ligábamos resueltamente al glorioso destino de la U.R.S.S. el porvenir mismo de la cultura; más de una vez lo hemos repetido. Nos gustaría ¡ poder decirlo aún. Y a antes de ir a verlo, no dejaban de preocu~arnos algunas decisiones recientes que parecían denotar un cambio de orientación. Escribía entonces (octubre de 19 3 5): N
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"A la tontería y a la deshonestidad de los ataques contra la U.R.S.S. se debe el hecho de que hoy pongamos cierta obstinación en defenderla. Ellos, los que ladran, empezarán a aprobarla cuando precisamente nosotros dejemos de hacerlo; en efecto, sus compromisos, sus transigencias, aquello que hará decir a los demás: '¡ya lo ven!', eso será lo que ellos aprueben cuando en realidad significará que se
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J está apartando de la meta perseguida al principio. Ojalá nuestra mirada, al quedarse fija en esa meta, no se vea por consiguiente llevada a apartarse de la U.R.S.S." (N.R.F., marzo 1936). Sin embargo, en espera de mayor información, me empeñaba en seguir confíando y prefería dudar de mi propio juicio; a los cuatro días de mi llegada a Moscú, declaraba aún en mi discurso en la Plaza Roja, con ocasión de los funerales de Gorki: "La suerte de la cultura está ligada en nuestras mentes al destino mismo de la U.R.S.S. La defenderemos". Siempre he dicho que el deseo de seguir fiel a sí mismo suHe acarrear con demasiada frecuencia un riesgo de insincdridad; considero, por otra parte, que la sinceridad es tanto más importante precisamente cuando la fe de muchos, junto con la nuestra propia, está en juego. Si al principio me equivoqué, lo mejor es reconocer cuanto antes mi error; pues soy responsable, en este caso, de aquellos a los que mi error arrastra. No hay, aquí, amor propio que valga; y el mío por cierto no es muy grande. Considero que existen cosas más importantes que mi propia persona; más importantes que la U.R.S.S.: la humanidad, su destino, su cultura. Pero ¿estaba equivocado al principio? Los que han c.Herccl J~. siguiendo la evolución de la U.R.S.S. desde hace ido · ~(c;.[w.'., · poco más de un año dirán si soy yo quien ha cambiado o 1 0 si es la U.R.S.S. Y cuando digo la U.R.S.S. me refiero al (J<\\;v:ü·\?. hombre que la dirige. ,¡c,~ 0 ! · Otros, más competentes que yo, dirán si se puede -' considerar como pura apariencia este cambio de orienta. ción y si lo que nos parece una derogación no es una con. \v~; · secuencia fatal de ciertas disposiciones anteriores. . ., , , es tmportante re-l~ L a U .R .S .S. está " en construccmn petírselo continuamente. De ahí nace el interés excepcio-~ nal de una estancia en esa inmensa tierra en gestación: pareciera que unQ presencia allí el alumbramiento del futuro. ck Lo bueno y lo malo se mezclan en ese país; debería
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decir: lo excelente y lo peor. Lo excelente se consiguió, a menudo, al.precio de un esfuerzo inmenso. No siempre ni en todas p'l-rtes ha conseguido este esfuerzo aquello que pretendía: aún. no. A veces lo peor acompaña y se adelanta a lo mejor; casi diríase que es su consecuencia. Se pasa así de la luz. más intensa a la sombra más oscura con una brusquedad desconcertante. Sude ocurrir que el viajer~, rJe_(.J.N~ ~ (LR siguiendo convicciones preestablecidas, se muest:e sensi- d-~_Jr¿J.H\ ble únicamente a una o a otra cosa. Ocurre demasiado que ~ los arrtigos de la U.R.S.S. se nieg,uen a ver lo n:alo, o 1 cuando menos a reconocerlo; de aht que, ~on excesiva fre- \.o l.v Q.l..J--0 cuencia, la verdad sobre la U.R.S.S. se diga con odio, y la . (
... uí\.SS. otras tantas razones que justifican mis críticas. · ¿Quién podrá decir lo que ha representado la . d 1 ., G:5vv--Q , , 11M U.R.S.S. para nosotros? Mas que un: patrta e e eccton: ;¡; ~n aquello sonabamos, que Aquello guía. una un ejemplo, 1 que apenas. nos atr.evíamos a tener esperanzas pero. hacta jJ.q__, \)'"'~O lo cual tendían nuestras. voluntades, nuestr;¡s fuerzas, se e.., ~ ~~ d.o estaba gestando allí. Existía pues una tierra en donde la "'l¡ 'liX._J= utopía estaba en trance de convertir~e en realidad. L~gros inmensos hacían ya rebosar nuestros corazones de exigencia. Nosparecía quelo más difícil ya estaba hecho y ~os aventurábamos con alegría en esa suerte. de compromtso que habíamos contraído con ella en nombre de todos los , pueblos que sufren. t'YIJroJvcc1 ¿Hasta qué punto un fracaso nos hana sentirnos igualmente comprometidos? Pero la simple idea ?e un c;)fj ~~o tlc-C~&o fracaso resulta inisible. Ante el incumplimiento-de algunas promesas tácitas,
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¡Jto~-~ ~ Expongo aquí las reflexiones que me ha sugerido el o· e espectáculo de lo que, por un lado la U.R.S.S., con legítifl-n w. e...e..
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mo orgullo, se complace en mostrar y de lo que, por otro, '• '!.v ~v( o he podido ver personalmente junto con lo anterior. Las realizaciones de la U.R.S.S. suelen ser irables. En zonas enteras el país ofrece el aspecto ya risueño de la felicidad. Los que aprobaban mi iniciativa, en el Congo, de dejar el coche de los gobernadores e intentar un o directo con todos y cada uno para informarme, ¿podrán reprocharme ahora el que una preocupación idéntica y la voluntad de no dejarme deslumbrar me acompañaran en la U.R.S.S? No se me esconde la aparente ventaja que los partiG-~cc:.f' dos enemigos -aquellos para los cuales "el amor por el ' ~ f.P._..[e-l orden se confunde con la afición por los tiranos" 1- pretenderán sacar de mi libro. Este hecho sin duda me habría E'_..('iO--i"C':;. disuadido de publicarlo, incluso de escribirlo, si no fuera _ ~( porque seguiría intacta, inquebrantable, mi convicción de k' . -\ que, por una parte, la U.R.S.S. acabará superando los 1 ~ graves errores que apunto; y de que, por otra -la más imno puede bastar con los errores particulares de un país para comprometer la verdad de una causa interna\ cional, universal. La mentira, aun la del silencio, puede parecer oportuna, como también la perseverancia en la u--1\.1 "'\)N\eJe. mentira, pero significa dar terreno abonado al enemigo, y 1 la verdad, aun dolorosa, no puede herir sino para sanar.
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l. Tocqueville, De la democracia en América, (Introducción).
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l. En o directo con un pueblo de trabajadores, en. las obras, en las fábricas o en las ca.~as de desca~so, en los pr1os "parques de cultura • he expenmentado mo. d mes, . mentos de profunda alegría. En medio de esos .nuevos .. b E se compan-eros , he sentido que una repentina fraternidad entablaba, que mi corazón se dilataba, se regoc~a a. ste sentimiento explica a su vez que en las ~oto?raf~as .que me 11/ sacaron a111/ se m e ve más sonriente ' mas nsueno mcluso, de lo que suelo aparecer en .Fr~ncia. y cuantas v¡eces, a/ 1, las lágrimas asomaron a mis OJOS, por exceso qe alegr~, lágrimas de cariño y de amor: por ejemplo, .en esa.ca~a e descanso de los ·mineros del Donbáss en las mmed!aCI~nes d e S oc h1.... .1No • no! no había en ello nada convemdo, d · preparado; yo había llegado de repente, /una tar . e, sm ser anunciado; no obstante, en seguida habla expenmentado a su lado la confianza. .• y esa visita inesperada en un campamento de nmos, cerca de Borzhomi, muy modesto, casi humilde, pero/ en donde los niños radiantes de felicidad y de salud paÍeblan querer ofrecer~ e su alegría. ¿Qué co.~tar? Las ~a adras no bastan para aprehender una emOCIO~ tan p~o un ady . 1e... Pero ¿por qué hablar de estos mas que_ e tan s1mp
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tantos otros? Poetas de Georgia, intelectuales, estudiantes, obreros sobre todo, un sentido afecto hacia muchos de ellos se apoderó de mí, y siempre lamentaba no conocer su idioma. Pero sus sonrisas, sus miradas expresaban ya tan afectuosa elocuencia que me parecía dudoso a la sazón que unas palabras pudieran añadir mucho más. Claro que allí me presentaban por doquier como a un amigo: todas las miradas además manifestaban una especie de agradecimiento. Quisiera merecerlo más aún; esta aspiración es otra de las razones que me empujan a hablar. Lo que más a gusto le enseñan a uno son las hermosas realizaciones: es obvio y perfectamente natural; no obstante, más de una vez nos ha ocurrido que entráramos de imbroviso en escuelas de pueblo, en jardines de infancia, en \clubs, lugares que no pensaban enseñarnos y que, probablemente, no se distinguían en nada de tantos otros. Estos son los que más he irado, precisamente porque nada allí estaba preparado para la galería. . Los niños, en los campamentos de pioneros que he v1sto, son hermosos, bien alimentados (cinco comidas al día), bien cuidados, incluso mimados, Hlegres. Su mirada es clara, confiada; sus risas no tienen malignidad ni malicia; podríamos, en calidad de extranjeros, parecerles un tanto ridículos: ni una sola vez he sorpréndido, en ningu. no de ellos, el mínimo rastro de burla. Esta misma expresión de radiante fehcidad nos ·L! volveremos a encontrar a menudo en los mayores, igual~ mente hermosos, vigorosos. Los "parques de cultura" e~ donde se reúnen por la tard.e, al finalizar la jornada de trabajo, son logros innegables; por encima de todos, el parque de Moscú. ~.e vuelto allí a menudo. Es un lugar donde la gente se d1v1erte; comparable ·a un Luna-Park de inmensas dimensiones. En cuanto se pasa la puerta:, la sensación·es de extrañeza .total. ~n esa muchedumbre de jóvenes, hombr,es. y mujeres, reman la seriedad y la decencia; ni el más rrummo asomo de carcajada tonta o vulgar, de chabaca-
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nería, de picardía, ni siquiera de amoríos. Se respira por todas partes una suerte de fervor alegre. Aquí se organizan juegos, allá bailes, habitualmente un animador o una animadora preside las actividades y las dirige, y todo se desarrolla dentro de un orden perfecto. Inmensos coros se forman en los que cada uno podría participar; pero siempre hay muchos más espectadores que bailarines. Más allá bailes y cantos populares acompañados casi siempre por un simple acordeón. Aquí, en este espacio cerrado y sin embargo libre de , unos amateurs se ejercitan en diversas acrobacias; un entrenador vigila los "saltos mortales", aconseja y guía; más lejos, aparatos de gimnasia; cada uno espera pacientemente su turno; se entrena. Un gran espacio está reservado a los terrenos de volley-ball; y no me canso de irar la lozanía, la gracia y la belleza de los jugadores., Más allá se encuentran los juegos tranquilos: ajedrez, damas y un sinfín de juegos de destreza o de paciencia, entre los cuales algunos que yo no conocía, muy ingeniosos; así como un sinnúmero de juegos que no había visto en ningún sitio y que no puedo intentar describir, aunque algunos conocerían sin duda un gran éxito aquí. Como para ocuparle a uno durante horas. Los hay para mayores, los hay para niños. Los más pequeños tienen su dominio aparte en donde encuentran pequeñas casas, pequeños trenes, pequeños barcos, pequeños automóviles y un sinfín de diminutos instrumentos ajustados a su tamaño. Pasados los juegos tranquilos (tan populares que la espera puede hacerse larga para encontrar, a su vez, una mesa libre), a lo largo de un gran paseo, unos tableros plantean sobre es de madera adivinanzas, enigmas y acertijos. Todo ello, repito, sin un asomo de vulgaridad; y esa inmensa muchedumbre, con perfecta compostura, rezuma honradez, dignidad, decencia; sin coacción alguna, por lo demás, y con la mayor naturalidad. El público, además de los niños, está compuesto casi únicamente de obreros que vienen aquí a hacer deporte, a descansar, a divertirse o a cultivarse (pues existen también salas de lectura, de conferencias, cines, bibliotecas, etc.). Sobre el Moskova, piscinas. Aquí y allá, en este inmenso parque, 27
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minú_sculas tarimas sobre las cuales perora un profesor improvlsa?o;_ son clases prácticas, clases de historia 0 de geograf!a ilustradas con. mapas; o incluso de medicina practica, de fisiología, con abundantes láminas anatómica.s, etc. La _gente escucha muy seria. Y a lo he dicho, no he sorprendido en ningún lado el más mínimo asomo de burla. 2
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Pero he aquí algo mejor: un pequeño teatro al aire libre; en la sala_ abie_r~a, unos quinientos espectadores, a_mon~ona~o~ (m un SitiO vacío), escuchan en medio de un s1lenc10 r~hg10so ~un actor que recita a Pushkin (un canto de Eu¡;emo Onegum)., En un rincón del parque, cerca de la entr~da, la :ona de los paracaidistas. Es un deporte muy pr;nado alla. Cada dos minutos, cae uno de los tres paraCaldas que hace tocar tierra un tanto bruscamente al amateur novato. ¡Adelante! ¿Quién se atreve?, la gente se apresura; esper~ su_ turno; hace cola. :sin hablar ya del gran teatro al alfe libre en donde, con ocasión de ciertos espectáculos, se juntan alrededor de veinte mil espectadores .
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. El par~ue de cultura de Moscú es el más amplio y el meJor P,rov1sto de atracciones diversas; el de Leningrado es el mas hermoso. Pero cada ciudad en la U.R.S.S. po~ee, a~ora, su parque de cultura, además de sus J. ardines de mfanna.
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ette. tema co~ competenci~. Otros se han encargado de e o, me. remito .a s~s _elogiOs. Me incumben únicamente las cuestiOnes pslcologKas.' éstas son las que - d e manera
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a usted le parece que es algo bueno?"; exclama 2 .. m¡ am¡g~ N., al que.~e lo contaba. "Burla, ironía, crítica, t?do va ]Unto. El mno que es incapaz de burla acabará Sle~do un créd~o y ~~mis,o adolescente cuyo 'conformismo usted, burlan, criticara más tarde. Yo prefiero la guasa sa aun cuando pudiera ejercerse a mis expensas."
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particular y casi exclusiva- quiero tratar aquí. Si toco de pasada las cuestiones sociales, siempre las enfocaré desde el punto de vista psicológico. Con la edad, mi curiosidad por los paisajes, por hermosos que sean, disminuye considerablemente; mientras va creciendo mi curiosidad por los hombres. En la U.R.S.S. el pueblo es irable; el de Georgia, de Kaj_etia, de Abjazia, de Ucrania (sólo hablo de lo que he VISto), y más aún, para mi gusto, el de Len in grado y de Crimea. He asistido a las fiestas de la juventud de Moscú, en r;LoL.\e. la Plaza Roja. Los edificios que se alzan frente al Kremlin elLJL.u¿r\ o disimulan su fealdad bajo una máscara de banderolas y de ~( vegetación. Todo era espléndido, incluso (me apresuro a decirlo ahora, ya que no podré hacerlo siempre) de un i.t) :>._,? !, (·,,1 ~. gusto perfecto. Llegada del norte y del sur, del. este y del • 1 ·"oi (e¿.l oeste, desfilaba una juventud irable. Horas duró el Q1 desfile. No me imaginaba un espectáculo tan magnífico. Claro que esos seres perfectos habían sido entrenados, preparados, seleccionados entre todos; pero ¿cómo no ~e jar de irar un país y un régimen capaces de produnrlos? Había visto la Plaza Roja, unos días antes, cuando los funerales de Gorki. Había visto ese mismo pueblo, el mismo y sin embargo tan distinto, mucho más parecido, me imagino, al pueblo ruso de los tiempos de¡los zares; lo había visto desfilar larga, interminablement~, en la gran Sala de las Columnas, ante el catafalco. No áan entonces los más hermosos, los más fuertes, los más alegres representantes de los pueblos soviéticos, sino una muchedumbre anónima, dolorida, con mujeres, niños sobre todo, algunos ancianos, casi todos mal vestidos y de aspecto a veces muy miserable. Un desfile silencioso, tétrico, recogido, que parecía salir del pasado y que, en orden p~rfecto, duró sin duda mucho más que el otro, que el desfile glorioso. Y o mismo me quedé mucho tiempo contemplándolo. ¿Qué era Gorki para toda esa gente? No lo sabría decir: ¿un maestro?, ¿un compañero?, ¿un hermano? ... Era, en todo caso, un hombre muerto. Y en todos los rostros,
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incluso en el de los niños más pequeños, se leía una especie de estupor entristecido, pero también, y sobre todo, una fuerza de radiante simpatía. Y a no se trataba en este caso de belleza física, sino de algo más irable aún que la belleza y que mucha de la pobre gente que yo veía pasar ofrecía a mi mirada; j a cuántos de ellos hubiera querido estrechar sobre mi corazón l Tanto es así que en ningún país como en la U.R.S.S. se produce con esa facilidad el o con todos y cada uno, un o inmediato, profundo, caluroso. S e entretejen en seguida -a veces basta una mirada- vínculos de violenta simpatía. Desde luego,..no creo que en ninguna parte como en la U.R.S.S., t¡.no pueda experimentar tan ho?da y fuertemente el sentido de la humanidad. A pesar de\las diferencias de idioma, jamás aún y en ningún lugar, md había sentido con igual frecuencia compañero y herm~no: cambiaría los pasajes más hermosos por este sentimiento. Hablaré de los paisajes sin embargo; pero antes contaré nuestro primer o con un grupo de la Juventud comunista, el KorllJomol. Ibamos en el tren que nos llevaba de Moscú a Ordzhonikidze (el antaño Vladikavkaz ). El trayecto es largo. En nombre de la Unión de los Escritores Soviéticos, Mijail Koltsov había puesto a nuestra disposición un vagón especial, muy confortable. Inesperadamente nos encontrábamos muy bien instalados los seis: Jef Last, Guilloux, Herbart, Schiffrin, Dabit y yo; junto con nuestra intérprete-compañera, la· fiel camarada Bola. Además. de nuestros compartimientos con literas, disponíamos de un salón en donde nos servían las comidas. Mejor, imposible. Lo que ya no nos gustaba tanto era que no podíamos comunicar con el resto dd tren. En las primeras paradas, habíamos bajado al andén para comprobar que en el vagón vecino teníamos una compañía particularmente a~~~a. Era ~n grupo de Komsomoles de vacaciones que se dmg1a al Caucaso con la esperanza de escalar el monte Kazbek. Por fin conseguimos que abrieran las puertas de
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separación y, un rato más tarde, entramos en o con nuestros encantadores vecinos. Yo había traído de París un sinnúmero de pequeños juegos de destreza, muy distintos de los que se conocen en la U.R.S.S. Me sirven a veces para entrar en relación con aquellos cuyo idioma no entiendo. Esos juegos fueron pasando de mano en mano. Chicos y chicas se ejercitaron y no pararon hasta conseguir vencer lás dificultades propuestas. "Un Komsomol nunca se da por veneido", nos decían riendo. Su vagón era muy estrecho; hada particularmente calor ese día; todos amontonados unos juntos a otros, el aire era asfixiante; estábamos encantados. He de añadir que para muchos de ellos, yo no era un desconocido. Algunos habían leído libros míos (en general, El viaje al Congo); además, después de mi discurso en la Plaza Roja cori motivo de los funerales de Gorki, todos los periódicos habían publicado mi retrato, así que me habían conocido en seguida y parecían extremadamente sensibles a la atención que yo les demostraba; pero no más de lo que pudiera estarlo yo ante las manifestaciones de su simpatía. Pronto se entabló una gran discusión. Jef Last, quien entiende muy bien el ruso y lo habla, nos explicó que estaban encantados con los pequeños juegos que yo había introducido, pero se preguntaban si le correspondía al propio André Gide divertirse con éstos. Jef Last tuvo que argumentar que esta pequeña diversión le servía para descansar los sesos. Un verdadero Komsomol, en efecto, siempre pendiente del servicio, juzga todo por su utilidad. Todo ello sin pedantería, por cierto, y la discusión misma, que entrecortaban las risas, era un juego. Ya que se respiraba mal en su vagón, invitamos a una decena de ellos a que pasaran al nuestro; ahí la velada se prolongó en medio de canciones y hasta de los bailes populares que permitía la dimensión del salón. Esta velada quedará para mis compañeros y para mí como uno de los mejores recuerdos del viaje. Y nos preguntábamos si en algún otro país se puede llegar a conocer una .cordialidad tan repentina y natural, si en algún otro país la juventud es así de encantadora.'
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He dicho que me interesaba menos por los paisajes ... 3 Hubiera querido, sin embargo, describir los irables bosques del Cáucaso, el que está en la entrada de Kajetia, el que crece alrededor de Batumi, y sobre todo el deBak~riani encima de Borzhomi; no conocía, no me imagino, bosques más hermosos: allí, ningún monte tallar esconde los troncos de los altos árboles; bosques interrumpidos por misteriosos claros en donde cae la noche antes de acabar el día, y en donde uno se imagina a Pulgarcito perdiéndose. Habíamos cruzado ese maravilloso bosque camino de un lago de montaña y nos hicieron el honor de decirnos que jamás aún ningún extranjero había pisado esos parajes. No necesitaba saberlo para que el lugar me pareciera irable. Me hubiera gustado describir ese extraño pueblecito (Tabatskuri) en las orillas sin árboles del lago que permanecía nueve meses del año bajo la nieve ... ¡Ojalá hubiera venido como simple turista! o como tm naturalista al que le hubiera encantado descubrir allí multitud de plantas nuevas, reconocer en las altas mesetas la "escabiosa del Cáucaso" de mi jardín ... Pero no es eso lo que he venido a buscar a la U.R.S.S. Lo que me importa en este país es el hombre, los hombres, lo que se puede hacer con ellos y lo que se hace. El bosque que me atrae, terriblemente tupido y en el que me pierdo, es el bosque de las cuestiones sociales. En la U.R.S.S., estas cuestiones le solicitan a uno, le acucian, le oprimen por doquier.
II. En Leningrado, he visto poco de los barrios nuevos. Lo que iro en Leningrado, es San Pe.tersbur~o. No conozco ciudad más bella, ni más armomosa umon entre la piedra, el agua y el metal. Cúpulas de cobre y flec~as de oro. Pareciera soílada por Pushkin o por Baudela1re. A veces, recuerda también pinturas de Chirico. Sus monumentos tienen proporciones perfectas, co~o los temas en ima sinfonía de Mozart. "Todo allí no es smo ?rden y belleza". En Leningrado, el espíritu se mueve SI~ trabas y gozoso. l d" . No me veo con ánimos para hablar de pro 1g10so museo del Ermitage; todo lo que pudiera decir me parecería insuficiente. Quisiera, sin embargo, celebrar de paso el inteligente cuidado que ha agrupado alrededor. de un cuadro -siempre que era posible- todos lo.s datos 1lus~ra ti vos acerca de un mismo maestro: estudiOs, bos~~eJOS, croquis, para informarnos y explicar la lenta formaCJon de la obra. .· Al volver de Leningrado, resulta más i~pres10na~,te todavía el desgaire de Moscú. Ejerce tamb1en su ~~c.JOn oprimen te y deprimente sobre el espí;itu. Los, ed1f1CJOS, salvo raras excepciones, son feos (no solo los mas moder-
3. Lo que también me gusta en la U.R.S.S. es la extraordinaria prolongación de la juventud; cosa a la que estamos muy poco acostumbrados en particular en Francia (pero también, me arece, en todos los países latinos). La juventud encierra abundantes promesas; un adolescente de nuestro país deja pronto de prometer para cumplir. Ya a los catorce aílos, todo se inmoviliza. El asombro ante la vida ya no se lee en el rostro, ni ingenuidad alguna. El niño se transforma casi enseguida en Joven. La suerte está echada.
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nos), y no mantienen congruencia alguna unos con otros. Ya sé que Moscú se está transformando mes tras mes; es una ciudad en formación; todo lo atestigua y por doquier se respira el porvenir. Pero me temo que se haya empezado mal. Desmantelan, derriban, excavan, suprimen, reconstruyen, y todo ello como al azar. Aun así Moscú sigue siendo, pese a su fealdad, una ciudad de lo más entrañable: vive poderosamente. Dejemos de mirar las cosas: lo que me interesa aquí es la gente. Durante los meses de verano casi todo el mundo va . de blanco. Cada uno se parece a todos. ·En ninguna parte. 1 \ • rl· \ como en las calles de Moscú n;sulta tan sensible el efecto V~.p~v. . . . ~ de la nivelación social: una sociedad sin clases, en la que ·t /') ,;í,b:.. aada miembro parece tener las mismas necesidades. Exa! ' ~ero apenas. Una extraordinaria uniformidad domina la "•;,Jtliii)Hi) vestimenta; probablemente aparecería también en los espíritus, si tan sólo fuera posible verlos. De ahí también que cada uno es y parece alegre. (Hari carecido de todo durante tanto tiempo que se alegran por poca cosa. Cuando el vecino no goza de más, uno se conforma con lo que tiene.) Unicamente un examen detenido hace aparecer las diferencias. A simple vista el individuo se funde aquí con la masa y está tan poco particularizado que pareciera conveniente, para hablar de la gente, utilizar un partitivo y en lugar: de los hombres, decir: del hombre. En esa muchedumbre me zambullo; tomo un baño de humanidad. ¿Qué hace esta gente, delante de esta tienda? Hace cola; una cola que llega hasta la calle siguiente. Hay aquí entre dos y trescientas personas, muy tranquilas, pacientes, expectantes. Todavía es muy temprano; la tienda no ha abierto sus puertas. Tres cuartos de hora más tarde, vuelvo a pasar: la misma muchedumbre aún sigue ahí. Me extraño: ¿de qué sirve llegar antes?, ¿qué se consigue con eso? -¿Cómo que qué se consigue? ... Los primeros son los únicos servidos. Me explican entonces que los periódicos han anunciado una importante llegada de ... no sé qué (me parece que
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ese día se trataba de cojines). Tal vez hay cuatrocientos o quinientos objetos, para los cuales se presentarán ochocientos, mil o mil quinientos aspirantes. Mucho antes de la noche, no quedará ni uno. Tan grandes son las necesi-tJQ~-1)A.JJ e dades y tan numeroso el público que la demanda, por lar·12... go tiempo aún, superará la oferta y la superará con creces. o/. No se consigue dar abasto. e.. Unas horas más tarde, entro en la tienda. Es enorme. Dentro reina un barullo increíble. Los vendedores sin embargo no pierden la cabeza pues a su alrededor, ni el más mínimo signo de impaciencia; cada cual espera su turno, sentado o de pie, a veces con un niño en brazos, sin número de orden y, no obstante, sin ningún desorden. Pasarán aquí, si conviene, la mañana, el día; en una atmósfera que para el que llega d,e fuera parece irrespirable; al rato, .~o se acostumbra, como se acostumbra a todo. Iba a escnb1r: se resigna. Pero el ruso es mucho mejor que resignado: diríase que le gusta esperar, y hacer esperar a su gusto. Abriéndome paso entre la multitud o llevado por ella, visité la tienda de arriba abajo, de punta a punta. Las mercancías son, con muy pocas salvedades, repelentes. Hasta se podría pensar que para refrenar los apetitos, telas, objetos, etc., han sido despojados de todo el atractivo posible a fin de que la gente compre no por apetencia sino por apremio de la necesidad. Hubiera querido llevar un~s recuerdos a algunos amigos; todo es horroroso. Me exphcan que sin embargo, desde hace unos meses, se ha in ten- \ h1 tado hacer un gran esfuerzo, un esfverzo por la calidad; p-1
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Este esfuerzo por la calidad pone énfasis en los alimentos. Aún queda mucho por hacer en este ámbito. Sin embargo, cuando lamentamos la mala calidad de ciertos productos, Jef Last, quien va ya por su cuarto viaje a la U.R.S.S. y cuya última estancia se remonta a dos años, se queda en cambio maravillado ante los prodigiosos adelantos recién llevados a cabo. La verdura y la fruta, en particular, si no malas, siguen siendo mediocres con contadas salvedades. Aquí, como en todas partes, lo exquisito queda postergado por lo ordinario, esto es lo más abundante. Melones en cantidad prodigiosa, pero sin sabor. Aquí no tiene vigencia el impertinente refrán persa que s6lo oí citar, y citaré, en inglés: ''Women for duty, boys for pleasure, melons for delight". El vino suele ser bueno (recuerdo, en particular, cosechas exquisitas de Tznandali, en Kajetia); la cerveza regular. Algunos pescados ahumados (en Leningrado) resultan excelentes pero no resisten el transporte. Mientras escaseara lo necesario, no podía ser razonable ocuparse de lo superfluo. Demasiados apetitos quedaban aún por saciar en la U.R.S.S. para que se pudiera atender mejor, o antes, a lo apetecible. El gusto, por otra parte, se afina únicamente si se pro"'¡r0>-·0 p~ede.compa:ar';' y na~a había para ;legir. N~ngún "Pulae.~..~ ~~ uL.L.,J ~1to VISte meJor . Aqm no queda mas remedm que prefenr lo que a uno le ofrecen: se toma o se deja. Desde el ~j;.P, 1 ,rf.J JQ.,. momento en que el Estado es a la vez fabricante, compra¡, .rt_-· ., dor y vendedor, el aumento de la calidad permanece supe,¿C-<.1 v,ufc ditado al progreso de la cultura. Pienso entonces (pese a mi anticapitalismo) en todos aquellos en I)Uestro país que, desde el gran industrial hasta el pequeño comerciante, se desviven y se las ingenian para dar con aquello que halagaría el- gusto del público. jCon qué sutil astucia intenta cada uno decubrir el refinamiento que le permitirá suplantar a un rival! Nada de eso le importa al Estado: el Estado no tiene rival. ¿La calidad? "Para qué, si no hay competencia", se nos dijo. De esta manera excesivamente fácil explican la mala calidad de to-
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en el púdo en ·1 a U ·R·S ·S ·• así como la ausencia de gusto · 1 N
bli~o. y aun teniendo "gusto", no podría sausface: o.. o, el progreso ya no depende en este caso. de una nvahdad sino de una exigencia venir, progreslva:n,ente desarroFrancia, las cosas lr~an probablellada por la cultura. mente más rápido, pues la exigenci.a ya extste. Con todo un interrogante substste: cada Estado .soviético tenías~ arte popular; ¿qué ha sido de él? Una ¡mportante tendencia igualitaria se negó durante muc~o tiempo a tomarlo en consideración. Pero estos artes regiOnales vuelven a ser apreciados; ahora ~os protegen, los restauran, y parece que entienden su ~rremplazable va or. ; N o sería tarea de una dirección inteligente volver .a a pro-iarse antiguos modelos, para imprimir ;ei~s por ejemplo, ~ imponerlos, al menos ofrecerlos, al pubhco? N ada tan tontamente burgués, pequeño burgués, com?blas produc. d hoy en día El muestrario que exhi en 1os escaoones e · b' 1 parates de las tiendas es consternante. En cam JO, as telas de antaño, estarcidas, eran muy hermosas. y era arte popular; pero era artesanía.
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Vuelvo al pueblo de Moscú. Su extraordinaria i,ndolencia es lo primero que llama la at~nció~. Pereza sena tal ~ . p · d :;; lilOi/1~{) 0 el "esta)· anovtsmo ha representado S d vez emasJa o... er . d 'd' ( íl una maravillosa invenci6n para sacudtr la .es¡ ta., en ~ . , e11'augo, · otros tiempos, teman e1 kflut) . El esta¡anov\smo Jj\ • ' mu . 'til en un país en dondelos obreros tra1aJares ul tana , Pero allí en cuanto no se está sobre ellos, la gente en sen. . 'bl e que, pese a su mayoría se• relaja. ·Hasta parece mere: ello, se llegue a hacer todo: A costa de que.esfuerzo de l~s dirigentes, esa es la incógnita. Para medi: realmente a enormidad de tal esfuerzo, conviene prev~~men.te .hab~~ tenido la oportunidad de apreciar el bajo rendimiento natural del pueblo ruso. . En una de las fábricas que visitamos y que ~unoona erfectamente (yo no entiendo nada de eso; iro, ~on tiado las máquinas; pero me quedo totalmente ~x~asiado ante 'e1 come dor, e1 elub de los obreros, sus VIVIendas, ., . todo lo que se ha hecho para su bienestar, su educaoon, su
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placer), me presentan a 1· ·- estajanovista cuyo enorme retrato había colgado en la pared. Ha conseguido, me dicen, hacer en r.inr~ noras el trabajo de orho días (a no ser en ocho horas, el trabajo de cinco Jías; ya no sé). lvle atrevo a preguntar si eso nt> equivale a decir que antes tardaba ocho días en hacer el trabajo de cinco horas. Pero mi pregunta cae bastante mal y prefieren no contestarme. Me han contado que una cuadrilla de mineros ses, de viaje por la U.R.S.S. y durante la visita de una mina, solicitó, por compañerismo, relevar a una cuadrilla de mineros soviéticos; al rato, sin deslomarse demasiado ni sospecharlo, se encontraron haciendo estajanovismo. Acaba preguntándose uno cuánto no daría de sí el régimen soviético, con el temperamento francés, el celo, la conciepcia y la educación de nuestros trabajadores. Np sería justo tan grisáceo cuadro si, además de los estajanovistas, no le añadiera toda una juventud ferviente, keen at wor~ fermento alegre y capaz de hacer levantar la masa.
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~Sta inercia de la gente me parece que ha sido, y sigue Siendo, uno de los elementos más importantes, más graves, del problema. que tenía que resolver Stalin. De L. [»MO '/.,") , de ah'1, el estaja, .. . ah'1, 1os " obreros de ehoque"(U:da rntrr:_t é~-:-~r,,c,:-''C' novismo. Esto explica también el restablecimiento de la 1::, 1 'J; ((G" r:::.. f desigualdad de los salarios. ,}.:> ',. "\r. . .~:!~·.. Visitamos en las proximidades de Sujumi un koljós ', modelo. Tiene seis años de existencia. Después de vegetar penosamente los primeros tiempos, es hoy día uno de los más prósperos. Le llaman el "millonario". Todo en él respira la felicidad. Este koljós se extiende sobre un amplísimo eSpacio. Con la ayuda del clima la vegetación crece frondosa. Pintoresca y encantadora, cada vivienda, construida con madera, se alza sobre zancas que la alejan del suelo; la rodea un jardín bastante grande, lleno de árboles frutales, de hortalizas, de flores. Este koljós pudo realizar, el año pasado, beneficios extraordinarios que han permitido acumular importantes reservas y hacer subir a dieckléis rublos cincuenta la tasa de la jornada de trabajo. ¿Cómo se fija esa cifra? Exactamente gracias al mismo cálculo \7 .¿y
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que, de ser el koljós una empresa agrícola capitalista, dictaría el importe de los dividendos por distribuir entre los accionistas. Algo irreversible, en efecto, ha sido conquistado: ya no existe en la U.R.S.S.la explotación de una mayoría en beneficio de unos cuantos. Es enorme. Aquí ya no hay accionistas; son los propios obreros (los del koljós, claro) los que se reparten los ben,eficios, sin ninguna contribución al Estado. 4 El cuadro sería perfecto si no existieran otros koljoses, pobres éstos, y que van tirando a duras penas. Si he entendido bien, cada koljós en efecto tiene su autonomía, y ni hablar de ayuda mutua. ¿Tal vez me equivoco? ¡Ojalá me haya equivocado [5 He visitado viviendas de ese koljós tan próspero ... 6 Quisiera expresar. la extraña y afligente impresión que emana de cada uno de esos "interiores": la de una desper•sonalización total. En cada uno de ellos idénticos muebles feos, idéntico retrato de Stalin, y absolutamente nada más: ni el más mínimo asomo de objeto, de recuerdo per-
4. Es al menos lo que me han afirmado repetidas veces . Pero hasta no haberlas controlado, considero cualquier "información" sospechosa, como ocurre en las colonias. M e cuesta creer que este koljós goza de privilegios tales que escapa a la contribución del 7% sobre la producción bruta que recae sobre los demás koljoses; sin contar los 3 5 a 39 rublos de capitación. 5. Remito al apéndice algunas informaciones más precisas. Habría apuntado muchas más. Pero las cifras no son lo mío, y las cuestiones propiamente econó~icas esc_apan a mi competencia. Además, aunque estas mformacton~s son estrictamente las gue me fueron dadas, no puedo sm embargo garantizar su exactit~d. La prá~~ica de la.s col;:nias me ha enseñado a desconf1ar de las mformaoones . Por fin, y sobre todo, los especialistas ya han tratado bastante estas cuestiones; no necesito volver sobre ellas. 6. En muchos otros ni hablar de viviendas particuláres: la gente duerme en dormitorios, en "barracones". 39
sonál. ~a.da casa .e~ intercambiable; hasta tal extremo que los koiJOSianos. dmase que también ellos intercambiables ~)Qdrían mudarse ~~ una a otra sin darse cuenta siquiera . .; 1Claro que la fehetdad se consigue así más fácilmente! Üt~a razón, podrían decirme, es que el koljosiano comparte todos sus ratos de ocio. Su habitación se ha convertido e~ una simple morada para dormir; todo el interés de su VIda se h.a desplazado hacia el club, hacia el parque de cul:. .( · tura, hacia todos !~s lugares de reunión. ¿Qué más se puerx·~-w.;j de ~es~a:? L~ fel.171dad de todos no se alcanza sino por la desmd1viduahzac10n de cada uno. La felicidad de todos no se alcanza sino a expensas de cada uno. Para ser felices, confórmense.
7. Esta impersonalidad de cada uno me permite también sup,oner que d.e ser capaces de individualización, los que estan en dormttori?s sufrirían mucho más de la promiscuidad y de la ausencia de recogimiento. Pero esta desperso~alización hacia ~a que todo en la U.R.S.S. parece tender ~puede ser considerada un progreso? Por mi parte, lo dudo mucho. ¡
IIL En la U.R.S.S., se ite por anticipado y una vez para siempre que, en todo y sobre cualquier tema, no puede haber más de una opinión. El espíritu de la gente, además, está moldeado de tal suerte que su conformismo le resulta ·fácil, natural, insensible, hasta el extremo -a mí modo de ver- que no encierra hipocresía. ¿Es ésta la gente que hizo la revolución? N o; ésta es la que se beneficia de ella. Cada mañana, Pravda los alecciona sobre lo que es oportuno saber, pensar, creer. ¡Y no es recomendable salirse de ahí! De resultas, siempre que se habla con un ru~o, es como si se hablara con todos. No porque cada unol obedezca de manera precisa una consigna, sino porque todo está dispuesto de modo tal que nadie pueda diferenciarse. No olvidemos que este moldeamiento del espíritu empieza desde la más tierna infancia ... De ahí, increíbles consensos que a ti, extranjero, te extrañan a veces, y ciertas posibilidades de felicidad que te sorprenden rúás aún. Te compadeces de ellos por hacer cola durante horas; ellos, en cambio, encuentran tan natural esperar. El pan, .la verdura, la fruta te parecen malos; pero no hay otros. Esas telas, esos objetos que te presentan, tú los encuentras feos; pero no hay donde escoger. Sin más posibilidad de
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comparac10n que un pasado .poco añorable, te conformarás gozoso con lo que te ofrecen. Lo importante aquí es convencer a la gente de que es todo lo feliz que se puec. de ser, en espera de días mejores; convencerla de que los demás, en el resto del mundo, no son tan felices. El único camino, para ello, es impedir cuidadosamente cualquier 1 comunicación con el exterior (me refiero a lo que está más lf¿ allá de las fronteras). Con lo cual, en igualdad, o incluso en sensible inferioridad, de condiciones de vida, el obrero ruso se considera feliz, es más feliz, mucho más feliz que el obrero de Francia. Su felicidad hecha de esperanza, de confianza y de ignorancia.
Me resulta extremadamente difícil ordenar estas reflexiones, tan imbricados y supe;puestos están aquí los problemas. Yo no soy un técnico y es la repercusión de los problemas económicos lo que me interesa. Entiendo perfectamente, desde un enfoque psicológico, la importancia de actuar en el aislamiento, de dar opacidad a las fronteras: mientras no cambien y mejoren las cosas, es importante para la felicidad de los habitantes de la U.R.S.S. que dicha felicidad quede protegida. iramos en la U.R.S.S. un extraordinario Ímpetu hacia la educación, la cultura; pero lo único que enseña ·;¡ 1. : --' esta educación es aquello que puede inducir el espíritu a 1 \ ,_ • celebrar el actual estado de cosas y a pensar: la C'¿¡' t~-- o' •> .• U.R.S.S .... Ave! Spes unica! Dicha cultura está toda ella ~\·~~\\ ~·l Cr\i,,;~ encarrilada en un mismo sentido; no tiene nada de desin] teresada; es acumulativa y el espíritu crítico (a pesar del ~ marxismo) está casi por completo ausente en ella. Ya sé: se hace mucha gala allí de la llamada "autocrítica". De le) "'~I;.Q. '1\M~- jos la iraba y pienso que hubiera podido dar resulta~ l¿"'' (.~ IAVC.f 1 dos maravillosos, de ser aplic~da seria y sinceramente. l Pero pronto he acabado entendiendo que, fuera de las de~ nuncías y de las- reprimendas (la sopa del comedor está · ~ poco hecha o la sala de lectura del club está mal barrida), {) a\ \J IGl ¿ esta crítíca consiste únicamente en preguntarse si tal o cual . r • 101• ~ cosa está o no está "en la línea". N o es ésta, la línea, lo , - Cf;t- .;-Hl' • r.t~-o . . . ..> • • que se d1scute. Lo que se d1scute, es saber s1 tal obra, tal
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gesto o tal teoría se ajusta a dicha sacrosanta línea. Y ¡ay de aquel que intentaría ir más lejos! Criticar hasta donde marca la línea, todo lo que uno quiera. Cruzarla está prohibido. Hay ejemplos de ello en la historia. Y nada pone tanto en peligro la cultura como semejante estado de ánimo. Me explicaré más adelante. El ciudadano soviético vive en una extraordinaria ignorancia del extranjer_o. 8 Más aún: le han conven~ido de d-t~ 'i. que todo, en el extranJero, y en todos los campos, tba mu- (· ~ cho peor que en la U.R.S.S. Esta ilusión está hábilmente >1VUJ_J.t( ·A a_l~mentada, pues 1? importante es que ,c~da cual, aun sin- cl, t..y{v. . . .k;u tlendose poco satisfecho, celebre el reg1men que lo res· Q guarda de males peores. De ahí cierto complejo de superioridad del que daré unos ejemplos: Cada estudiante tiene por obligación estudiar un idioma extranjero. El francés está totalmente abandonado. El inglés, y sobre todo el alemán, éstos son los idiomas que supuestamente conocen. Me sorprende oírlos hablar tan mal; un alumno de segundo año en nuestro país sabe más. Uno de ellos, al que preguntamos, nos da la explicación siguiente (en ruso, y nos lo traduce Jef Last): -Unos años atrás, Alemania y los Estados Unidos podían todavía enseñarnos en algunos puntos. Pero hoy en día, ya no nos queda nada por aprender de los extranjeros. ¿De qué sirve entonces hablar su idioma?9 Además, si pese a todo les llega a inquietar lo que ocurre en el extranjero, se preocupan mucho· más por lo que el extranjero piensa de ellos. El punto importante para ellos es saber si los iramos bastante. Su temor es 8. O en todo caso,· sólo sabe lo que le afianza en su opinión. 9. Es cierto que ante nuestra estupefacción no disimulada, el estudiante añadía: "Entiendo y entendemos hoy día que es un razonamiento absurdo. El idioma extranjero, cuando ya no sirve para instruir, todavía puede servir para enseñar."
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que no estemos suficientemente informados sobre sus méritos. Su deseo respecto a nosotros no es tanto que les informemos sino que los felicitemos. Las encantadoras niñas que se apiñan a mi alrededor en. este jardín de infancia (del que, por cierto, sólo se pueden hac~r elogios, como de todo lo que se realiza aquí para la JUVentud), me acosan con preguntas. Lo que tienen curiosidad por saber no es si en Francia disponemos de jardines de infanda, sino al contrario, si sabemos que ellos en la U.R.S.S. tienen jardines de infancia tan hermosos. Las preguntas que le hacen a uno resultan a veces tan pasmosas que vacilo en reproducirlas. Se podría pensar que me las invento: -Sonríen escépticos cuando digo que París, también, tiene su metro. ¿Tenemos acaso tranvías?, ¿omnibuses? ... Uno (ya no se trata de niños, sino de obreros cultos) pregunta si también tenemos escuelas en Francia. Otro, algo mejor informado, se encoge de hombros, escudas, sí, los ses las tienen, pero allí pegan a los niños; lo sabe de fuentes fidedignas. Que todos los obreros en nuestro país son muy desgraciados, eso no tiene vuelta de hoja, puesto que aún no hemos "hecho la revolución". Para ellos, fuera de la U.R.S.S., es la noche. Ex~ cepto algunos capitalistas desvergonzados, el resto del mundo en su totalidad fórcejea en las tinieblas. Jóvenes cultas y muy "distinguidas" (en el campamento de Artek en donde sólo se ite a los fuera de serie) se extrañan mucho cuando al hablar de películas rusas, les digo que Chapáev y N os otros, los de Cronstad tuvieron mucho éxito en París. Les habían asegurado sin embargo que todas las películas rusas estaban prohibidas en Francia: Y al ser sus maestros la fuente de semejante afirmación, me percato claramente de que la palabra que estas jóvenes ponen en entredicho es la mía. ¡Los ses son tan bromistas! En compañía de unos oficiales de marina, a bordo de un acorazado que acaban de hacerme irar ("totalmente hecho en la U.R ..S.S., que conste"), me atrevo a aventurar que, me temo, no se está tan bien informado en la
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U.R.S.S. sobre lo que se hace en Francia, como en Fran. cía sobre lo que se hace en la U .R.S .S.; se levanta un murmullo a todas luces des aprobador' "Pravda nos informa suficientemente sobre todo." Y de pronto, se déstaca uno del grupo y exclama, lírico: "Para contar todo lo nuevo y hermoso y grande que se está haciendo en la U.R.S.S., no se encontraría bastante papel en el mundo." En ese mismo campamento de Artek. paraíso para niños modelos, pequeños prodigios, condecorados, diplomados -con lo cual, prefiero de lejos otros campamentos de pioneros más modestos, menos aristocráticos-, un niño de trece años que, si entendí bien, viene de Alémania pero está ya moldeado por la Unión Soviética, me guía a través del parque cuyas bellezas va ensalzando. Recita: "V ea: aquí hace poco no había nada ... Y, de repente: esta escalera. Y todo es así en la U.R.S.S.: ayer nada; mañana todo. Mire a esos obreros allí, ¡cómo trabajan l Y en todas partes en la U.R.S.S., escuelas y campamentos como éste. Claro, no exactamente tan hermosos, pues este campamento de Artek no tiene igual en el mundo. A Stalin le interesa de modo muy especial. Todos los niños que vienen aquí son notables. "Escuchará usted dentro de poco a. un niño de trece años que se convertirá en el mejor violinista del mundo. Aquí su talento ha sido ya tan apreciado que le ~a? regalado un violín histórico, el de un fabricante de VI~hnes de 1, antano muy ce'1 ebre. 10 "Y aquí: ¡Mire esta pared! ¿Diría alguien que ha sido construida en diez días?" Tan sincero parece el entusiasmo de ese niño que me abstengo de hacerle notar que ese muro de contención, levantado con excesivas prisas, va se está fisurando. N o consiente en ver, no puede ver, más que lo que halaga su orgullo, y añade en un arrebato: N
lO. Poco después escuché a ese pequeño prodigio tocar con su Stradivarius a Paganini, seguido de un pot-pourn de Gounod y he de itir que me dejó atónito.
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"¡Hasta los niños se asombran!" 11 . Estas palabras infantiles (palabras dictadas, aprendidas tal vez) me parecieron tan tópicas que las anoté esa misma noche y las reproduzco aquí íntegramente. N o quisiera sin embargo dar a pensar que Artek no me ha dejado otros recuerdos. Es verdad: ese campamento de niños es maravilloso. En un paraje irable muy ingeniosamente acondicionado, Artek se presenta escalonado en terrazas y se acaba en el mar. Todo lo que se ha llegado a imaginar para el bienestar de los niños, para su higiene, su entrenamiento deportivo, su placer, todo está agrupado y ordenado sobre estos escalones y a lo largo de las pendientes. Todos los niños respiran salud, felicidad. Se quedaron muy decepcionados cuando les dijimos que no íbamos a poder permanecer hasta la noche: habían preparado la tradicional hoguera, adornado los árboles del jardín de abajo con banderolas en nuestro honor. Pedí que se adelantaran los diversos festejos, cantos y bailes, previstos para la noche. El camino de vuelta era largo; insistí en volver a Sebastópol antes del anochecer. Y tuve 11. Hablando con Eugene Dabit de ese complejo de superioridad al que su extremada modestia le hacía particularmente sensible, me pasó el segundo volumen de Las almas muertas que estaba leyendo. Empieza con una carta de Gógol en la que Dabit me enseña el siguiente pasaje: "Muchos rusos, principalmente los jóvenes, exaltan desmesuradamente nuestras virtudes; en vez de desarrollar en ellos esas cualidades, sólo piensan en mostrarlas y gritar a E.~ropa: "¡Mirad, extranjeros, somos mejores que vosotros! "Esa vanagloria es enormemente perniciosa. Al mismo tiempo que irrita a los otros perjudica a los que así la proclaman. La jactancia envilece la más hermosa acción del mundo ... En lo que a mí respecta, en vez de esa insuficiencia prefiero un desaliento pasajero." -Esta "jactancia" rusa que lamenta Gógol se ve desarrollada y alentada por la educación actual.
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razón, pues fue esa misma noche cuando Eugene Dabit, que me había acompañado, cayó enfermo. Nadie .sin embargo lo presagiaba entonces y pudo regocijarse plenamente con el espectáculo que nos ofrecieron esos niños; en particular con el baile de la exquisita pequeña tadzhika que se llama, creo, Tamar: aquella precisamente que se veía abrazada por Stalin en todos los enormes carteles que cubrían las paredes de Moscú. N a da describiría el encanto de ese baile y la gracia de esa niña. "U no de los recuerdos más exquisitos de la U.R.S.S.", me decía Dabit; y yo compartía su opinión. Fue su último día de felicidad. El hotel de Sochi es de lo más ameno y sus jardines muy hermosos; la playa es muy agradable, pero illmediatamente los bañistas quisieran oírnos decir que no tenemos nada comparable en Francia. La educación nos impide contestarles que en Francia lo tenemos mejor, mucho meJOr. No: el hecho irable aquí es que este semilujo, estas comodidades están a disposición del pueblo -eso suponiendo que los que vienen aquí no son más bien, nuevamente, unos privilegiados. En general se favorece a los más meritorios, pero bajo condición, no obstante, de su conformidad, de su amoldamiento a la "línea"; y son éstos los únicos en beneficiarse de las ventajas'. Lo irable, en Sochi, es esa abundancia de sanatorios, de casas de descanso, alrededor de la ciudad, con maravillosas instalaciones. Y me parece perfecto que todo eso se haya construido para los trabajadores. Pero, al lado, resulta tanto más doloroso ver a los obreros empleados en la construcción del nuevo teatro, tan mal pagados y apiñados en sórdidos campamentos. Lo irable, en Sochi, es Ostrovski. (Véase Apéndice.) Si el hotel de Sochi ya merecía mis elogios, qué decir del de Sinop, cerca de Sujumi, muy superior y capaz de competir con los mejores, más hermosos y más confortables balnearios extranjeros. Su irable jardín se remonta al antiguo régimen,. pero el propio edificio del hotel es
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~e construcción muy reciente, con instalaciones muy inteligentes y un aspecto tanto exterior como interior de lo más logrado; cada habitación tiene su cuarto de baño y su t~rraz~ particular. El mobiliario denota un gusto perfecto; la cocma es excelente, una de las mejores que hayamos probado en la U.R.S.S. El hotel Sinop es uno de esos lugares del mundo en que el hombre se encuentra más cerca de la felicidad. Al lado del hotel, ha sido creado un sovjós para su abastecimiento. iro ahí una caballeriza modelo, un establo mo~elo, una pocilga modelo, y sobre todo un gigantesco gallinero ultramoderno. Cada gallina lleva en una pata una anilla numerada; su postura está cuidadosamente registrada; para poner sus huevos, cada una dispone de un pequeño nicho particular en donde se la encierra y del que no sale hasta haber puesto. (Y no me explico que con tantos cuidados, los huevos que nos sirven en el hotel no sean mejores.) Añadiré que no se entra en esos locales hasta no haber pisado una alfombra impregnada de sustancia esterilizante para desinfectar los zapatos. El ganado, por su parte, pasa al lado; ¡qué le vamos a hacer! Si se cruza un riachuelo que deslinda el sovjós, aparece una hilera de chabolas. Allí viven cuatro en una habitación de dos metros cincuenta por dos, alquilada a dos rublos por persona y por mes. La comida, en el restaurante d~l .sovjós, vale dos rublos, un 'lujo que no se pueden permltlr aquellos cuyo salario no pasa_de setenta y cinco rublos al mes. Estos se tienen que conformar, además del pan, con un pescado secado.
N o protesto contra la desigualdad de los salarios; reque era necesaria. Pero existen medios para pahar las diferencias de condición; me temo, en cambio, que en lugar de atenuarse estas diferencias vayan acentuándose. Me temo que dentro de poco vuelva a formarse un nuevo tipo de burguesía obrera .satisfecha (y, por ende, conservadora, ¡cómo no!) de sobra comparable con la pequeña burguesía nuestra. Mire adonde mire, veo síntomas que· lo presa~onozco
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Desgraciadamente, es innegable además que los instintos ~'1Uwfu(.(,2. burgueses, pusilánimes, entregados a su único placer, indi- e.. 't\
12. La reciente ley contra el aborto ha causado consternación en todos aquellos que, por causa de su insuficiente salario, se veían incapaces de fundar un hogar, de mantener una familia. También ha consternado a otras personas y por razones muy distintas: ¿no habían prometido respecto a esta ley una especie de plebiscito, de consulta popular que deb~a decidir la cuestión de su aceptaci?n y vigencia? Una inmensa mayoría se ha declarado (mas o menos abiertamente, es cierto) en contra de esta ley. N o se ha hecho c~so de la opinión y la ley ha sido apr?bada, pese a todo, ante el estupor casi generalizado. Los¡periódicos, por supuesto, se han limitado a publicar sobr~ todo las aprobaciones. En las conversaciones privadas que he llegado a sostener al respecto con ;ario~ ,obrer~s, sólo he ·oído recriminaciones timoratas, restgnaoon que¡ umbrosa. Y aún esta ley, puede que tenga en cierta medida alguna justificación. Responde a abusos particularmente. lamentables. Pero ¿qué pensar, desde un punto de v1sta marxista, de la ley, más antigua, contra los homosexuales la cual, asimilándolos a contrarrevolucionarios (pues se persigue el anticonformismo hasta en las cuestiones sexuales), los condena a cinco años de deportación, renovables si no se han enmendado con el exilio? 49
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mayoría. Y ante nuestros ojos, vuelven a formarse capas sociales por no decir clases, una especie de aristocracia; no ~ me refiero a la aristocracia del mérito y del valor perso~-Of.J'>r!oÚ!C. nal, sino precisamente a la del pensamiento correcto, del 1 conformismo, la cual en la generación siguiente se converh-t rr;v~,<;,;a,P tirá en la aristocracia del dinero. C0f'f(('J(J ¿Son exagerados mis temores? Quisiera poder pensarlo. La U.R.S.S., por otro lado, nos ha demostrado la capacidad que tiene de cambiar bruscamente. Ahora bien, para poner fin a este aburguesamiento, alentado y respaldado hoy en día por los dirigentes, mucho me temo que pronto acabará imponiéndose un repentino cambio de timón que puede resultar tan brutal como el que acabó con la N .E.P. ¿Cómo no disgustarse ante el desprecio, o cuando menos la indiferencia, que los que están y se sienten "del lado bueno" manifiestan hacia los "inferiores", los criados, 13 los peones, los jornaleros, e iba a decir: los pobres? 2.. Y a no existen clases en la U.R.S.S., de acuerdo. Pero hay \r,á::h pobres. Los hay en abundancia; en excesiva abundancia. -~ Yo, en cambio, abrigaba la clara esperanza de que ya no vería pobres, o para ser más exacto: para dejar de verlos c. es por lo que fui a la U.R.S.S. 'i::'1:?>U<',)Q_.t,
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13. Y, como reflejo de esa actitud, ¡qué servilismo, qué obsequiosidad, entre el personal de servicio, no entre los empleados d~ los hoteles que suelen ser gente perfectamente digna -y muy cordial a la par-, sino precisamente entre aquellos que tratan con los dirigentes, con los "responsables" ! 14. Me apresuro sin embargo a añadir la anécdota siguiente: en el jardín público de Sebastópol, un niño lisiado que sólo puede moverse con muletas pasa entre los bancos ocupados por la gente que pasea. Observo, largamente, al niño que pide limosna. De las veinte personas a las que se ha dirigido dieciocho le han dado; pero probablemente se han dejado conmover tan sólo por su estado.
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·Por añadidura, la filantropía ya no se estila, como tampoco la simple caridad. 14 El Estado se encarga de ello .. Se encarga de todo y la necesidad de socorrer, claro está, desaparece. Lo cual genera cierta sequedad en las relaciones, por mucha camaradería que haya. Y por supuesto, no se trata aquí de relaciones entre iguales: frente a dichos "inferiores", el complejo de superioridad adquiére toda su fuerza. ~Jr.:.J
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Esta mentalidad pequeñoburguesa que, me temo: tiende a desarrollarse allá es, a mi modo de ver, profunda ~ y fundamentalmente contrarrevolucionaria. Pero l9 que hoy se denomina "contrarrevoluciona- r . ~(, ~}2., río", en la U.R.S.S., no es eso en absoluto. Es incluso "'~ '"'" 0 L<,y.:Vt.nli¡ poco más o menos lo contrario. é.. \.o •,~L.,¡, El espíritu tachado hoy de "contrarrevolucionario" es aquel mismo espíritu revolucionario, aquel fermento que empezó por hacer saltar los diques semipodridos del viejo mundo zarista. Quisiera uno poder pensar que un rebosante amor hacia los hombres, o al menos una imperiosa necesidad de justicia, llena los corazones. Pero, realizada ya la revolución, triunfante y estabilizada, ni hablar de es~, y los sentimientos de esta índole, que al principio alentaban a los primeros revolucionarios, acaban estorbando y molestando, como lo que ha dejado de ser útil. Me hacen pensar, dichos sentimientos, en esos puntales que permiten levantar un arco, pero que son retirados lue- e,.J t6vcc.cl.
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U;R.S.S.; lo q~e se int~nta alcanzar es que esta aprobano sea restgnada, smo sincera y hasta entusiasta. Lo mas ,as.ombroso es que se consigue tal cosa. Por otra parte, la ~umma protesta, la mínima crítica, ya expuesta a las penas mayores, ~e ~e además, inmediatamente ahogada. Y dudo que :n mngun otro pats hoy por hoy, ni siquiera en la Alemama de Hitler; exista espíritu menos libre,_ más doblegado, más temeroso (aterrorizado), más· avasallado. Ct~n
IV. En la refinería de petróleo, en las cercanías de Sujumi, en donde todo parece notable: el comedor, 12tS viviendas de los obreros, su club (en cuanto a la fábrica, como no entiendo nada, la voy irando, confiado), nos acercamos ru Se_ al "Periódico mural", colgado como de costumbre en una J --.1\ ~-'"~ 2. sala del club. No nos da tiempo de leer todos los artículos pero nos extraña que en la sección "Socorro Rojo", desti- ~~~2.u...i~.
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\Jl&t!-r. o~_ \,y; Acto seguido, brindis por Stalin otra vez. La clave de es'""'-~\!
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tas reacciones está en que frente a las víctimas del fascismo, en Alemania y en otras partes, la actitud a adoptar · era sabida. En relación con los disturbios y la lucha en España, en cambio, la opinión general y particular estaba a la espera de las directrices de Pravda, que aún no se había pronunciado. Nadie se atrevía a aventurarse antes de saber qué convenía pensar. Sólo pasados unos días (habíamos llegado a Sebastópol), empezó a inundar los periódicos una inmensa ola de simpatía, iniciada en la Plaza Roja, y por doquier se organizaron suscripciones voluntarias para ayudar a los republicanos. En la oficina de esa fábrica, nos había llamado la atención un gran retrato simbólico; se veía, en el centro, a Stalin hablando y, distribuidos a ambos lados, a los del gobierno aplaudiendo.
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La efigie de Stalin se encuentra en todas partes, su nombre está en todas las bocas, no hay discurso que no lo · mencione. En Georgia especialmente, no he conseguido entrar en una habitación ocupada, por humilde, por sórdida que fuera, sin advertir un retrato de Stalin colgado en la pared, en el lugar donde probablemente se encontraba antes el icono. Adoración, amor o recelo, ignoro qué será; siempre y por todas partes está presente. Camino de Tbilisi a Batumi, pasamos por Gori, la pequeña ciudad en donde nació Stalin. Se me ocurrió que probablemente sería un gesto de cortesía enviarle un mensaje, respondiendo al recibimiento de la U.R.S.S. en donde, por todos lados, nos han adamado, festejado, atendido. Jamás se me volvería a presentar mejor ocasión. Hago parar el coche delante de correos y entrego el texto de un despacho. Dice más o menos lo siguiente: "Al pasar por Gori en el transcurso de nuestro maravilloso viaje, siento la cordial necesidad de dirigirle a usted ... " Pero aquí, el traductor se detiene: no puedo hablar de esta forma. No basta con el "usted" cuando dicho "usted" es Stalin. N o
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sería correcto. Conviene añadirle algo. Pero al ver que manifiesto cierto estupor, se entabla una consulta. Me proponen: "Usted, jefe de los trabajadores", o "padre de los pueblos" o ... ya no sé qué másY Lo encuentro absurdo; protesto que Stalin está por encima de tales zalamerías. Forcejeo en vano. No hay nada que hacer. Mi despacho será aceptado sólo si acepto el añadido. Y puesto que se·trata de una traducción que me veo incapaz de controlar, me rindo por desgaste, no sin rehusar toda la responsabilidad y pensar, entristecido, que todo esto con- . tribuye a interp.oner entre Stalin y el pueblo una tremenda, una infranqueable distancia. Como, por otro lado, ya ' había podido constatar retoques y "puntualizaciones" si- e '-"~ 0'-\(w',n 16 milares en las traducciones de diversos discursos que JJ<._ (),,_-:\o ('-~,( había tenido ocasión de pronunciar en la U.R.S.S., me t
15. Parece que esté inventando ¿verdad? Desgraciadamente, no. Y que no me vengan a decir que nos había tocado en ese caso algún subalterno estÚpido, torpemente movido por su celo. No, teníamos con nosotros, participando en la discusión, a varios personajes harto importantes y que, en cualquier caso, conocían perfectamente las ''usanzas''. 16. N. me explica que está bien visto poner un epíteto detrás de la palabra "destino" que yo empleaba, tratándose del destino de la U.R.S.S. Acabo proponiendo "glorioso", idóneo, según N., para conciliar todos los votos. En cambio, me pide que acceda a suprimir la palabra "grande" delante de "monarca". Un monarca no puede ser grande. (V. Apéndice, III). 17. ¡Hasta me han atribuido declaraciones diciendo que la juventud sa no me comprendía ni me amaba; que me comprometía en lo sucesivo a no escribir más que para el pueblo! etc.
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ciones, a menudo involuntarias, ninguna malignidad: más bien al contrario, el deseo de ayudar a alguien que no está al corriente de las costumbres y que sin duda no desea otra cosa que someterse a éstas, conformando de acuerdo ~on ellas sus expresiones y pensamientos. Stalin demuestra, en el establecimiento del primero y del segundo plan quinquenal, una sabiduría tal, una flexibilidad tan inteligente en las sucesivas modificaciones que ha considerado oportuno introducir, que uno acaba peguntándose si mayor constancia era posible, si no se imponia realmente ese progresivo desprendimiento de la línea original, ese alejamiento del leninismo; si un ahínco mayor no le exigía al pueblo un esfuerzo sobrehumano. Sea como sea, desengaño hay. De no ser Stalin, entonces es el hombre, el ser humano, el que decepciona. Aquello que intentábamos, que anhelábamos, que creíamos a punto de conseguir, después de tantas luchas, de tanta sangre derramada, de tantas lágrimas, ¿estaba pues "por encima de las fuerzas humanas"? ¿Tenemos que seguir a la expectativa, abandonar o diferir las esperanzas? He aquí lo que la gente en la U.R.S.S. se pregunta angustiada. El mero asomo de este interrogante ya es excesivo. Tantos meses de esfuerzos, tantos años han pasado, que uno tiene derecho a preguntarse: ¿podrán por fm levantar un poco la cabeza? -Nunca las frentes han estado más doblegadas. De lo que no cábe duda es. de ·que hay divergencia respecto al ideal primitivo. Sin embargo, ¿tiene que llevarnos esta constatación a poner en tela de juicio la posibilidad inmediata de lo que perseguíamos en un principio? ~ N?s e1_1contramos ant~ un fracaso o ante el oportuno e mdtscuttble acomodamiento a dificultades imprevistas? ¿Acarrea fatalmente una degradación este deslizamiento d,e la "mística" a la "política"? Ya no se trata aquí de teona, en efecto; estamos en el térreno de la práctica; hay que c~:mtar con el menschliches, allzumenschliches -y con el enemtgo. Múltiples resoluciones de Stalin -últimamente casi
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rodas están tomadas en función de Alemania y dictadas por el miedo que ésta genera. La progresiva restauración de la familia, de la propiedad privada, de la herencia hallan una explicación válida: es importante comunicar al ciudadano soviético el sentimiento de que tiene algún bi~n personal que defender. Pero por este camino, paso a paso, el impulso original se va quedando adormecido, se va perdiendo, y la vista deja de fijarse hacia delante. Habrá quien me diga que era necesario, urgente, porque un ataque por el flanco putlde echar a perder la empresa. Pero con un acomodamiento tras otro se acaba comprometiendo la- empresa. · Otro temor recorre la U.R.S.S., el del "trotskismo" y del actualmente llamado: espiritu contrarrevolucionario. Hay hombres en efecto que se niegan a pensar que esa transigencia fuese necesaria; consideran todos esos amoldamientos como otras tantas derrotas. Tal vez la desvíación de las primeras directrices tenga sus explicaciones, / . que 1es Importa . sus excusas: pero a e11os 1o umco es la d esviación en sí. Hoy día, sin embargo, el espíritu de sumísión, el conformismo, eso es lo que se exige. Serán tachados de "trotskistas" todos aquellos que no se dan por satisfechos. Tanto es así que uno acaba preguntándose qué ocurriría si resucitara hoy el propio Lenin ... Afirmar que Stalin tiene razón en todo, equivale a decir que Stalin acaba con todo.
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Dictadura del proletariado, nos prometían. Nada más lejos de la realidad. Sí: dictadura, por supuesto; pero la de un hombre, no ya la de los proletarios unidos, de los Soviets. Es capital no dejarse ilusionar, y no hay más salida que reconocer muy claramente: no es esto lo que queríamos. Un poco más, y hasta diremos: es exactamente esto lo que no queríamos. Suprimir la oposición en un Estado, o incluso sencillamente impedir que se exprese, que actúe, es algo gravísimo: la invitación al terrorismo. No cabe duda de que si todos los ciudadanos de un Estado pensaran lo mismo re-
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sultaría más cómodo para los gobernantes. Ahora bien, ¿quién, ante semejante empobrecimiento, se atrevería aún a hablar de "cultura"? Sin contrapeso, ¿cómo no iba a caer el espíritu en un sentido único? Es dar prueba de gran sa.bidurí~, consi~ero yo, el escuchar a los partidos con:rar~os; cm darlo~ m eluso si es preciso, a la vez que se le~ 1mp1de hacer dan o: luchar contra ellos, pero no suprimtrlos. Suprimir la oposición ... es una suerte probablemente que Stalin no lo consiga del todo. . "La humanidad no es sencilla, hay que hacerse a la tdea; cualquier intento de simplificación, de unificación, de reducción desde afuera siempre resultará odioso y contraproducente, siempre será una farsa grotesca. Pues lo que fastidia a ~t?alie es que siempre es Eliacín quien escapa, 1?.1~e fast1~1~ a Herodes es que siempre es la Santa F amtl1a -escnbt a yo en N ouveaux prétextes, en 191 O.
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V. Escribía antes de ir a la U.R.S.S.: Creo que el valor de un escritor está ligado a la fuerú revolucionaria que lo anima, o mejor dicho (no soy tan loco en efecto como para atribuir valor artístico únicamente a escritores de izquierda): a su fuerza de oposición. Esta fuerza se encuentra tanto en Bossuet, Chateaubriand ~ o, actualmente, en ~laudel, como. en Moliere, Voltaire, u~ Hugo y muchos mas. En una SOCiedad como la nuestra, ·~ .. un gran escritor, un gran artista, es esencialmente anticon- (}_,c.;,v e. f formista. Avanza a contracorriente. Era verdad en el caso de Dante, de Cervantes, de Ibsen, de GógoL. Parece que deja de serlo en el caso de Shakespeare y sus contemporá-"2.u.~.t,v)OíV<~~.ÍIII1 neos para los que John Addington Symonds encontró las 1 palabras justas: What made the playwrights of that epoch so ~
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great... was thatthey (the authors) lived and wrote in fuUest sympathy with the whole people. 18 Probablemente no era
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18. "Lo que hizo que el arte dramático de esa época llegara tan alto ... es que los autores entonces. vivían y escribían sintonizando plenamente con el pueblo entero"
(General introduction 'to the Mermaid Series).
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cierto para Sófocles y desde luego no para Home ro, del que pensábamos que prestaba su voz a la misma Greci a. Tal vez deje ser verdad, el día en que ... Esta inquietud precisamente es la que carga de angustiado interrogant e la mirada que dirigimos hacia la U.R.S.S.: ¿permitirá el triunfo.de la revolución que sus artistas se dejen llevar por la corriente? Pues cabe preguntarse qué pasará si el Estado social transformado deja al artista sin ningún motiv o de protesta. ¿Qué hará el artista si ya no tiene que pronunciarse en contra, si sólo le queda dejarse llevar? Acaso ~/ mientras dure la lucha y hasta consolidar perfectamen te la QC'!lf¿,:,z,.>JII\C"yictoria, el artista podrá plasmar esa lucha en su obra y, al 1 1 ser partícipe en el combate, contribuir al triunfo. Pero después ... Estas eran mis inquietudes de ir a la U.R.S.S. -Sab e, me explicó N., eso ya no era en absoluto lo que reclamaba el pú~lico; no es eso para nada lo que que- · remos hoy en día. El había representado_ un ballet muy notable y que llamó mucho la atención. ("El" era Shost akovich, del que yo había oído unos elogios de los que sólo se reservan para los genios.) Ahor a bien, ¿qué quiere usted que haga el pueblo con una Ópera que no le permi te, a la salida, tararear el aire? (¡Cóm o! j con ésas estaban! Sin embargo, N., a su vez artista, y muy culto, no ,había hecho hasta el momento más que observaciones inteli gentes.) . "Lo que nos hace falta ahora, son obras que todo el mundo pueda entender, y a la primera. Si Shostakovi ch no se percata de ello por sí solo, la gente se lo hará notar de sobra dejando de escucharlo.'' Repliqué que obras entre las más hermosas, y otras incluso que se vuelven las más populares, no han podid o ser apreciadas al principio sino por un ínfimo número de gente; que el propio Beethoven ... Mire, le dije, mostr ándole un libro que precisamente llevaba conmigo, lea esto: In Berlín gab ich auch (está hablando Beethoven), vor
mehreren Jahren ein Kon'l,§rt, ich grijf mich an und glaubt e, wa.r Reicht's 7..u leirten, und hoffte auf einen tüchtigen Bei-
fa!!; aber siehe da, als ich meine .hochste Bege~sterung ~usget ; prochen hatte, kein geringstes Zetchen des Beifa!ls ertonte .
N. reconoció que en la U.R.S.S. le hubter~ costado muchísimo a un Beethoven recuperarse de semeJante fracaso. "Mire , prosiguió, en nuestro país, la primera obligación de un artista es la de estar, en .la línea. ~e lo co?trario, sus dotes más hermosas seran tildadas de forma~ IS mo'. Pues sí, es la palabra que hemos acuñado par,a desi~ nar todo aquello que nos tiene sin cuidado ver u mr. Aspiramos a crear un arte nuevo, digno del gran puebl o ~ue somos. El arte de hoy ha de ser popular, o no ser. -Tod os vuestros artistas se verán reducidos al conformismo, le contesté, y acabaréis acallando a los ~ejore s, a los que no consentirán que su arte caiga en la Vl~~za , o simplemente en la sumisi6n. La cultura que pretendets servir encarnar defender, os condenará al descrédito. ' Protest6 'entonces que yo razonaba con mentalidad de burgués. En cuanto a él, afirmó, n~ le cabía .la menor duda de que el marxismo, que ya habta prod~Cido cosas tan importantes en tantos otros campos, sabna dar también obras de arte. Agregó que si esas nuevas obras tardaban en surgir era por la importancia que aún se les concedía a las obras de un pasado caduco. . Iba alzando cada vez más la voz; parecía que estuvi era dando nna clase o recitando una lección. Nuestro diál?go transcurría en el hall del hotel de Sochi: Lo dej~\S in contestarle. 'N o obstante, al cabo de unos mmutos, vmp a reunirse conmigo en mí habitación y, esta vez en voz baja: -¡Pue s claro! ya lo sé ... Pero es que nos estaban es-
) 9. También yo, varios años atrás, he dado u~ conci erto (·n Berlín. Me entregué por completo y pense que realmente había alcanzado algo; contaba por lo tanto, con un verdadero éxito. S in embargo ya ve: cuando habta dado los mejores frutos de mi inspiración, ni el mer~or asomo .de aprobación ( Goethes Briele mit lebemg,eschtchtltchen Verbm dllll'<.ett, t.ll, p.287 ).
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cuchando hace un rato y ... mí exposición tiene que abrirse dentro de poco. N. es pintor e iba a presentar al público sus últimos cuadros. A nuestra lleg~da a la U.R.S.S., la opinión pública apenas emergía de la gran controversia del Formalismo. Intenté comprender qué significaba esta palabra para la gente y llegué a la siguiente conclusión: la acusación de formalismo recaía sobre cualquier artista culpable de prestar mayor atención a la forma que al fondo. Sin contar con que el único fondo que se considera digno de interés (o mejor dicho, el único tolerado) es aquel orientado en un sentido determinado. La obra de arte será juzgada formal lista en cuanto se aparte de la orientación debida y deje, 1por tanto, de tener sentido Guego deliberadamente con la . palabra). No puedo, lo confieso, escribir las palabras"for- · ma" y "fondo" sin sonreír. Aunque llorar sería más apropiado cuando vemos que tan absurda distinción va a determinar la crítica. Se le puede conceder una eventual utilidad política, pero entonces que no se hable más de cultura. Esta se halla en peligro desde el momento en que desaparece la libertad de ejercér la crítica. En la U.R.S.S., una obra, por hermosa que llegue a ser, se ve denigrada si no está en la línea. Se considera la belleza como un valor burgués. Por más genio que demuestre un artista, la atención se desvía, y es desviada, de su trabajo, si éste no sigue la línea: conformidad es lo que se le pide al artista, al escritor; todo lo demás le será dado por añadidura. · Tuve ocasión en Tbilisi de ver una exposición de pinturas modernas que la caridad aconsejaría dejar sin comentario. Con todo, estos artistas habían alcan'l.ado su meta, la de edificar (en este caso, con la imagen), de convencer, de atraer (con la ayuda de episodios de la vida de Stalin que servían de tema para sus ilustraciones). ¡Desde luego! i Esos sí que no eran "formalistas"! Lo malo, es que tampoco eran pintores. Me recordaban la historia de 62
Apolo, el cual, para servir a eto, tuvo que apagar todos sus rayos, y de resultas ya no hizo nada que valiera la pena -o al menos que nos llegara a ~mportar. Ahor~, bien, como la U.R.S.S., ni antes ni despues de la revoluCion, ha destacado jamás en las artes plásticas, más vale ceñirnos a la literatura. ( "En la época de mi juventud, me ~ecía N., nos recomendaban unos libros, nos desaconseJaban otros; Y por supuesto, éstos eran los q~e atraían nues:r,a atención. ~a gran diferencia, hoy, rad1ca en ~u.e l~s ¡o:enes ya solo leen lo que se les aconseja, que m s1qmera t¡enen el deseo de leer otra cosa." De ahí que Dostoievski, por ~jemplo, apen~s cuenta con algunós lectores, sin que na~1e p~eda prec1sar -tan adoctrinadas están las mentes- Sl la ¡uventud promuev~ este artinconami~nto o sí lo padece. Ante la obligación de responder a una consigna, el espíritu puede sin duda percibir que no está libre. Pero si de antemano lo han conformado para que se adelante a la consigna sin necesidad de oírla, ~1 espíritu entonces pier~e hasta la conciencia de su esclavitud. Me parece que mas de un joven soviético se asombraría, y protestaría, si se le llegara a decir· que no piensa libremente. Como siempre resulta, además, que no reconocem~s el valor de determinadas ventajas hasta no haberlas perdido, nada mejor que una estancia en la U.R.S:S. (o ~n Alemania, desde luego) para ayudarnos a aprec1ar la m,apreciable libertad de pensamiento de la que gozamos aun en Francia y de la que abusamos a veces. . Me habían pedido en Leningrado que pre~arase un pequeño discurso destinado a una asamblea de :lt_eratos y de estudiantes. Sólo llevaba ocho días en Moscu y procuraba ponerme a tono. Sométí por consiguiente mi tex.to a N. y a X. Se apresuraron a hacerme entender que d1c~o texto ni estaba en la línea ni entonaba y que lo que me disponía a decir iba a parecer muy índecoros.o. a lo ere~!, lo entendí perfectamente al cab~, de un tlempo .. Ese discurso, por cierto, no tuve ocas10n de pronunciarlo. Lo transcribo a continuación:
¡'Y
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,
"Me han pedido a menudo mi opinión sobre la litera~~ '-1 ~1 d~) tura soviética actuaL Quisiera expliear por qué me he ne1· ...-- • gado a emitir un juicio. Lo·cual me permitirá a su vez pre;,e,.v \ cisar algún punto del discurso que he leído en la Plaza Ro¡>~ P 'r)h_l,r.2(i:)ja, én la solemne ocasión de los funerales de Gorki. Me • , refería en aquel discurso a los "nuevos problemas" que ~/ planteaba el propio triunfo de las repúblicas soviéticas. V~ \)V\,·~~:\e_. No sería para la U.R.S.S. la menor de sus glorias, decía, 1 ' · "-"' el hacer que esos problemas surjan para la historia y se im11 1 1"":' . ' D a do que e1 porvenir de la v-t. t:;;· pongan a nuestra me d.1tac10n. ~~ 1:_;,r ·. , cultura está, en mi opinión, estrechamente ligado a la so'W f<J.,(...,t, '¡lución que se les podrá aportar, no me parece inútil volver C\M...IJ2,.!Jf.., sobre ellos y puntualizar aquí algunos aspectos.
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,.. . .:'11R-\. A. •••en'-....,.
"La mayoría, aun compuesta de los mejores elementos, nunca aplaude lo nuevo, lo virtual, lo desconcertado y desconcertante que late en una obra; sólo.aplaude lo que de entrada puede reconocer en ésta, a saber, la banalidad. \f t(~~f Así co~o h~bía ba?alidades burguesas, hay banalidades revoluoonanas; es importante llegar a tal convencimien¡Jl 'r¡ ;.)/ ,;1, i) ~~ to. Es importante persuadirse de que en una obra de arte ·~;-,-·/ ')i~.l) :)J.). ~ e\~--' lo que configura su valor profundo y le permitirá perdurar no es nunca lo que la obra tiene de conforme con una doctrina, por más sana y legítima que sea; radica, al contrario, en su talento por plantear nuevos interrogantes que prevengan los del porvenir y en su capacidad de aportar respuestas a preguntas aún sin formular. Mucho me temo que incontables obras, extremadamente impregnadas de un puro espíritu marxista que les facilita su éxito actual, pronto acabarán desprendiendo para las generaciones futuras un insoportable olor a clínica; y creo que las obras más valiosas serán únicamente aquellas que habrán sabido librarse de esas preocupaciones. "Desde el momento en que triunfa la revolución, desde el momemo en que se instaura y se consolida, el arte corre un terrible peligro, un peligro casi tan grande como el que le suponen las peores opresiones fascistas: el de la
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ortodoxia. El arte que se somete a una ortodoxia, aun inspirada por la más sana de las doctrinas, está perdido. Termina naufragando en el conformismo. La libertad es In primero que debe y puede ofrecer al artista la revolución triunfante. Sin libertad, el arte pierde sentido y valor. "Walt Whitinan, con motivo de la muerte del presidente Lincoln, escribió uno de sus cantos más hermosos. Pero si ese canto en libertad hubiera sido forzado, si Whitman se hubiera visto obligado a escribirlo por orden y en conformidad con un canon establecido, ese treno habría perdido su virtud, su belleza; o mejor dicho, Whitman no habría podido escribirlo. "Y puesto que el consenso de la mayoría, los aplausos, el éxito, los favores quedan naturalmente reservados para aquello que el público puede reconocer y aprobar de ,buenas a primeras, o sea para el conformismo, me pregunto, inquieto, si no habrá tal vez en la gloriosa U.R.S.S. de hoy, vegetando e ignorado por la masa, algún Baudelaire, algún Keats o algún Rimbaud que, precisamente por su valor. tenga dificultades en hacerse escuchar. Éste. sin embargo. éste entre todos, es el que me importa, pues son los desdeñados de hoy, los Rimbaud, los Keats, los Baudelaire, incluso los Stendhal, quienes serán los gigantes de maí1ana."211
20. -,¡Y qué nos importan hoy, me contestarán. los Keats, Íos Baudelaire, los Rimbaud, y hasta los Stendhal? Sólo les reconocemos algún valor en tanto que reflejan la sociedad moribunda y corrompida de la que son afligentes productos. Si no pueden expresarse en la nueva sociedad de hoy, peor para ellos, mejor para nosotros pues va no nos queda nada por aprender de ellos ni de sus semejantes. El escritor que puede enseñarnos algo hoy dí a es aquel que se encuentra perfectamente a gusto en esta nueva forma de la sociedad y que sabrá exaltar lo que justamente molestaría a aquéllos. En otros términos, el escritor
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que da su aprobación, que se regocija y aplaude. -Pues, precisamente, me parece a mí que los escritos de estos encomiadores tienen escaso valor instructivo y lJUe, en la empresa de desarrollar su cultura, el pueblo no necesita para nada escucharlos. Nada mejor, para llegar a ser culto, que lo gue obliga a pensar. Respecto a lo que se podrí~ denominar literaturaespejo, esto es, aguella que se limita a ser un mero reflejo (de una sociedad, de un acontecimiento, de una época), ya he dicho mí parecer. Puede que sea la autocontemplación (y autoiración) el primer cuidado legítimo de una sociedad aún muy joven; pero sería muy de lamentar que este primer cuidado resultara también ser el único, el último.
VI. Sebastópol, última etapa de nuestro viaJe. Habrá en la U. R.S .S. ciudades más interesantes o más hermosas, pero en ninguna otra parte me había percatado tan claramente de lo fascinado que quedaría. Menos preservada, menos selecta que en Sujumi o Sochi, volvía a decubrir en sebastópol toda la sociedad, toda la vida rusa, con sus ca: rencias, sus defectos, sus sufrimientos, desgraciadamente, al lado de sus triunfos, de sus éxitos que permiten o prometen al hombre una mayor felicidad. La luz, según los días, suavizaba la sombra, o al contrario la enturbiaba. Todo lo que pudiera ver aquí, sin embargo, lo más luminoso como lo más sombrío, todo ello hada que me sintiera -a veces dolorosamente- cautivado por esa tierra, esos pueblos unidos, ese nuevo clima que favorecía el porvenir y en donde lo inesperado podía brotar ... Todo eso, tenía que dejarlo atrás. Y una angustia aún desconocida empezaba ya a embargarme: ¿qué diría de vuelta a París? ¿Cómo contestar a las preguntas que presentía? Seguramente esperaban de mí juicios sin matices. ¿Cómo llegaría a expli_car que, en la U.R.S.S., había pasado (moralmente) por oleadas de tanto calor, y de tanto frío? Al volver a declarar mi amor
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¿tendría que disimular mis reservas y mentir con una aprobaci6n global? No; soy demasiado consciente de que una actitud semejante perjudic¡¡.ría a la ve:z. a la U.R.S.S. y a la causa que representa ante nosotros. Sería sin embargo un erro< gravísimo ligar tan estrechamente ambas que la causa pueda parecer responsable de lo que lamentamos en la U.R.S.S. La ayuda que la U .R.S .S. acaba de proporcionar a España nos demuestra cuán capaz sigue siendo de aportar rectificaciones acertadas. Aún nos queda por aprender de la U.R.S.S., y por asombrarnos.
Apéndice
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Han sl¡do suprimidos de este Apéndice tres DiJcunoJ que recogílla 1.3 edición de Regreso de la U.R.S.S., y que se encuentran actualmente en el volumen Littérature engagée.
L La lucha antirreligiosa. No he visto los museos antirreligiosos de Moscú; pero sí he visitado el de Leningrado, dentro de la catedral de San Isaac, cuyo domo de oro refulgía con exquisita luz sobre la ciudad. El aspecto exterior de la catedral es muy hermoso; el interior, horrendo. Las grandes pinturas piadosas que han quedado dentro están ahí para incitar a la blasfemia: son realme)lte espantosas. El museo en sí resulta mucho menos impertinente de lo que me hubiera temido. Su propósito era contraponer la ciencia al mito religioso. U nos cicerones se encargan de ayudar a las mentes perezosas que los distintos instrumentos Ópticos, los cuadros astronómicos, o de historia natural, o anatómicos, o estadísticos, no llegaron a convencer; El conjunto resulta decente y discretamente agresivo. Tiene más de Redus y de Flammarion que de Léo TaxiL Los popes por ejemplo salen bastante mal parados. U nos días atrás, no obstante, me había cruzado casualmente, en los alrededores de Leningrado, en la carretera que va a Petrodvorietz, con un pope, uno de verdad. Su visión era, por sí sola, más elocuente que todos los Il}USeos antirreligiosos de la U.R.S.S. No me detendré en describirlo. Monstruoso, abyecto y ridículo, parecía inventado
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por el bolchevismo ..:ual espantapájaros para acabar de ahuyentar los sefll~mientos piadosos de las aldeas. N o pue~u olvidar, en carpbio, la irable pcrsoPalidad del monje guardían de la bellísima iglesia que visitamos poco antes de llegar a X ... ¡Qué dignidad en su porte! j Qué nobleza en los rasgos de su rostro! ¡Qué triste y resignado orgullo! Ni una palabra ni una señal suya en nuestra dirección; ni un intercambio de miradas. Y pensaba, contemplándolo sin que lo sospechara, en el "tradebat autem" del Evangelio, momento en que Bossuet tomaba impulso para emprender un magnífico vuelo oratorio. El museo arqueológico del Quersoneso, cerca de Sebastópol, está también instalado en una iglesia. 21 Han respetado sus pinturas murales, probablemente por su provocadora fealdad. Van acompañadas de carteles explicativos. Encima de una efigie de Cristo, se puede leer: "Personaje legendario que núnca existió." Tengo mis dudas sobre la habilidad de la U.R.S.S. en esta guerra contra la religión. Los marxistas, en este caso, podían atenerse a la historia: negar la divinidad del Cristo y hasta su existencia, si cabe, rechazar los dogmas de la Iglesia y desacreditar la Revelación, no había de ser óbice para mantener un enfoque humano y crítico sobre una enseñanza que, pese a todo, brindaba al mundo una esperanza nueva y el fermento revolucionario más extraordinario que ,se conociera entonces. Cabía decir en qué la propia Iglesia lo había traicionado; en qué esa doctrina emancipadora del Evangelio podía prestarse, con la connivencia de la Iglesia por desgracia, a los peores abusos del poder. Cualquier cosa era preferible a pasar por alto, a negar. N o se puede pretender que no ha existido y la ignorancia en que se tiene al respecto a los pueblos de la U.R.S.S. les deja sin defensa crítica y no vacunados contra una epidemia mística siempre ,posible. 21. En otra, en los alrededores de Sochi, presenciamos una clase de baile. En el lugar del altar mayor, las parejas dan vueltas al compás de un fox-trot o de un tango.
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El problema, con todo, no acaba aquí ya que he iniciado mi crítica desde su ángulo más estrecho, el práctico. La ignorancia, la negación del Evangelio y de todo lo del Evangelio que ha originado no puede sino empobrecer la humanidad, la cultura de modo sumamente lamentable. No quisiera que se sospechara de mí en esta ocasión ni que se barruntara cierto resabio de una educación y convicción previas. Hablaría del mismo modo tratándose de mitos griegos, los cuales también, en mi opinión, brindan una enseñanza profunda y permanente. Me parece absurdo creer en ellos; como sería igualmente absurdo no reconocer la parte de verdad que encierran y pensar que la cuestión queda solventada con una sonrisa y un encogimiento de hombros. Conozco de sobra el estancamiento que puede suponer la religión para el desarrollo del espíritu, la distorsión.que le imprime la creencia, y pienso que era necesario liberar al hombre nuevo de todo ello. ito igualmente que la superstición, con la ayuda del pope, alimentó en el campo y en todas part~s (he visto los aposentos de la zarina) una espantosa miseria moral, y entiendo que se haya sentido la necesidad de dar a todo esto un buen barrido, para siempre; pero ... Los alemanes recurren a una excelente imagen, de la que busco en vano un equivalente para expresar lo que me cuesta un poco formular: ban lirado al niño con el agua del baño. Consecuencia de la falta de discernimiento y de un apresuramiento ex~esivo. posible que el agua del baño estuviera sucia y ; dionda, no me cuesta nada creerlo; tan sucia incluso qu hasta se han olvidado del niño; han tirado todo de golpe, sin miramientos. Tanto es así que al oír decir ahora que por afán de acomodamiento, por tolerancia, se vuelven a fundir campanas, mucho me temo que tal cosa signifique un inicio, gue llenen de nuevo la bañera con agua sucia ... sin niño.
11',\ \ dstrovski. N o puedo hablar de Ostrovskí sin el más profundo respeto. Si no estuviéramos en la U.R.S.S., diría: es un santo. La religión no ha conseguido formar personalidades más hermosas. He aquí la prueba de que no es ella la única que moldea semejantes seres. Basta Úna convicción apasionada que además no abriga esperanza alguna de recompensa futura; lo único que se recibe a cambio es la satisfacción de haber cumplido con un austero deber. A raíz de un accidente, Ostrovski ha quedado ciego y totalmente paralizado ... Diríase que al faltarle casi por completo el o con el mundo exterior y sin nada que le permita explayarse, el alma de Ostrovski se ha desarrollado, toda ella, hacia arriba. N os acercamos solícitos a su cama que hace tiempo no ha abandonado. Me siento a su lado, le doy mi mano, que él coge, debiera decir, de la que él se apodera como de un vínculo con la vida; y durante la hora entera en que se prolongará nuestra visita, sus afilados dedos no dejarán de acariciar los míos, de entrelazarse con ellos, de transmitirme los efluvios de una vibrante simpatía. Ostrovski ya no puede ver, pero habla, oye. Su pen~ samiento resulta tanto más activo y tenso cuanto que nada jamás viene a distraerlo, a no ser tal vez el dolor físico. 74
No obstante, no se queja y su hermoso rostro demacrado tiene aún la fuerza de sonreír, pese a la lenta agonía. La habitación en donde descansa es clara. A través de las ventanas abiertas penetran el canto de los pájaros, el perfume de las flores del jardín. ¡Cuánta tranquilidad rein~ .en este lugar! Su ~adre, su hermana, sus amigos, unas VISitas permanecen discretamente sentadas, no muy lejos · d:llecho; algunos toman apuntes de lo que decimos. Le d1go a Ostrovski cuán extraordinariamente confortado me siento ante la visión de su constancia; el elogio, sin embargo, parece molestarle: lo .que hay que irar es la U.~.S.S., es el enorme esfuerzo realizado; es lo único que le mteresa, no su propia persona. Tres veces seguidas me d~spido de él, por. temor a cansado, pues no puedo concebir que un ardor tan constante no acabe debilitando a un hombre; ~1, en cambio, me pide que me quede; se nota que .necesita hablar. Seguirá hablando después de nuestra partida. Además para él, hablar es dictar. Así es como ha podido escribir (hacer escribir) ese libro en el que ha contado su vida. Está dictando otro en este momento, me dice Ostrovski. Desde que empieza hasta que acaba el día, y muy entrada la noche, trabaja. Dicta sin descanso. Por fin me levanto para irme. Me pide que lo bese. Al tocar. su ,fre~te con mis labios a duras penas consigo ret:?er mis lagnmas; me invade repentinamente la impreSIOn de que lo conozco desde hace tiempo, de que es un a~igo al que dejo; me parece también que es él quien nos de¡a y que me despido de un moribundo ... Sin embargo ya van meses y meses, me dicen, que Ostrovski da esa impresión de estar a punto de morir y que el fervor es lo único ~n rr:antener en ese cuerpo débil esta llama a punto de extmglilrse.
~.
III.
Un kol}ós. Así pues, l6,50F de jornal. Lo cual~? parece enorme. Sin embargo, el jefe de brigada del kolLos con el que tengo una larga charla mientras ~is campaneros han ido a bañarse (el koljós se halla a la onlla del mar) me ~x plica que la llamada "jornada de trabajo" es una m_edtda convencional y que un buen obrero puede consegUir do. 1e ...JOrna da" en un d'ta. 22 M e enble, 0 incluso a veces tnp seña los cuadernos individuales y las hojas de pago, que pasan por sus manos. Se tiene en cuenta. ahí no _sólo la cantidad sino también la. calidad pd trabaJO. Los Jefes de grupo le informan al respecto, y_ sobre la base de dích~s informaciones, él establece las hops de pago. Lo cual extge una contabilidad bastante complicada y mí interlocutor no disimula que se encuentra algo· abrumado; ~e declara sin embargo muy satisfecho pues ya puede regtstrar a su favor 300 jornadas de trabajo en lo que va del año (estamos a 3 de agosto). Este jefe de brigada dirige personalmente a 56 hombres; entre éstos y él, jefes de grupo. Por consiguiente, jerarquía; pero el índice de base de la "jor22. Los cálculos incluyen un fraccionamiento de las "jornadas" en divisiones decimales.
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nada" sigue siendo idéntico para todos. Además, cada uno saca beneficios personales de los productos de su jardín, cultivado una vc:z. cumplido el trabajo del koljós. Para este último, no hay horas fijas y reglamentarías: cada uno, sí no hay algo urgente, trabaja cuando quiere. Lo cual me induce a preguntar si algunos no producen menos que la "jornada" de referencia. No, nada de eso, me contesta. Claro que esta "jornada" no es un promedio, sino un mínimo bastante fácil de alcanzar. Además, los holgazanes empedernidos acabarían rápidamente eliminados del koljós cuyas ventajas son tan importantes que, por el contrario, la gente intenta entrar, formar parte ele él. Pero sin éxito: el número de koljosianos es limitado. Esos privilegiados koljosianos, por tanto, cobrarían mensualidades de unos 600 rublos. Los obreros "cualificados" reciben a veces mucho más. En el caso de los no cualificados, que forman la inmensa mayoría, el salario diario oscila entre 5 y 6 rublos. 23 El simple peón gana aún menos. El Estado podría, me parece, retribuidos mejor. Sin embargo, mientras no haya productos en mayor cantidad para el consumo, lo único que provocaría una alza de los salarios sería un aumento de los precios. Eso es, en todo caso, lo que se me objetó. Mientras tanto, las diferencias de salarios inducen a la cualificación. Los peones abundan en exceso; faltan en cambio los especialistas, los "cuadros". Todo está hecho para formarlos; y tal vez np hay nada en la U.R.S.S. que yo ire tanto como los rr{edios de instrucción más,humildes, para permitirles (sólo depende de ellos) superar su precaria situación. 2 3. Cabe recordar que, en teoría, el rublo vale 3 francos ses, o sea que el extranjero, a su llegada a la U.R.S.S., compra por 3 francos cada billete de un rublo. Ahora bien, el poder adquisitivo del rublo es apenas superior al del franco; además algunos productos, entre los más necesarios, tienen 'todavía un precio muy alto (huevos, leche, carne, sobre todo mantequilla, etc.). ¡Sin hablar de la ropa ... !
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IV.~ Bolshevo. 24 He visitado Bolshevo. Al principio no era más que un pueblo, surgido repentinamente de la tierra por encargo, hace unos seis años me parece, a raíz de una iniciativa de Gorki. Hoy en día es una ciudad bastante importante. Tiene algo muy peculiar: todos sus habitantes son antiguos criminales: ladrones, incluso asesinos ... La idea que presidió la formación y la constitución de la ciudad fue la siguiente: los criminales son víctimas, descarriados, y una reeducación racional puede convertirles en excelentes ciudadanos soviéticos. Es lo que demuestra Bolshevo. La ciudad va prosperando . Se edificaron fábricas que pasaron a ser rápidamente fábricas modelo. · Todos los habitantes de Bolshevo, enmend¡¡.dos, sin más dirección que la suya propia, son ahora trabajadores celosos, ordenados, tranquilos, particularmente pendientes de las buenas costumbres y deseosos de cultivarse; para 24. Me enteré más adelante de que sólo los criminales <¡ue se habían avenido a delatar tenían el derecho de vivir en esa ciudad modelo de Bolshevo [ver más adelante p. lO)].
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ello tienen todos los medios a su disposición. N o se contentan con hacerme irar sus fábricas sino también sus lugares de reunión, su club, su biblioteca, todas sus instalaciones las cuales, en efecto, nada dejan que desear. Sería vano buscar en el rostro de estos antiguos criminales, en su aspecto, en su lenguaje rastros de su vida anterior. Nada más edificante, nada más tranquilizado r y alentador que esta visita. Le llevaría a uno a pensar que el responsable de todos los crímenes no es el hombre mismo que los comete sino la sociedad que le· empujaba a cometerlos. Uno, y después otro, fueron incitados a hablar, a confesar sus crímenes de antaño, a contar cómo se han convertido, cómo han acabado por reconocer la excelencia del nuevo régimen y la satisfacción personal que produce subordinarse a éste. El encuentro me trae curiosamente a la memoria la serie de edificantes confesiones que oí en Thun, hace dos años, en el curso de una gran reunión de los adeptos del movimiento de Oxford. "Era pecador y desgraciado; hacía el mal; mas ahora he entendido; estoy salvado; soy feliz." Todo ello algo burdo, algo simplista y psicológicamente pobre. Con todo, la ciudad de Bolshevo sigue siendo uno de los logros más extraordinarios que puede ostentar el nuevo Estado soviético. Me pregunto si en otros países el hombre sería tan maleable.
V. Los besprizornie. Tenía la esperanza de que ya no vería a esos niños abandonados que llaman bespri7,9rnie. En Sebastópol, los hay en abundancia. Y me dicen que se ven más aún en Odesa. Ya no son exactamente los mismos que en los primeros tiempos. Los padres de los dtt hoy viven aún, tal vez; esos niños han huido de su pueblo· natal, a veces por afán de aventura; por lo común, porque se imaginaban que nadie, en ninguna otra parte, pudiera padecer tanta miseria y tanta hambre como ellos en su pueblo. Algunos tienen menos de diez años. Se les distingue por el hecho de que llevan mucha más ropa (n~ he dicho mejor) que los demás niños. Esto tiene una explicación: llevan encima todo· lo que poseen. Los demás niños, en general, no llevan más que un bañador. (Estamos en verano, el calor es tórrido.) Circulan por las calles, sin camisa, descalzos. Y no cabe interpretarlo siempre como una señal de pobreza. Vuelven de la playa, o se dirigen allí. Tienen un hogar en donde pueden ·dejar otra ropa, para los días de lluvia. para el invierno. El besprit;orni, en.cambio, no tiene casa. Además del bañador, suele llevar un jersey andrajoso. De qué viven los bespri7,9rnie, no lo sé. Lo que sí sé es
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que de tener algo con que comprarse un pedazo de pan, lo devoran. La mayoría de estos niños son alegres, a pesar de todo; pero algunos parecen estar a punto de desfallecer. Charlamos con varios de ellos; nos ganamos su confianza. Acaban 'enseñándonos el lugar donde suelen dormir cuando el tiempo no les permite pasar la noche fuera: está cerca de la plaza en donde se yergue una estatua de Lenin, bajo el hermoso pórtico que domina el muelle de embarque. A la izquierda, bajando hacia el mar, en una especie de hueco del pórtico, hay una portezuela de madera, que no se abre empujando sino tirando hacia fuera -como lo hago yo mismo cierta mañana, cuando no pasa de~a siada gente pues temo revelar su escondrijo y que los desalojen- y me encuentro.ante un cuchitril angosto, totalmente cerrado, en donde, hecho un ovillo como un gato, veo durmiendo encima de un saco a un pequeño ser famélico. Vuelvo a cerrar la puerta respetando su sueño. Una mañana, los bespri7,9rnie que conocemos han desaparecido (por lo común merodean cerca del gran parque público). Sin embargo conseguimos más tarde encontrar a uno que nos informa que la policía ha hecho una redada y ha encerrado a todos los demás. Dos compañeros míos han presenciado la operación. miliciano al que interrogan les contesta que serán confiados a una institución estatal. Al día siguiente están todos de vuelta. ¿Qué ha pasado? "No han querido guardarnos", dicen los críos. ¿No será más bien que son ellos quienes no quieren someterse a un poco más de disciplina impuesta? Resultaría muy ~ácil para la policía volver a prenderlos. Uno pensaría q~e ~e herían sentirse felices de ver que les sacan de la mtsena. ¿O será que, a la perspectiva que se les brinda, prefieren la miseria en libertad? Vi a uno muy pequeño, de apenas ocho años, al que se llevaban dos agentes de policía de civil. lb;m dos porque el pequeño forcejeaba como un animal apresado; sollozaba, pegaba alaridos, pataleaba, intentaba morder ... Aproximadamente una hora después, al volver a pasar casi por el mismo sitio, vi de nuevo al mismo niño, calmado. Estaba sentado en la acera. Sólo uno de los dos agen-
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tes permanecía de pie a su lado y le hablaba. El pequeño ya no intentaba huir. Sonreía al policía. Llegó un camión grande, se detuvo; el agente ayudó al niño a subir, ¿para llevarlo adónde?; no lo sé. Y si me paro a relatar este menudo hecho es porque pocas cosas en la U.R.S.S. me han conmovido tanto como el comportamiento de ese hombre hacia ese niño: la persuasiva dulzura de su voz(¡ ah, cómo me hubiera gustado entender lo que le decía!), todo el afecto que conseguía expresar su sonrisa, la acariciante ternura de su abrazo al levantarlo en sus brazos ... Pensaba yo en el Mwzhik. Marei del Diario de un escritor de Dostoievski -y que valía la pena ir a la U.R.S.S. para ver eso.
Retoques a mt
Regreso de la U.R.S.S. fjunio de 1937)
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J,a publicaci6n de mi Regreso de la U. R.5.5. me ha valido\ : , numerosas injurias. Las de Romain Rolland me han afligí-\:'':'~~ '·Ce + do. Jamás aprecié mucho sus escritos, pero al menos su~"" ., ~k . D e ah'1 m1. "'1'-e.t.o personal1.da d me parece d'tgna d e a1ta estima. rl , pesar: qué pocos los que alcanzan el final de su vida sin rA--:'h e;::_ haber puesto antes al descubierto el límite de su grandeza. ¿ ~~ Creo que el autor de Au-c&_sJUJ de la melée juzgaría con severidad al Rolland entrado en años. El águila ha he4ho su ., 1 nido; ahora descansa. Junto con los insultos, algunas críticas de buena fe. E scríbo este libro para contestarles. En primer lugar, Paul N izan, tan inteligente por lo común, me hace un curioso reproche: "pintar la U.R.S.S. como un mundo que ya no cambia". No sé d6nde lo ve. Que la U.R.S.S. va cambiando mes tras mes, lo he dicho. Y es precisamente eso lo que me asusta. Mes tras mes el estado en que se encuentra la U.R.S.S. va empeorando. Se aleja cada vez más de lo que esperábamos que fuera -que iba a ser.
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Vc.v \N("Z.j 1
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Desde luego iro la constancia de vuestra confianza, de vuestro amor (lo digo sin ironía); aun así, camaradas, estáis empezando a preocuparos, no lo neguéis; y os preguntáis con creciente angustia (frente a los procesos de Moscú, por ejemplo): ¿hasta dónde tendremos que seguir aprobando? Tarde o temprano, abriréis los ojos; no tendréis más remedio que abrirlos. Os preguntaréis entonces, vosotros la gente honrada: ¿cómo hemos podido mantel1erlos cerrados tanto tiempo ?2 5 Además los mejor informados entre la gente honrada no ponen seriamente en entredicho mis aserciones. Se limitan a buscar y a dar explicaciones: Sí, unas explicaciones que sirvan a la vez para justificar un lamentable estado de c0sas. Para ellos, en efecto, no se trata únicamente de mos~ar cómo se ha alcanzado este punto (lo cual, después de t6do, resulta bastante fácil de entender), sino de demostrar que es legítimo llegar hasta allí, o al menos pasar por ello, en un primer momento y en la espera de algo mejor; que se acaba alcanzando el comunismo aun siguiendo ese camino en sentido contrario al socialismo y al ideal de la revolución de Octubre; que no hay otro; y que soy yo ' quien no entiende nada del asunto.
• Examen superficial, juicio precipitado, he aquí las sentencias que se ha granjeado mi libro. ¡Cómo si no fuera precisamente la aparien~ia primera la que nos sedujera 2 L ¡Oh, cuántas almas honradas empiezan ya a atormentarse! y el tormento irá creciendo hasta que por fin no puedan sino reconocer su error. "Antiguo militante comunista, funcionario soviético, he trabajado más de tres años en la U.R.S.S. en la prensa, en el aparato de propaganda, en la inspección de empresas, y llego, después de crueles luchas internas, después de los conflictos más violentos de mi vida, a las mismas conclusiones que usted", me escribe A. Rudolf, el autor de
Abschied van Sowjetrussland.
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en la U.R.S.S.! ¡Cómo si no fuera al calar más hondo cuando la mirada se encontrase con lo peor! En el corazón de la fruta se esconde el gusano. Mas cuando os he dicho: esta manzana está tocada, me habéis acusado de no ver bien -o de no apreciar las manzanas. Si me hubiera limitado a irar, no me habríais echado en cara mi superficialidad, y sin embargo es entonces cuando hubiera merecido el reproche.
• Estas críticas las reconozco; apenas si difieren de las que se atrajo la relación de mi Viaje al Congo y de mi Re,gre.w del Cha!-. Entonces se me objetaba: 1. 0 que los abusos que yo señalaba eran excepcionales y de escasa importancia (ya que no podían negarlos); 2. 0 que para tener una razón suficiente para irar el estado actual, bastaba con compararlo con la situación precedente, anterior a la conquista (iba a decir: anterior a la revolución); 3. 0 que todo lo que yo lamentaba tenía una razón de ser profunda, que yo no había sabido entender: mal provisional en espera de un bien mayor . En esa época, las críticas, los ataques, los insultos me llegaban todos de la derecha; y a vosotros, gente de izquierda, no se os ocurría entonces esgrimir mi declarada "incompetencia", tan satisfechos estabais de poder hacer vuestras mis declaraciones, en la medida en que iban a vuestro favor y podíais utilizarlas. E idénticamente, ahora, esa incompetencia no me la hubierais echado en: cara, de haber yo alabado la U.R.S.S. y declarado que todo allí iba a las mil maravillas. No obstante (y es lo único que me importa), las comisiones de investigación en el Congo confirmaron posteriormente todo lo que yo había señalado. Del mismo modo, los abundantes testimonios que me llegan, los informes que he podido leer, las relaciones de los obs~rvadores imparciales (por muy "amigos de la U.R.S.S." que sean, o hayan sido antes de ir a ver) han venido a s:orroborar mis
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aserciones respecto al estado actual de la U.R.S.S., a consolidar mis temores.
El gran punto débil de mi Viaje al Congo, y lo que hacía mi testimonio más vulnerable, nacía de que yo no podía revelar mis fuentes para no exponer al castigo a las personas que, confiadas en mi discreción, habían hablado conmigo -o me habían facilitado el a documentos que por lo común las autoridades prefieren ocultar, y que por tanto yo no podía citar.
II. Se me ha hecho el reproche de fundar juicios desmesurados sobre bases demasiado limitadas y de llegar con excesivo apresuramiento, ·a partir de constataciones episódicas, a conclusiones inconsideradas. Los hechos que yo citaba, que había observado, tal va fueran exactos pero eran excepcionales y no demostraban nada. Me he limitado a transcribir aquellas observaciones que resultaban más típicas. (Aportaré luego unas cuantas más.) Me había parecido inútil recargar mi libro con informes, cifras, estadísticas; en primer lugar, porque mi ~. \rc.-s. norma consistía en descartar todo aquello que no hu~iese 1 \ fi~ n r r..tcd \.l.o visto u oído yo mismo. En segundo lugar, porque no me fío mucho de las cifras oficiales. Y sobre todo porque esas !,ll'f\'L ~ 21 cifras, esos "cuadros" (que por cierto he estudiado), podía Ca-. 1' encontrarlos en otra parte. Ahora bien, ya que me incitan a ello, aportaré algunas precisiones: Fernand Grenier, Jean Pons y el profesor Alessandri viajaban juntos, me parece; con ciento cincuenta y nueve compañeros, también "amigos de la U.R.S.S.". No es de extrañar que los testimonios de estos tres acusadores (el acusado soy yo) se confundan.
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Las cifras que traen a colación para demostrar mi error son idénticas; son las que les dieron y que ellos aceptaron sin controlar. Intentaré explicar la discordancia entre esas cifras y las que aportan otros testigos, sin lugar a duda mucho mejor informados por el tiempo que han tenido para conocer el trasfondo -mientras que los ciento sesenta y dos compañeros no han hecho más que estar de paso. Su viaje ha durado veinte días, de los cuales catorce en Rusia: del 14 al 28 de agosto. En este corto lapso, han podido ver mucho; pero únicamente lo que les han enseñado. Ninguno de ellos (me refiero a mis tres acusadores) hablaba ruso. Espero que no tengan inconveniente que a mi vez considere! sus declaraciones un tanto superficiales. Ya lo he dicho antes: en el Afríca francófona, mientras viajé "acompañado", todo me resultaba casi maravi.lloso. Sólo empecé a abrir los ojos cuando, abandonando el coche de los Gobernadores, me decidí a recorrer solo el país, andando, para poder entrar, durante seis meses, en o directo con los indígenas. Yo también, ¡cómo no!, he visto en la U.R.S.S. esas fábricas modelo, esos clubs, esas escuelas, esos parques de cultura, esos jardines de infancia que me han dejado maravillado también a mí; y al igual que Grenier, Pons o Alessandri, 'mi único deseo era dejarme seducir, para poder a mi vez seducir a otros. Y, dado que resulta muy agradable seducir, y ser seducido, quisiera que los mencionados se convenzan de lo poderosas que han de ser mis razones para que me insurja contra esta seducción; y de que no lo hago, como se ha dicho, "a la ligera".
• La buena fe de Jean Pons es respetable, y su confianza conmovedora como todo lo pueril. Acepta todo lo
que le dicen, como lo había hecho yo mismo al principio, sin examen y, probablemente, sin crítica.
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Respecto de ciertas cifras, pasmosas a mi juicio, que da Pons (o Alessandri y Grenier) sobre el rendimiento de una fábrica, por ejemplo, someto a la meditación de mis compañeros algunas confesiones que recojo en la Pravda drl 12 de noviembre de 1 9 36: 26 "En el transcurso del segundo trimestre, sobre el total de los rios de automóviles suministrados por la fábrica de Iaroslav (y ése es el único número que consideran las estadísticas oficiales, tan gloriosamente exhibidas), han sido registradas 4.000 piezas de desecho, y 27.27 O durante el tercer trimestre." · En un número del 14 de diciembre, refiriéndose al acero suministrado por ciertas fábricas, Pravda dice: "Mientras que en febrero-marzo el4,6% de metal era eliminado, en septiembre-octubre, se ha eliminado el 16,20%." "Sabotaje" dirán. Los recientes grandes procesos parecieran demostrarlo (y recíprocamente). Cabe ver, sin embargo, en esos desechos el tributo de una intensificación excesiva y artificial de la producción. Los programas son irables, sin duda, pero dado el nivel de "cultura" actual, no parece posible ir más allá de determinado rendimiento sin pagar un precio muy alto. El desecho de los productos de la fábrica de lzhevsk, para el período comprendido entre abril y agosto, alcanza 416.000 rublos; ahora bien sólopara el mes de noviem-
26. Al menos mientras no se convierte en farsa, como cuando escribe: "En el salón de recepción ... veo una Minerva, un Júpiter, una Diana. Los obreros han aportado una sola modificación: han añadido un busto de Lenin en bronce. "Colocar juntos a Minerva y a Lenin parece incom- . prensible. Ocurre sin embargo ante nuestros ojos. Lo cual demuestra que el comunismo es el resultado n~tural, lógico e inevitable de varios siglos de historia humana, d heredero de la cultura más consumada, más fraternal" (Journées .wviétiques, p. 66).
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bre, se eleva ya a 176.000 rublos. Los frecuentes accidentes de los automóviles de transporte provienen del exceso de cansancio de los conductores. pero también de la mala calidad de los coches; sohre 9.992 vehículos examinados en 1936, 1.958 han sido declarados defectuosos. En una sección de transportes. 2 3 de 24 vehículos no pudieron ser puestos en circulación; en otra, 44 de .52. (Pravda del 8 de agosto de 1936.) La fábrica de N oguinsk tenía que suministrar gran parte de los cincuenta millones de discos anunciados en el programa de 19 3 5, a saber 4.000.000; de los cuales sólo pudo suministrar 1.992.000. En cuanto a los discos "de desecho", suben a 309.800. (Estas informaciones proceden de Pravda, 18 de noviembre de 1 9 3 6.) Durante el primer trimestre de 19 36, la producción no ha representado más que el49,8% de la cifra prevista por el plan; durante el segundo trimestre, el 32,8% y sólo el 26% en el tercero. A la progresiva disminución de la producción, se añade un aumento de los defectos de fabricación: 1.er trimestre .................... 15 6.200 piezas desechadas, 2° trimestre ..................... 259.400 piezas desechadas, 3.er trimestre .................... 614.000 piezas desechadas, Para el 4. 0 trimestre, no se co~ocen aún los resultados completos; pero cabe esperar lo peor, pues ¡sólo en el mes de octubre habían sido ya registradas 607.600! Se figura uno entonces lo que puede ser el "precio de coste" de cada pieza aceptable. De los dos millones de cuadernos suministrados a los alumnos de Moscú por la fábrica "Héroe del Trabajo", 90% son inutilizables. (l7.pestia, 4 de noviembre de 19 36.) En Rostov, han tenido que tirar ocho millones de cuadernos (Pravda, 12 de diciembre de 19 36). De 150 sillas vendidas por un artel suministrador de mobiliario, 46 se rompen en cuanto uno quiere sentarse en ellas. De 2.345 sillas suministradas, 1.300 son inutiliza92
bles (Pravda, 2 3 de septiembre de 19 3 6). Idénticas taras de fabricación aparecen en los instrumentos quirúrgicos. El profesor Burdenka, eminente cirujano soviético, se queja particularmente de la mala calidad de los instrumentos para las operaciones delicadas; las agujas de sutura, por otra parte, se doblan o se rompen en medio de la operación (Pravda, 15 de noviembre de 19 3 6), etc. Ante estas informaciones· entre otras muchas, los que aplauden debieran volverse más circunspectos. Pero la propaganda se cuida mucho de ignorar estos datos. Cabe observar no obstante que los retrasos y las fabricaciones defectuosas suelen dar pie a reclamaciones, y a veces a,juicios que desembocan en sanciones severas y si los periódicos los denuncian es con el fin de llegar a un mejoramiento. La autocrítica, tan deficiente en cuestiones de teoría y de principios, interviene de lleno en cuanto se trata de la aplicación del programa adoptado. I7J!estia (del 3 de junio de 19 36) nos informa que algunos barrios de Moscú no disponen, hasta la fecha, más que de una farmacia para 6 5. 000 habitantes; otros barrios, sólo de una para 79.000 y que en toda la ciudad no hay más que 102 farmaCias. En I7J!estia del 15 de enero de 19 3 7 podemos leer: "U na vez promulgado el decreto contra el aborto, el número de nacimientos en Moscú alcanza 10.000 1\al mes; lo cual representa un aumento del 6 5% respecto ~l período anterior al decreto. Frente a este aumento, el del número de camas en los centros de maternidad no ha sido más que del 13%." · Las guarderías y los parvularios acostumbran a ser excelentes. N o obstante en 19 3 2, según las estimaciones de Sir Walter Citrine, la proporción de niños que podían tener plaza era de 1 para 8 ... Según los nuevos planes, suponiendo que se apliquen perfectamente, dicha proporción. se vería doblada: sea, 2 niños itidos para cada 8. Resulta aún insuficiente, a pesar de ser un progreso. Me temo, en cambio, que la situación vaya empeorando para 93
las viviendas de los obreros. 27 Dado el crecimiento de la población, los proyectos de nuevas construcciones quedan muy por debajo de las necesidades. Allí donde conviven tres en una misma habitación, existen fuertes probabilidades de que pronto tendrán que vivir cuatro o cinco. Por añadidura, el número de edificios recientes para las viviendas de lqs obreros se construyen con tanto apresuramiento, o más bien con tanta negligencia y materiales tan mediocres que su aspecto es el de no ser habitables dentro de poco tiempo. Esta deplorable cuestión de la vivienda es una de las que más afectan a Sir Walter Citrine. Venciendo la resistencia de los guías oficiales que se esforzaban por disuadirle, éste visitó, en los alrededores de Bakú, las instalacion~s de los trabajadores de la explotación petrolífera: "Pude ver aquí, observa, algunas de las muestras más lúgubres de las sórdidas viviendas que he llegado a ver en este país, donde sin embargo abundan". "Todo aquí tiene una apariencia repulsiva." En vano intenta el guía convencerle de que conviene ver en dio una "reliquia del zarismo". Citrine protesta: "Hoy día ya no son los millonarios los que explotan los pozos de petróleo ... ¡Dieciocho aíios después de la Revolución, seguís aceptando que vuestros trabajadores vivan en semejantes tugurios!... ¿No resulta horrible pensar que cientos de miles de obre-
27. ... There .rhould be 2. 000.000 plam if every child had bem accomodated. There were, however, ... only one child in e~gbt of tho.re eligible (wbo) was accomodated. Wbat will be tbe posítíon by 1!) J 7 when the number ~f worker.r is expected to be 28.000.00 0? Again, takin¡; tbe town creches only there h.'ill be accomodation for 700.000 cbildren, wberea.r tiJere Jbould be accomodatío~ for 2.800.000 ifall are to be catered(or. So that tbere will be room for one. child in every (our, a.uuminj!, tbat the plan i.r carried out to tbe fu/l. .. Sir Walter Citrine: 1 .rearcb for Truth. in U.R.S.S., p. 296. 94
ros permanecen abandonad os en esos .rlums desde hace dieciocho años?" M. Yvon, en su folleto Ce qu'est devenue la Révolutíon ru.ue, da otros ejemplos de tan lamentable penuria y añade: "La causa de semejante crisis de la vivienda viene de que la revolución ha puesto un empeño mucho mayor en 'superar al capitalismo' en la construcción de fábricas gigantes y en la organización de los hombres para la producción, que en su bienestar. Visto de lejos puede parecer grandioso ... de cerca, resulta sumamente doloroso."
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"
III. Uno de los reproches frecuentes a mi Regreso de la U.R.S.S. es que pareciera conceder excesiva importancia a las cuestiones intelectuales. Se ha de aceptar la idea de que éstas queden postergadas mientras no. se solucionen otros problemas más acuciantes. La razón de ello está en que me había parecí do necesario reproducir los pocos discursos que tuve que pronunciar allí y que habían dado pie a cierta polémica. Estos discursos, en un libro tan pequéño, ocupaban demasiado lugar y monopolizaban la atención. Corresponden, además, a los inicios de mi viaje; una época en que yo creía aún (tal era, en efecto, mi ingenuidad) que en la U.R.S.S. se podía hablar en serio de la cultura y discutir con sinceridad; una época en que yo no sabía aún cuán atrasada, cuán pendiente seguía la cuestión social. Ahora bien, así y todo, no acepto aquellas críticas que han querido reducir el sentido de mis palabras a la reivindicación de un literato. Cuando yo hablaba de hi libertad del espíritu, algo muy distinto estaba en juego. También la ciencia se compromete cuando se hace acomodaticia. Cierto sabio famoso se ve obligado a renegar de la teoría que profesaba y que parece poco ortodoxa. Cie.rto miembro de la Academia de las Ciencias repudia "sus
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errores anteriores" porque "podrían ser utilizados por el fascismo", como lo declara él mismo en público (Izyestia del 28 de diciembre de 1936J. Le obligan a reconocer la vt'racidad de las acusaciones que lanza Izye.rtia; cumpliendo órdenes, la cual detecta en sus investigaciones los síntomas del "delirio contrarrevolucionari<;¡''. Detienen el trabajo de Eisenstein. Este tiene que reconocer sus "errores", confesar que se ha equivocado y que la nueva película que lleva dos añ~s preparando, y para la cual han sido gastados ya dos millones de rublo~, no satisface las exigencias de la doctrina, y que, por consiguiente, es legítima ~u ~r?hibición. , , . . ¡En cuanto a la JUStiCia! N o seran los ulnmos procesos de Moscú y Novosibirsk los que me harán lamentar la frase que escribí y que os indigna: "Dudo que ~n nin~n otro país hoy por hoy, ni siquiera eri la Alemama de Hitler, exista espíritu menos libre, más doblegado, más temeroso (aterrorizado), más avasallado".
Llegados a este punto, y para no soltar prenda pese a todo, se aferran a los "resultados alcanzados": fin del paro, fin de la prostitución, igualda~ de la mujer y de.l,hombre, la dignidad humana reconqmstada, la mstrucoon generalizada ... Ninguno, empero, de tan hermosos resultados resiste el examen. :\ El problema de la instrucción será el único s~bre el que me detendré algo más detalladamente; ya nos Iremos encontrando con los demás. Es cierto: el viajero se encuentra en la U.R.S.S. con gran número de jóvenes ávidos de conocimiento, de cultura. No hay nada que conmueva tanto como su celo. Y _se nos hace irar por doquier los medios puestos a su dtsposición. N os felicitamos sinceramente del decreto del gobierno de febrero de 19 3 6 que preveía "la liquidación total del analfabetismo durante el año 36-3 7 para los cuatro millones de trabajadores que no saben ni escribir, Y para los dos millones que lo hacen mal". Pero ...
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Ya en 192 3 se hablaba de la "liquidación del analfabetismo". La realización de dicha liquidación, "histórica" (decían), debía coincidir con la celebración del décimo aniversario de octubre (1927). Ahora bien, ya en 1924, Lunasharski hablaba de "catástrofe" : menos de W.OOO escuelas primarias habían podido ser creadas, mientras en el antiguo régimen existían 62.000 para un número muy inferior de habitantes. P·ues al fin y al cabo, ya que no dejan de pedirnos que comparemos el estado actual de la U.R.S.S. con el anterior a la Revolución, no nos queda más remedio que llegar a la conclusión de que, en muchos campos, el estado de la clase necesitada dista mucho de haber mejorado: Lunasharski constata, en 1924, lJUe el salario de los maestros rurales no suele ser pagado sino con seis meses de retraso, y a veces nunca. Este salario sigÚe siendo rior a diez rublos al mes (X!). Es cierto que el rublo valía más en esa época. Sin embargo, Krúpskaia, la viuda de Lenin, dice: "El precio del pan ha subido y, con una paga mensual de 1O a 12 rublos, el maestro puede comprar menos pan que antes con 4 rublos (su sueldo hasta noviembre de 1923)". . En 19 27, fecha fijada para acabar de liquidarlo, el analfabetismo sigue presente; y el 2 de septiembre de 1928, Pravda constata su "estabilización". ¿Pero se han hecho al menos algunos progresos desde entonces? Podemos leer en l"zyestia del 16 de noviembre de 19 36: "Al poco de empezar el nuevo año escolar, numerosas escuelas nos han hecho llegar informaciones sobre el sorprendente analfabetismo de los alumnos". La proporción de alumnos no aptos es especialmente elevada en las escuelas nuevas, en donde alcanzaría un 7 5% (siempre según l"zyestia). Sólo en la ciudad de Moscú, 64.000 alumnos se ven obligados a repetir el curso; en Leningrado, 5 2.000; y 1.500 alumnos han tenido que repetir por segunda vez. En Bakú, el número de alumnos rusos que no tienen éxito en sus estudios se eleva
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a 20.000 sobre 4 5 .000; el de alumnos turkmenos alcanza 7.000 sobre 21.000 (Ba/{inskj Rabochí, 15 de enero de 19 37). Además, muchos alumnos desertan la escuela. "Durante estos tres últimos años, el número de fugjtivos llegaba a 80.000 en una escuela técnica de la R.S.F.S.R. En el instituto pedagógico Kabardino-B alkar, las fugaJ son del 24% v del 30% en el de la República Autónoma de los Chuvacos." El periódico añade: "Los estud;antes de los institutos pedagógicos dan p~;ueba de un analfabetismo extremadam ente desconcertante". Por añadidura, dichos institutos no consiguen reclutar, en la R.S.F.S.R., más que el 54% de lo normal; en Bidorrusia, sólo el 42%; en Tadzhikistán, sólo el 48%; en Azerbaidzhán, sólo entre el 40% y el 60%, etc. La Pravda del 26 de diciembre de 19 3 6 nos informa que ).000 nÍños de la región de Gorki no asisten a la escuela. Además, el número de niños que dejan la escuela al cabo del primer año llegaría a 5.984; a 2.362 al cabo del segundo, y a 3.O 12 al cabo del tercero. Por supuesto, los que perseveran son campeones. Para contrarrestar las deserciones, a un director de las clases preparatoria s de aprendizaje obrero se le ha ocurrido castigar a los fugitivos ¡con una multa de 400 rublos por cabezal (Pravda Vostoka del 23 de diciembre). No nos dicen si esta multa tiene que ser pagada de golpe, lo cual resulta difícil cuando el sueldo mensual del padre que la paga sólo es de 100 a 15 O rublos. Gran escasez de manuales escolares. Los disponibles, por su parte, pululan de errores. A la Pravda del 11 de enero de 19 37 le indigna ver que las editoriales estatales de Moscú y de Leningrado publican manuales inutilizabies. La Edición Pedagógica imprime un mapa de Europa en donde Irlanda se baña en el mar de Aral y las islas de Escocia en el Caspio. Saratov deja el Volga por el mar del Norte, etc. U na tabla de multiplicar impresa en la cubierta de los cuadernos escolares nos enseña que: · 8 X 3 = 18 ; 7 X 6 ~ 7 2 ; 8 X. 6 7 8; 5 X 9 4 3, etc. ( Pravda del l 7 d~ septiembre ·de l 9 3 6 ).
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Se entiende entonces que los contables soviéticos hagan tanto uso de los ábacos. Otra razón que explica por qqé tarda tanto en realizarse la famosa y tan irada liquidación del analfabetismo, es que los pobres maestros, trabajadores aislados . suelen quedarse sin cobrar su magra paga y para vivir se ven obligados a dedicarse a actividades que guardan poca relación con la escuela. h,peJtia del 1. 0 de marzo achaca a las lentitudes burocráticas (o a malversaciones de fondos) esos pagos no realizados que elevan a más de medio millón de rublos la deuda del Estado para con los maestros -sólo para la región de Kuíbishev. En la de Járkov, esta deuda asciende a 724.000 rublos, etc. Semejante situación induce a preguntarse cómo los maestros siguen viviendo aún y si la liquidación del analfabetismo no supondrá la liquidación previa del cuerpo docente. 28
28. Un artículo de Pravda VoJtoA:a (20 de diciembre de 19 36) lamenta tener que constatar que el plan de liquidación del analfabetismo no ha aportado los resultados esperados. De 700.000 personas parcial o totalmente analfabetas, únicamente el 30% o el 40% ha accedido a seguir los cursos; "con lo cual el coste de la liquidación ha alcanzado los 800 rublos por persona, en lugar de los 2 5 previstos". En la ciudad de Kokand, por ejemplo en donde los poderes se jactaban de conseguir una liquidación perfecta antes -de finales de 19 36, el número de analfabetos ha sido de 8.023 en mayo; de 9.567 en agosto; de 1 LO 14 el 15 de septiembre, y de 1 1.64 5 el l. 0 de octubre. (Es de esperar que la población de la ciudad aumente proporcionalmente, a consecuencia de la inmigración de origen campesino; de lo contrario, cabría llegar a la conclusión de que a aquellos que saben leer se les borra lo que aprenden.) La gran ciudad de Tashkent cuenta, parece ser. con 60.000 analfabetos. Aunque, de los 7 57 inscritos, sólo 60 siguen los cursos. Esos son a los que iran los viajeros. lOO
Quisiera evitar cualquier malentendido: transcribo con pesar estos números espantoso:. Sólo cabe lamentar tan deplorable situación; ahora b1en, protesto cuando vuestra obcecación, o vuestra mala fe, pretende hacer pasar por irables, resultados a todas luces lamentables.
La dimensión de vuestro .engaño es lo que tan profunda y dolorosa hizo la pérdida de mi confianza, de mi iración, de mi alegría. Además, lo que reprocho a la U .R. S.S. no es el no haber alcanzado resultados mejores (ahora me explican que no podía hacer mejor en menos tiempo, y que yo tendría que entenderlo; esgrimen el argumento de que la U.R.S.S. había empezado desde un nivel mucho más bajo de lo que yo jamás podría suponer; y que el triste estado en que están vegetando actualmente miles de obreros, cantidades de oprimidos bajo el antiguo régimen hubieran deseado conocerlo con desesperanza. tt~Ó~ Sigo pensando que es algo exagerado). No: lo que yo reNw'"llfl. procho ante todo a la U .R.S .S. es el habernos dado gato \ por liebre al presentarnos como envidiable la situación de "& sus obreros. Y reprocho a nuestros comunistas (no hablo, : 0¡ ~¿Afo\.~~) ¡claro!, de los camaradas engañados, sino de los que 1 sabían, o al menos hubieran tenido que saber) el haber ·-¡ ~·; (¡..lM'Nl mentido a los obreros, inconsciente o deliberadamente -y . ¡ , · en tal caso por consideración política.
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., . , , . El obrero SOV!etlCO esta atado a su fabnca como el obrero rural a su koljós o a su sovjós, y como Ixión a su
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rueda. Si por cualquier razón, porque tiene la esperanza de estar algo mejor (algo menos mal) en otro lugar, el obrer? quiere cambiar, que vaya con cuidado: enrolado, encasillado, atrapado, corre el riesgo de que n? 1~ acep;en. en ningún lado. Aun sin cambiar de ciudad, .si de¡a la fabn~a, le quitan la vivienda (no gratuita, por c1erto) conseguida con tantas dificultades y a la que le daba derecho su trabajo. Al obrero, si se va, se le retiene una par~e importahte de su sueldo: el koljosiano, por su parte, p1erde todo el beneficio de su trabajo colectivizado. En cambio, el trabajador no tiene la posibilidad de sustraerse ~ los despl~a mientos que le son ordenados. No tiene la libertad de Irse o de quedarse a su antojo; de p:rmanecer en un lugar ~n donde, tal vez, le llama o le retiene un amor o una amistad. 29 Si no perte~ece al Partido, los camaradas inscritos le pasarán por encima. Entrar en el Partido, conseguir la isión (empresa harto difícil que requ~ere, además d~ co- Vc...- J
Gv-k :J
2 9. "De la misma manera en que el Estado dispone soberanamente de los elementos materiales del proceso económico, dispone de modo igualmente dictatorial del elemento humano. Los trabajadores ya no tienen libertad de vender su fuerza de trabajo donde quieren y como quieren: no tienen derecho de circular libremente por el territorio de la U.R.S.S. (¡pasaportes interiores!); el derecho de huelga ha sido suprimido y cualquier veleidad de resistencia a los métodos del estajanovismo expone a los trabajadores a las sanciones más severas" (Lucien Laurat: 'l n0 . 38 Coup d .oet'l sur /''economte. ru.ue, .m I'H ~ omme ree, · , febrero de 19 37 ). · 30. Es muy frecuente, en cambio, que le exduy<m " uno por razones de depuración. Y, a partir de ahí, Siberia.
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ventajas adquiridas en el trabajo anterior; sin, por último, exponerse a represalias y a la suspicacia gener-al. Pues ¿qué razón puede haber para abandonar un Partido en donde se estaba tan bien? ¡que le proporcionaba a uno semejantes "ventajas! y que lo único que exigía a cambio era que se dijera sí a todo y se dejara de pensar por sí mismo. j Qué necesidad hav de pensar (¡y además por sí mismo!) cuando el asentimiento general es que todo va tan bien! Pensar con su propia cabeza equivale a convertirse al instante en "contrarrevolucionario ". Listo para Siberia.~ 1
La delación ofrece un excelente medio de promoción. Asegura buenas relaciones con la policía, la cual otorga su protección inmediata, a la vez que se sirve de uno; dado el primer paso, en efecto, ya no hay honor o amistad yue valga: hay que seguir adelante. Es por cierto un entrenamiento fáciL Y el soplón vive protegido.
• Cuando, por razones políticas, en Francia, algún periódico vinculado a un partido desea descalificar a alguien, recurre, para ese sucio trabajo, a un enemigo de dicha persona. En la U.R.S.S., se recurre al amigo más cercano. No se pide: se exige. mejor vapuleo es el que se ve reforzado por un repudio. De ahí •la importancia de t¡ue el amigo se desolidarice de aquel a quien se pretende hundir, y que aporte pruebas de ello. (Con Zi'nóviev, Kál:lenev y Smirnov harán que se enfrenten sus amigos de a ver: P1atakov v Rádek; se empeñan en deshonrarlos antes de fusilarlos a su vez.) Negarse a cometer esa deslealtad, esa cobardía, equivale a condenarse a sí mismo junto con el amigo que uno quisiera salvar.
31. Tal como lo dice muy acertadamente Yvon: "Ingresar en el Partido, equivale a servir a la vez el Poder, la Patria, y el interés personal de uno." Perfecta armonía a la yue estará supeditada la felicidad.
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Se acaba desconfiando de todo y de todos. Los inocentes comentarios de los niños pueden comprometer. La gente ya no se atreve a hablar en su presencia. Cada uno vigila, se autovigila, es vigilado. Ha desaparecido la espontaneidad, ha desaparecido la palabra libre, a no ser tal vez t'n la cama, con la propia esposa, si uno está muy seguro de ella. Y N. se divertía afirmando que esta situación bastaba para explicar por qué los matrimonios se hicieron tan frecuentes. La unión libre no ofrecía la misma tranquilidad. Imagínese: ¡se ha visto condenar a gente por comentarios relatados diez años más tarde! Así pues, la necesidad de explayarse en la intimidad de la cama, despÚés de esa intolerable presión a lo largo del día, día tras día, se volvía más y más apremiante. Para protegerse de las denuncias, el medio más expeditivo es tomar la delantera. Por añadidura, quienes no han informado inmediatamente de comentarios disonantes yue hayan oído, se exponen al encarcelamiento o a la deportación. La delación forma parte de las virtudes cívicas. Se empieza a practicar en la edad más temprana, y el nii1o que "se chiva" se ve felicitado. Para ser itido en el pequeño paraíso del modélico Bolshevo, no basta con ser un antiguo malhechor arrepentido: hay que haber entregado, además a sus compin~hes a la policía. Este premio otorgado a la delación es un!medio de investigación para la Guepeu. ¡ Después del asesinato de Kirov, la policía ha estrechado más aún sus redes. La entrega de la súplica de unos jóvenes a E mil e V erhaeren (durante su viaje a Rusia inmediatamente antes de la guerra), súplica que Vildrac ira y relata de manera encantadora, desde luego ya no sería posible hoy en día; como tampoco la actividad revolucionaria (digamos: contrarrevolucionaria, por favor) de la Madre (la del hermoso libro de Gorki) y de su hijo: allí donde ayer la gente encontraba, a su alrededor, ayuda, apoyo, protección, complicidad, ya no aparece más que vigilancia y delación.
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De arriba hasta abajo en la escala social reformada, los que tienen mejor calificación son los más serviles, los más cobardes, los más SUfi!ÍSos, los más viles. Todos los yue levantan cabeza son eliminados o deportados uno tras otro. ,;Tal vez esto no llegue hasta el ejército rojo?l 2 Esperem-os que así sea; pues dentro de poco, de este heroico y irable pueblo que tanto merecía nuestro amor, no quedará más que verdugos, aprovechados y víctimas. . ¿Puede extrañarnos entonces que este pobre ser acosado en que se transforma el obrero soviético en cuanto deja las filas de los favorecidos, ese ser hambriento, mutilado, machacado, que no se atreve a protestar ni siquiera a (¡uejarse en voz alta,.se invente de nuevo un Dios y busque una salida en la oración? ¿A qué solución humana 1de recurnr. .... ;¡ pue \ Cuando leemos que en los pasados oficios de N avidad las iglesias estaban abarrotadas, no hay nada en ello que deba sorprendernos. Para los expoliados. el "opio". Acabo de descubrir, aquí en Cuverville, en un rincón de la jaula en donde llevo tres meses criando una tórtola caída del nido -acabo de descubrir que dos de los granos de trigo que le doy para comer, que dos de estos granos han germinado, al lado mismo del pequeño bebedero del pájaro, cuva agua a veces desborda un poco; lo cual ha proporcionado la humedad necesaria a esos granos, extraviados dentro de la estrecha grieta que se ex.tiende entre el
32. He visto a mucha gente de la marina, en Sebastópol, ¿ficiales y simples marineros. Las relaciones ¿·,;.·os oficiales con los hombres y de éstos entre sí parecían demostrar una cordialidad tan fraternal, tan sencilla que no podía menos que sentirme conmovido. Los periódicos hicieron correr una historia: en un gran restáurante de Moscú, al entrar unos oficiales, he visto supuestamente a todo el público levantarse y ponerse firme. Esta historia inventada es tan absurda que no me había parecido necesario desmentirla.
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costado de la jaula y .el sudo; de cada uno se ha disparado de repente (mejor dicho, yo me di cuenta de repente) el dardo de una fina bayoneta verdín, que mide ya cuatro o cinco centímetros de alto. Y este fenómeno, tan natural por otra parte, me ha sumido en tal fascinación que durante largo tiempo no he podido pensar en nada más. Es cierto: uno cúenta los granos, calcula su peso; aquí están rodando dócilmente cual cositas más o menos redondas, duras y volteables a voluntad. Y de repente he aquí que uno de esos granos ¡se empeña en demostrar que es, a pesar de todo, una cosa viviente! Ante el gran estupor del , inclinado sobre los barrotes de la jaula. y que ya no pensaba en ello. A algunos teóricos del mariismo, l' sin embargo, les falta singularment~, diría yo, ese género de talante capaz de ablandar los granos hasta llevarlos a germinación. No es, desde luego, una cuestión de sentimiento: no hay lugar para recurrir a la caridad con aquello que se debe imponer por justicia. Sentir lástima por la miseria, anegarla en lágrimas, equivale a sustentarla, cuando de lo que se trata es de impedirla. (También es importante no dejar que se moje la pólvora que necesitará la Revolución.) Lo que llamamos: el corazón, está condenado a "extinguirse", 34 por falta de uso. De ahí cierta sequedad, conseguida demasiado fácilmente: cierto empobrecimiento particular a consecuencia (o en vista) de una mejora global... Estas consideraciones me llevarían demasiado lejos: me las reservo.
3 3. Toda la obra de Marx y Engels está dictada por una extraordinaria generosidad; pero más aún por un imperioso anhelo de justicia. 34. Tomo este término del vocabulario marxista tal como lo hacía Lenin al escribir (El Estado y la RevoiuCÍÓ1t): "La expresión "el Estado se extingue" es muy afortunada pues expresa a la vez la lentitud del proceso y su espontaneidad". 107
que se recorta de los salarios humildes, redondean las gruesas pagas mensuales de diez mil rublos y más. Para mayor precisión, transcribo el elocuente cuadro que traza M. Yvon en Ce qu'est devenue la Révolutíon ru.ue. Nadie se atrevería a poner en duda su exactitud: salarios extremos
salarios medios
de 70 a 400 r. 125 a 200 r. de 80 a 250 r. 130 a 180 r. de 5O a 60 r., más, por supuesto, comíd.1 v aloiamiento. empleados y técnicos medios .de 300 a 800 r. altos responsables y especialistas, altos funcionarios, profesores, artistas, escritores de 1.500 a 10.000 rublos y más; se habla en algunos casos, de ingresos mensuales de 20.000 a 30.000 rublos. obrero per¡ueño empleado criados
V. señor Fernand Grenier cita, aprobándola mi frase del
Rej!,reso de la U.R.S.S.: "Esto al menos ha sido conquistado: ya no existe, en la U.R.S.S., la explotación de lamayoría en beneficio de unos pocos. Es enorme." A lo cual añade Grenier: "En efecto, camaradas, ¡es enorme!" ante los aplausos del auditorio. En efecto, es enorme. Era enorme. Pero deja de ser exacto. E ~nsisto en ello, porque ahí está lo importante. Yv~n ~o dtce muy acertadamente:, "La desaparición del cap1tahsmo no conlleva automáticamente la liberación del uabajador". Conviene que el proletario francés lo entienda. O mejor dicho: sería conveniente que lo entendiera. El proletario soviético, por su parte, está empezando a perder la ilusión de que trabaja para sí y de que recobra c?n ~llo su dignidad. Y a no hay, es cierto, capitalistas acc:omstas que exploten su trabajo. Pero está explotado al fm y al cabo, y ello de un modo tan retorcido, tan sutiL tan indirecto, que ya no sabe a quién achacarlo. La insuficiencia de sus salario~ es lo que permite la desproporción de lns sueldos de otros. N o es él quien se beneficia de su trabajo, de su "trabajo excedente", son los favorecidos, los hien considerados, los dóciles, los saciados; y con lo
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El cuadro comparativo de las jubilaciones no es menos elocuente. Pensiones obreras: de 2 5 a 80 rublos por mes sin ningún privilegio. Pensiones de las viudas de altos funcionarios y grandes especialistas: de 250 a l.OOO rublos por mes, además de casas o pisos vitalici_os y becas de estudios para los hijos, a veces incluso para los meros.
Añ~dase los descuentos sobre los salarios (lo~ salarios por enCima de 15 O rublos por mes son parcialmente exon.era~os) -sea, de un 15 a un 20% de retención. No puedo Citar el capítulo entero: conviene sin embargo leerse todo el folleto. Salarios de cinco rublos al día; a menudo menos aún. Les dejo que comparen con nuestros sueldos, e incluso con los subsidios de paro. Es cierto que el pan es menos ctro que en Francia (el pan de centeno 0,8 5 rublos el kilo, e.l pan blanco l. 70 en 19 36 ); ahora bien, la ropa más corriente, los objetos de primera necesidad cuestan "un ojo de la cata''. El poder adquisitivo del rublo era algo
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menor que el de nuestro franco antes del "reajuste". 3 l Y que no me vengan con las múltiples ventajas de las que podría gozar el obrero además de su paga: las ventajas acostumbran a acompañar los sueldos importantes. Se preguntarán: ¿por qué precios tan altos para los productos manufacturados, o incluso para productos naturales (leche, mantequilla, huevos, carne, etc.), cuando el que vende es el Estado? La cuestión es que mientras la cantidad de mercancías no dé abasto, mientras la oferta siga tan lamentablemente por debajo de la demanda, no es mala idea el desalentar un poco esta última. Ú nicamente los que puedan permitirse pagar altos precios tendrán a las mercancía.s. El hambre, sólo lo padecerá la gran mayoría. Y ya que dicha mayoría bien podría negar su apoyo ¡: ;ti régimen, lo importante será no dejarla hablar. 36
• Cuando el señor Jean Pons se queda extasiado ante el incremento progresivo de la media de los salarios.F 3 5. En 19 36, el poder adquisitivo de un sueldo mensual medio es de 22 5 kg de pan de centeno. En 1914, el poder adquisitivo de los 30 rublos que se ganaba al mes el obrero medio era de 600 kg de dicho pan. 36. De ahí las espantosas represiones de un tiempo atr
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En 1934: En 193): En 1936:
180 rublos 260 rublos 360 rublos
(de promedio) (de promedio) (de promedio)
le sugiero que se fije en los salarios medios de los simples obreros, los cuales siguen idénticos y en que el incremento del promedio se debe a un mayor número de privilegiados y al aumento de sus sueldos. Por lo demás, el promedio no sube mientras no sube también el costo general de la vida, y mientras el rublo no pierde algo de su poder adquisitivo. 38 Se produce a la sazón un fenómeno paradójico: unos salarios de 5 rublos diarios, cuando no menos, abocan a la miseria casi total a la mayoría de los trabajadores, para que unos cuantos privilegiados puedan percibir retribuciones más enormes aún, ' 9 y para cubrir los gastos de una in-. tensa propaganda que se dedica a convencer a los obreros de nuestro país de la felicidad de los obreros rusos. Más valdría que nos lo hicieran saber un poco menos, para que éstos pudieran serlo un poco más.
38. Las estadísticas· oficiales nos enseñan que, de 19 2 3 a 19 2 5, el salario total de los obreros de la industria pesada había aumentado en un 52%; ahora bien, en el mismo período, el incremento de los sueldos de los funcionarios había sido de un 94,8%, y de un 103,3% el de los empleados de comercio. Además, la disminución del poder adquisitivo del rublo hacía que ese aumento de salario no significara en absoluto un aumento del bienestar. 39. No se trata de que el obrero se beneficie del producto Íntegro de su trabajo. Ni Marx ni Engels lo creían así. El "trabajo excedente" de unos cuantos que, en la sociedad capitalista, permite la ociosidad de otros, de pocos otros, y que conlleva el antagonismo de las clases formadas de este modo, dicho "trabajo excedente", escribe Marx, "no podría ser suprimido" (con lo cual indica Marx (¡ue el obrero no puede sacar un beneficio personal de la totalidad de su trabajo). "Se requiere cierta cantidad de 'trabajo excedente' ,
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,
dice, para el seguro contra los accidentes, para ... etc." La enumeración no puede s~r sino incompleta. Hay que incluir en ello una acumulación determinada que permita, además del mantenimiento de la maquinaria, "la constitución de elementos destinados a contribuir a nuevos progresos". Añadámosle, ya que la no socialización de lqs Estados vecinos nos obliga a ello (y he aquí un corolario de la socialización "en un solo país"), el mantenimiento del.ejército rojo. Todo esto, supongo que Marx lo hubiera itido. Ahora bien, que el trabajo excedente de unos, de la gran mayoría, haga posible el sobresalario de otros, eso le parecería monstruoso. Siguiendo este camino, desembocamos en la formación de una clase privilegiada y, en ningún caso, en "una mayor reducción del tiempo de~ dicado al trabajo material" (El Capital, XIV).
VI. N o sentirse ya explotado, es enorme. Pero ¡darse. cuenta de que uno sigue explotado y no saber por quién; no saber ya a quién culpar de su miseria, a quién acusar L.. Con razón, me temo, ve Céline en semejante desvanecimiento del resentimiento la perfecta culminación del horror. Dice con fuerza: "¡Aquí al menos nosotros nos divertimos! ¡N o tenemos que fingir! ¡Seguimos siendo "oprimidos"! ¡Podemos achacar todo lo maléfico del Destino a los chupadores de sangre! ¡Al cáncer del "Explotador"! Y'~ continuación portarnos como cabrones. ¡Si te he vistol no me acuerdo! ... ¿Pero cuando ya no tenemos el derecho de destruir?¿ Y que ni siquiera nos dejan armar bronca? ¡La vida se hace intolerable L." (Mea Culpa). Esta mañana (8 de febrero de 19 3 7), N. me trae triunfante el Temps de ayer tarde para leerme: "Á lo largo de los dos quinquenios, el presupuesto de
40. ·Lo cual no ha llevado en absoluto al incremento de los salarios modestos. Siempre es a costa de éstos como se constituye el "fondo de acumulación".
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Ucranía se ha multiplicado por siete. 40 La mayor parte de los gastos del nuevo presupuesto está destinada a las medidas sociales y culturales, de las cuales 2. 564 millones de rublos para la C"nseñanza pública, y l. 22 7 millones para las necesidades de la salud pública." -¿Y qué? ¿qué me dice de esto? Abriendo en la página 196 el libro de Louis Fischer, tan favorable sin embargo a la U.R.S.S., le contesto a N. leyendo a mi vez: "Me parece que el proletariado soberano está cediendo terreno a competidores, ya que casi la totalidad de los dieciséis nuevos sanatorios en construcción (en Kislov1)dsk, "la fi!ayor estación termal del mundo") está siendo e<\lificada por servicios del gobierno tales como el Banco de Estado, el Comisariado para la Industria pesada, el Comisariado para Correos y T dé grafos, el periódico Prat1da, etc. Todas estas istraciones emplean también obreros; pero supongo que los funcionarios ·podrán acceder más fácilmente que los obreros a las camas y los baños. " 41 · Muy indulgente se muestra Louis Fischer al hablar de la "indolencia de los Sindicatos". Para cualquiera que le oyera, sólo dependería de éstos, de los sindicatos, el impedir que "los funcionarios del gobierno, los ingenieros y demás grupos estratégicamente colocados acaparen los mejores pisos, disfruten abusivamente de los sanatorios, etc". De ningún modo; los sindicatos son impotentes allí don41 M uy interesante resulta el libro de Louis Fischer sobre la U.R.S.S. Al ser muy favorable a ésta, suscríticas se mantienen discretas; no obstante, para quien sabe leer bien, ahí están. La encantadora descripción que hace de ciertos pequeños Estados caucásicos permite suponer que más de una rama del árbol soviético sigue verdeando. Es el propio tronco el que está pudriéndose.
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de impera la burocracia. Dictadura del proletariado, nos decían. Cada vez más nos alejamos de la meta. Cada vez más hay que decir: "la dictadura de la burocracia sobre el
bvH.lDlt!.t•)i?.>
• . proletariado". ~~J. ,-¡J~J El hecho es que el proletariado ha perdtdo mcluso la 1· · posibilidad de elegir a un representante que defienda sus intereses perjudicados. Las vot~ciones popul.ar~s.', tanto abiertas como secrttas, no son mas que farsa e Jrrtston; no hay nominación que no esté decidida, que no esté hecha desde arriba. No hay otro derecho para el pueblo que el elegir a personas ya escogidas de antemano. El proletariado está engañado. Amordazado, agarrotado por todos lados, ya le es casi imposible resistir. ¡Desde luego! ¡cuán controlada, cuán ganada tiene Stalin la partida! bajo los aplausos. fervorosos de los comunistas del mundo .entero que aún siguen y .:>eguirán creye1.1do por. mu:ho ttempo, que al menos en la U .R ..SS han salido victo~iOsos, y que tachan de enemigo y traidor a todo aquel que nó aplaude. 42
• La burocracia, considerablemente fortalecida al aca-. bar l.t N .E.P., se va infiltrando en los sovjoses y los koljóses. U na encuesta de la Prat'da del 16 de septiembre de 19 36 estima a más del 14%, entre el personal de las plantas de maquinaria agrícola por ejemplo, el número de em• '1 es. 4J· p1ea dos mutl . El propio Stalin, pretenden algunos, se ha convertido F
42. "En realidad tanto los sindicatos como los Soviets habían dejado de existir (en 19 24 ). Los ob~eros no e~p.e raban ni protección, ni auxilio por parte de esa mtstración dispendiosa en manos de un aparato de 2 5.000 funcionarios, rigurosamente subordinados a las oficinas del Partido" (Souvarine: Staline. p. 347). · 43. La remuneración de la burocracia devoraba el 8,5% de la renta nacional, ant'es de la guerra; el l 0% en 192 7 · N o dispongo de estimaciones más recientes.
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..
en el esclavo de esa burocracia -inicialmente instrumento de gestión y, a la postre, dedominación. Nada más difícil de desalojar de una sinecura que a unos vagos sin valor propio. Ya en l 92 9 Ordzhonikidze se quedaba pasmado al ver esa "colosal cantidad de inútiles" que se desentienden por completo drl verdadero socialismo y cuyo único afán es impedir su realización. "A agudlos, decía, que no sirven para nada y gue nadie necesita, se los coloca en la's comisiones de control". Pero cuanto más incapaces resultan esos individuos, tanto más puede Stalin contar con el conformismo de su devoción, siendo el favor para esa gente el único resorte de su privilegiada situación. Son, cómo no, ardientes alabadores del régimen. Mientras sirvan la suerte de Stalin, protegen la suya propia.
• De las tres condiciones que Lenin consideraba indispensables para evitar que los funcionarios se convirtieran en burócratas: l.O amovilidad continua y elegibilidad en cualquier momento; 2.0 salario igual al del obrero medio; 3. 0 participación de todos eri el control y en la vigilancia, de tal modo que todos -insistía Lenin:_ sean temporalmente funcionarios, pero que nadie pueda converti~se en "burócrata". De estas condiciones, ninguna de las tres ha sido respetada. Resulta imposible, al volver de la U.R.S.S., releer sin congoja el librito de Lenin El Estado y la Revolución. Pues afirmo que hoy en día, en la U.R.S.S., se está más lejos de lo que se estaba ayer, no ya de la soñada sociedad comunista, sino tan siquiera de esa fase de transición que permitiría alcanzar el socialismo. Podemos leer también, en ese mismo librito de Lenm: "Kautsky, en resumen, viene a decir lo siguiente: Mientras haya empleados electos, habrá funcionarios; la buro~ cracia, por ende, ¡subsistiría en un régimen socialista! Nada más falso. Marx ha mostrado, con el ejemplo de la
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Comuna, que los que detentan funciones púh:,.t, dejan de ser, en un régimen socialista, 'burócratas', 'funcionarios'; y esto se consigue a medida que se establece, para dicha gente, además de la elegibilidad, la amovilidad en cualquier
mamfflto, a medida que se le reduce el Jueldo al nivel del salario medio de un obrero y a medida que, en lugar de las instituciones parlamentarias, se instalen instituciones de traba<;'W) es, que hacen leyes y las aplican. " 44 Cabe preguntarse, llegados a este punto, si Kautsky no se está tomando ahora su revancha y ¿a quién de los dos, a Lenin o a él, haría S talín encarcelar o fusilar hoy día?
jo.
44. "La etapa inicial de la revolución obrera es la constitución del proletariado en clase dominante, es la conquista de la democracia", decían Marx y Engels en su famoso Manifiesto. "Conquista de la democracia" -sí, pero no es la democracia quien ha conquistado, sino ella la que ha sido conquistada.
En más de un punto ha demostrado la Nueva Constitución su preocupación por responder anticipadamente a las críticas, para precaverse de los ataques que bien sabe se merecerá. Saben perfectamente los dirigentes que la dirección de la máquina queda fuera del alcance del pueblo; que entre el pueblo y sus supuestos representantes no subsiste ni un ápice de o real. Y a esto es a lo que pretenden llegar. Tanto más importante resulta entonces hacer creer que nunca dicho o ha sido más estrecho; que habrá, como dice L' Humanité del 13 de marzo, "una intensificación del control de las masas sobre los órganos soviéticos y mayor responsabilidad de los órganos soviéticos respecto a las masas." Añade este periódico: nuevo sistema electoral fortalecerá el vínculo de los representantes del pueblo con las masas de los electores." ¡Que bien! Todo es tan perfecto que el mismo artículo puede permitirse, acto seguido, hablar sin disimulos de la intención que hay de "dirigir las elecciones", de "ériticar las malas candidaturas, de oponerse a ellas sin esperar su caso a la hora del voto secreto". ,¡Quién no iraría tan precavida prudencia? ¡Imagínese.! resultaría tan desagradable volver a incurrir en el error del 19 de octubre de
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19 34, fecha en la que le fue otorgada al pueblo la posibilidad de elegir (para el Pleno del Comité Regional de Kiev, por ejemplo) a hoy dese~mascarada como enemigos del partido". De ahí 1~ necestd~d de_ p:oceder rápidamente, antes de las elecciOnes, a suprtmtr todo aquello que pone trabas al desarrollo del nú,cleo a~.t~vo d,~l partido". Sólo después, las elecciones P?dran ser hbre~ · Mucho me temo por tanto que le trrarán de las o~eJaS a cierto redactor de periódico que me abstendre de nombrar por miedo a perjudicarle- que, pese a su total devoción hacia la U.R.S.S. de Stalin y hada la nue~a Constitución, se atreve a aventurar tímidamente en medto de un elogio la siguiente observación (27_.de febrero pasado): "Tememos precisamente que en el ststema actual, los órganos del Estado ya no se confunda~ con la masa de los trabajadores, 'tal como ocurría en el.ststen:a de los,Soviets, sino que al contrario, tiendan a diferenttarse de esta. qué? ... por lo alejados que están entre sí los ele~to res; ~?r la distancia que separa a los electores y a su dtputado. " Y el imprudente, crítico se atreve a. recordar que las últimas estadísticas revelai:Jan que un cmdadano de cada sesenta era diputado en algún soviet": ~u~ "dich~ so,viet, sea cual fuese, era una piedra de la ptramtde y ejeroa su influencia sobre la política general del país ". Pero eso era precisamente lo que representaba un estor~?· A ~se estad? de cosas es al que había que poner orden: La cdula poli,, 4 tica permanente de la base ya no extste . No nos queda por tanto más remedio qu~ s~marnos por completo a la declaració~ de Sir Walter Cttrme ~n la que expresa "su convicción de que la U.R.S.S., al1guaL ~
~
4). N o creo en absoluto en una sabiduría mayor por parte de la mayoría; pero no se trata de eso. Se trata de que esa mayoría ha de tener la posibilidad, cuat;do sufre, de hacer oír su queja; y de que se acepte oír al representante que la transmite.
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que las demás dictaduras, está gobernada por un puñado de hombres y que la gran masa del pueblo no participa, 46 o en todo. caso sólo en ,una ínfima medida, en el gobierno del país".
• Mientras tanto, y a fin de cuentas, siempre es el pueblo el que paga; aunque sea indirectamente. Se mire' como se mire -sea por la exportación de los productos alimenticios, de los que sin embargo el pueblo está tan necesitado, sea por la monstruosa diferencia entre los precios de los productos agrícolas y los de los mismos productos para el consumo, sea por retenciones directas- siempre es a expensas de la clase obrera o campesina, a expensas de su fondo de consumo, cómo se constituye el fondo de acumulación necesario y permanentemente deficiente. fenómeno se verificaba ya en el primer plan quinquenal y sigue dándose aún ahora. En los casos en que este fondo, además de cierto impulso que debe dar al conjunto, va destinado a fines prácticos, utilitarios, filantrópicos, aun. Es de esperar que el pueblo saca provecho de los hospitales, de las casas de descanso, de cultura, etc., o al menos, que lo sacará. Pero qué se puede pensar'cuando, en medio de semejante miseria, ese fondo de acumulación sirve para edificar un Palacio de los Soviets (de los difuntos Soviets) para mayor pasmo del camarada J ean Pons. ¡Imagínese! Un monumento de 415 metros de altura ("los neoyorquinos, dice Pons, echan chispas") coronado por una estatua de Lenin de 70 a 80 metros, de acero inoxidable, un solo dedo de la cual medirá diez metros de largo. 47 ¡Bueno! al 46. Citrine escribe: "N o ha participado hasta hoy"; no obstante, lo que decía en 193 5 podría volver a decirlo, y con mayor seguridad, desde la Nueva Constitución. 47. No nos permitiremos poner en duda las cifras presentadas por Jean Pons, ni en este caso ni en otro. Pero ,;un dedo de lO metros para una altura total de 70 a 80 ~e tros ?.. Esperemos al menos que Lenin esté sentado.
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menos el obrero sabrá por qué se está muriendo de ham· bre. Incluso podrá pensar: vale la pena. A falta de pan, he aquí algo de qué jactarse. (Tal vez los que se jacten, serán sobre todo los otros.) y lo más irable es que ese palacio se lo harán votar, ya verán; y ¡con unanimidad además! preguntarán, al pueblo ruso, lo que prefiere: ,;un mayor bienestar o el palacio? y no habrá uno que no ~onteste, que no se vea obligado a 'ontCI!tí:J.r: ~! Palacio primero. "Por cada palacio que veo edificándo¡¡e en la. !'a¡:'litill. me parece ver un país entero reduddo a cho¡r,¡¡.~", !:"!:ll'rfhíil J ean-J acques (Contrato social, III, 1 3). ¿En "c.hm,as", kts obreros soviéticos? ¡Ojalá lo hubiera querido Stalin! En tugurios es donde viven encorralados los obreros,
N o sabía nada de todo esto cuando estaba en la U.R.S.S., como tampoco conocía el funcionamiento de las grandes Compañías Concesionarias cuando viajaba por el Congo. Tanto en un caso como en otro, observaba consecuencias deíi!!.!>trQ~as cuyas causas no alcanzaba aún a entender. Sólo tras hab.\"r l!&c:riro mi libro sobre la U.R.S.S., acabé de inf(:)rmfl.rm~.· Ghrf11e~ Trotski. Mercier, Yvon, Víctor Serge. Leg1ryl R!ldolf y muchos más me han facilitado su documentadón. TQdo tw ~~ m~ hiH1 enseñado, y que yo no pasaba de llospt!.9har¡ h<J. vm~do a confirmar, a reforzar mis temofes, Y11 e~ hóril de que el partido comunista de Francia acepte abrir Jos ojo~; ya es hora de gue dejen de mentirte. O. si no, qu~ emt(!nda el pueblo de los trabajadores que está engañado por los comunistas, como éstos lo están hoy por Moscú.
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•:Y. \<\ué caramba\ enúeruio 'tlertectamente \a venta)a
<\~e -sin \\egar 'tlro'tliamente a intento Üe cormpción-
VIII. Dema~iado imprNegnado de escritos marxistas quedé yo despues de tres anos, como para sentirme desplazado en la U.R.S.S. Por otra parte, había leído demasiados relatos de viajes, ~escrip,ci?nes entusiastas, demasiadas apologías. Da: exce~I,vo credito a las alabanzas, esa era mi mayor e~Uivocacion. El caso es que todo aquello que hubiera podido ponerme en guardia se expresaba con tanto despecho ... Antes creo en el amor que en el odio. Pues sí, me most;aba crédulo, :onfiado. Ademá.s, lo que me incomodo_ sobre todo allí, no fue tanto lo imperfecto como las venta¡as que yo_ quería dejar atrás, los privilegios que esperaba ver abolidos, todo lo cual volví a encontrar en seg~i.da. Por_ supuesto, me parecía natural que intentaran recibir a un mv1tado de la mejor manera posible, que en todas partes quisieran enseñarle lo mejor. Ahora bien, mi extrañeza nacía ,al ob~e~va~ tanta distancia entre ese mejor y la suert_e ~o~un, pnvlleg10s tan excesivos comparados con una cotldiamdad tan mediocre y tan mala. Tal vez. sea un defecto de mi mente y de su formación protestante: desconfio d~· la.<; ideas reditici~s y de las opiniones "confortables"; mejor d1cho: de aquellas 1deas gue puedan dar al gue las profesa la esperanza de sacar provecho de ellas.
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\luede re11resentar 'tlara e\ gobierno soviético e\ reservar h mejor parte a \.os artistas 1 escritores, a todos sus corifeos; pero no me cabe duda tampoco en cuanto a la ventaja que puede sacar el escritor de sus propios aplausos al gobierno y a la constitución que le es tan favorable. En el acto, me pongo en guardia. Temo caer en la seducción. Me dan miedo las prerrogativas desmesuradas que se me ofrecen allí. Yo no voy a la U.R.S.S. para volver a toparme con privilegios. Los que me esperaban allí saltan a la vista. ~Y por qué no habría de decirlo? Sabía por los periódicos de Moscú que en unos meses más de 400.000 ej~mplares de mi libro El viaje al Congo, habían sido vendidos. Que caqa cual calcule el tanto por ciento de los derechos de autor .. Y ¡los artículos tan bien pagados! De haber escrito un ditirambo sobre la U.R.S.S. y sobre Stalin, ¡qué fortuna la mía! Estas consideraciones no hubieran impedido mi aprobación; tampoco detendrán mis críticas. He de confesar, sin embargo, que la situación extraordinariamente privilegiada (más que en ningún otro país de Europa) de la que gozan todos los que manejan la pluma, con tal de que escriban en el buen sentido, ha contribuido considerablemente a ponerme en alerta. Entre todos los obr,rros y artesanos de la U.R.S.S., los literatos son con rpucho los más privilegiados. Dos de mis compañeros de viaje (cada uno con la traducción de un libro suyo imprimiéndose) recorrían las tiendas de antigüedades, los vendedores de viejo, sin saber cómo gastarse los miles de rublos de anticipo que acababan de cobrar y que no podían sacar del país. Por mi parte, apenas pude empezar a gastar la enorme cantidad que me tenían reservada, pues allí me ofrecían todo. Realmente, todo: desde el propio viaje hasta los paquetes de cigarrillos. Y a cada vez que sacaba mi cartera para saldar una· cuenta de restaurante o de hotel, para pagar una factura, para comprar sellos o un periódico, me detenía la exquisita sonrisa y el gesto autoritario
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de nuestra guía: "¡Bromea !lSted! Es \lSt~d rn.testro hm~~, ped, así como sus cinco compañ~rps." Desde luego, no tuve ning\Ín motivo de queja mientras duró mi viaje por la U.R.S.S. y nada más absurdo entre todas las explicaciones tendenciosas, inventadas posteriormente para invalidar mis críticas, que aquella que pretendía redudr estas últimas a la expresión de una insatisfacción personaL Jamás hasta la fecha había viajado en condiciones tan fastuosas. En un vagón especial ~11 lo¡¡ ~re, nes y en los mejores automóviles, siempre'la,s mejo.f~~. hª~ hitaciones en los mejores hoteles, la comida más abundante. y más selecta. Y ¡qué recibimiento! ¡Qué cuidados! ¡Qué atenciones! En todas partes aplaudido, adwado, agasajado, festejado. Nada de lo que se me ofr~ciera pllcrecí~ demasiado bueno, demasiado exqu\sito, H:~Jbiera sidd muy poco acertado por mi parte rehusar estO!~ ag;t~a jos;'no podía hacerlo; y consfl'YQ q~ és~os \lrl maravillo!!O recuerdo, una intensa gratitud. Estos mi~m<m favores, empero, evocaban constantemente privilegios y diferencias ahí donde yo pensaba encontrar igualdad. Cuando conseguía a· duras penas eludir los actos oficiales, y trataba con obreros cuyo salario no pasaba de los cuatro o cinco rublos diarios ¿qué querían que pensara del banquete en mi honor, del que no podía eximir mi cia? Un banquete casi diario, en que la ¡¡.pund;tn~Jia entremeses era tal que uno ya quedaba ahíto antes de haber. empezado la comida de verdad; un festín de ~~i!¡ platPlh que duraba más de dos horas y que le dejaba a W:1Q ¡¡,kla~ do. ¡Qué derroche! Al no poder jamás v~r· un
Durante el viaje, no éramos propiamente dicho invitados dd gobierno, sino más bien de la acaudalada Sociedad dé los Autores Soviéticos. Cuando pienso en los gastos que hito para nosotros; dudo de que mis derechos, que les cedo, representen una mina de oro suficiente para com· pensarlos. . .. evidente que contaban con un resultado distitttd de tan generosos anticipos. Y me parece que parte del des• pecho que me hizo notar Pravda, reside ahí: no he resuÍtli" do muy " renta bl e" .
Les aseguro que algo trágico hay en mi aventura s(J· viétka. Había llegado, entusiasta y convencido; pata irar el nuevo mundo, y me ofrecían, con el propósito de sé~ dutirme, todas las prerrogativas que aborrecía en el viejo. -Usted no entiende nada, me dice un éxtdente marxista. El comunismo sólo se opone a la exf51tJtad6tt del hombre por el hombre; ¿cuántas veces habrd qu~ tepetír-
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48. Transcribo esta página de un diario de viaje en el que e~qibí¡t ¡:¡¡g¡¡ qÍ¡¡:
"La cena encargada para lafl od10 e!Tipieza
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horas. A las 9,15 horas aún no han acabado de pasar los entremeses. "(Habíamos ido a báñarnos al Parque de Cultura, H erbart, Dabit, Koltsov y yo; teníamos mucha hambre.) Me pongo a engullir gran cantidad de pequeños pités. Como me estaban esperando en la casa de descanso, le· · vanto la sesión cuando, hacia las 9,30 horas veo que traen cucharas soperas; 'una sopa de verdura con trozos de pollo; nos anunciaban unos cuencos de cangrejos, acompañados de champiñones, a continuación pescado, varios asados y verduras ... Los dejo para ir a acabar mi maleta, y preparar después 'unas líneas' para Pravda sobre la ceremonia del día. Al volver, aún estoy a tiempo para tragar un enorme trozo de helado en molde. Estos festines no sólo me horrorizan: los censuro. (Tendré que· hablar de ello con Koltsov.) N o s{>lo son absurdos, sino inmorales · antisociales."
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menos echado a perder, pero que el dinero lo pudrirá como a los demás. Mire, si no, lo que está ocurriendo en la U.R.S.S.: la nueva burguesía en gestación tiene todos los defectos de la nuestra. Apenas acaba de salir de la miseria, que ya está despreciando a los necesitados. Ávida por conseguir todos los bienes de los que se vio privada tanto tiempo, sabe cómo arreglárselas para adquirirlos y conservarlos. "¿Es .realmente esa gente la que ha hecho la Revolución? No, es la que se aprovecha de ella", escribía yo en mi Regmo de la U.R.S.S. Por muy adscritos que estén al partidÓ, ya no les queda nada de comunista en el corazón.
selo? U na vez alcanzada esa meta, uno podrá ser tan rico como Alexis T olstoi o como un cantante de ópera, mientras su fortuna sea el resultado de su trabajo personal. En el desprecio y el odio de usted por el dinero, por la propiedad, veo una lamentable supervivencia de sus primeras ideas cristianas. -T~l vez. reconozca que éstas nada tienen que ver con el marxtsmo. Desgraciadamente!
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• Y a sé, y no dejan de repetírmelo, que algunos rasgos de carácter, a veces los más encantadores, como esa súbita cordialidad, esa generosidad espontánea que se ganaba inmediatamente mi simpatía, así como los defectos más patentes que ponen en cuestión lo alcanzado, pueden ser imputados al temperamento semioriental de los rusos y no al nuevo régimen; ya sé que me hubiera encontrado con defectos o cualidades casi idénticos en tiempos de los zares. Lo cual me hace pensar que es erróneo esperar de la única transformación de las circunstancias sociales un cambio profundo de la naturaleza humana. Entiéndanme bien: es importante, es bastante ya, que se posibilite es~ cambio con circunstancias transformadas; y es mucho. Pero no serán éstas las que lo motivarán. Pues nada en ello puede ser mecánico y, sin una reforma individual interna, vemos córrto se vudve a formar la sociedad burguesa, cómo el "viejo hombre" vuelve a aparecer y a desarro· llarse nuevamente. Mientras el hombre viva aplastado, mientras lo mantenga postrado la coacción de las iniquidades sociales, es lícito tener grandes expectativas respecto a lo que queda por nacer en él.' Del mismo modo en que se suele esperar maravillas de niños que, más tarde, resultarán ser adultos muy ordinarios. Es común la ilusión de que el pueblo está compuesto de hombres mejores que el resto de la decepcionante humanidad. Me parece que simplemente está
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ria. Aun así, ven muchos otros, incluso hombres hambrientos, que siguen risueños y cuya felicidad, decía, ~stá 49 hecha "de confianza, de ignorancia y de esperanza". Sí todo lo que está a la vista en la U.R.S.S. tiene un aspecto alegre es porque todo lo que no tiene e~e aspecto se vuelve sospechoso; resulta en efecto muy pehgroso estar triste, o cuando menos dejar traspasar su tristeza. Rusta no es lugar para el lamento; allí está Siberia .
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Algo queda sin embargo: el pueblo ruso parece feliz. toy completamente de acuerdo en ello con los testimonios de Vildrac, de Jean Pons, y no pude leer sin cierta nostalgía sus relatos de viaje. También yo lo he dicho: en ningún país como en la U.R.S.S., el pueblo mismo, la gente que uno se encuentra por la calle (al menos los jóvenes), los obreros de las fábricas que uno visita, las multitudes que se amontonan en los lugares de descanso, en los centros de cultura o de recreo, ofrecen semblantes tan ri- • sueños. ¿Cómo conciliar esta apariencia con la espantosa miseria que padece, como ya lo sabemos ahora, la mayoría? Los que han recorrido mucho la U.R.S.S., me aseguran que Vildrac, Pons y yo mismo nos hubiéramos llevado un desengaño si nos hubiéramos apartado de los grandes centros y alejado de los recorridos turísticos. Hablan de regiones enteras cuyo desamparo salta a la vista. Y además ... La miseria en la U.R.S.S. está mal considerada. Se esconde. Pareciera culpable. Como si incitara no a la piedad, a la caridad auxiliadora, sino al desprecio. Los que se ven son aquellos cuyo bienestar se asienta sobre esa mise-
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La U.R.S.S. es lo bastante prolífica como para permitir, sin que se note, importantes bajas en el tropel humano. Tanto más trágico resulta el empobrecimiento cuanto que es insensible. Los que desaparecen, aquellos a quienes se hace desaparecer, son los más valerosos; no son tal vez los que rinden más· desde el punto de vista material, pero sí son lo.s que difieren, los que se distinguen de la masa; y sólo una mediocridad tendente a ir cada vez más bajo le asegura a esa masa su unidad, su uniformidad. Lo que.en la U.R.S.S. se denomina "oposición" es la crítica libre, es la libertad de pensamiento. Stalin no so-
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49. Conviene sin embargo mencionar además una prodigiosa aptitud del pueblo ruso para vivir. "La vitalidad de qn gato", decía de sí Dostoievski, asombrado por haber 'padecido pruebas incomparables, no sin sufrir pero al menos sin quedar disminuido por ellas. Un amor por la vida que acaba triunfando de todo, aunque fuera por indiferencia o apatía, pero más bien, sobre todo, porTiqueza interior, prir diversión, lirismo, por el brotar espontáneo de una alegría inexplicada, inexplicable; en cualquier momento, de cualquier modo, en cualquier parte ... Hubiera podido decir: una aptitud extraordinaria y una. propensión a la felicidad. Pase lo que pase. Y a ello preetsamente ~e debe que Dostoievski siga siendo tan representativo; ljUe a mí me conmueva tan profunda, tan fraternalmente v. a través de Dostoievski, con él, el pueblo ruso en su to~alidad. No creo que haya pueblo que se hubiera prestado con tal magnanimid~d a tan trágica experiencia. 129
porta sino la aprobación; adversarios son, para éL todos ;u.¡udlos que no aplauden. Ocurre más de una vez que él mismo adopte, posteriormente, cierta reforma propuesta; ahora bien, si se apropía de la idea. para que ésta sea bien .suya, empieza por suprimir a aquel que la propone. Es su manera de tener razón. Tanto es así que pronto no quedarán a su alrededor sino los que no podrían llevarlr la contraria por no tener ninguna idea en absoluto: En ello reside lo propio del despotismo: rodearse no de valores sino de servilismos. Sea cual fuera el asunto que lleve ante cualquier tribunal a cualquier trabajador y por justa que resulte ser su causa, j ay del abogado que se alce para defenderlo. sí la dirección quiere condenarlo!
• Deportados, por millones ... los yue no han sabido, no han yuerido doblar la cabeza tal y como se les exigía. N o necesito en absoluto pensar, como lo hacía N. en cierta ocasión,: "¡Diablos! eso bien podría sucederme algún día ... " Esas víctimas, yo las veo, las oigo, las siento alrededor mío. Sus gritos amordazados son los yue me han despertado esta noche; su silencio es lo yue hoy dicta estas líneas mías. Pensando en esos mártires, escribía yo las palabras que han excitado vuestras protestas, y las escribía porque el tácito reconocimiento de esos hombres. si mi libro llegara a sus manos, tiene más importancia para mí que las alabanzas o las imprecaciones de Pra1•da. N a die interviene en su favor. La prensa de derecha se limita a utilizarlos para censurar un régimen que abomina; los que defienden la idea de justicia y de libertad, los guc luchan por Thaelmann, los Barbusse, los Romain Rolland, éstos se han callado, se callan; y alrededor de ellos está la inmensa masa proletaria cegada. Sin embargo, cuando me indigno, me venís a explicar (y en nombre de Marx ¡para colmo!) que ese mal seguro. innegable (no me refiero sólo a las deportaciones, sino a la
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miseria de los obreros, a la insuficiencia o desmesura de los salarios, a los privilegios recobrados, al solapado restablecimiento de las clases, a la desaparición de los Soviets, al progresivo desvanecimiento de todo lo conquistado en 19 17 ), me explicáis sabiamente que este mal es necesario, gue usted, intelectual y ducho en los argumentos (las argucias) de la dialéctica, usted lo acepta como provisional y porque debiera conducir a un bien mayor. Usted, comunista inteligente, acepta conocer ese mal; pero le parece más adecuado esconderlo a aquellos, menos inteligentes gue usted, que tal vez se indignarían de ello ...
• Que se saque partido de mis escritos, no puedo evitarlo: y aunque pudiera, no desearía hacerlo. Ahora bien, escribir lo que sea en vista del partido político que se le pueda sacar, eso no; que lo hagan otros. Y a se lo había advertido a mis nuevos amigos comunistas, en cuanto empezaron nuestras relaciones: jamás seré un recluta tranquilizador, un recluta cómodo. Los "intelectuales" que simpatizan con el comunismo deben ser considerados por el Partido como "elementos inestables" gue pueden ser útiles, pero de los gue conviene desconfiar siempre, leí en alguna parte. i Cuán cierto es! Se lo he dicho y repetido a V aillant-Coutur¡er. en el pasado, pero no quería darse por enterado.
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No hay partido que valga -quiero decir: que me re- 1Uf~~w0 tenga- y que pueda impedir que prefiera la verdad al pro- C&M..I;~ pío Partido. En cuanto interviene la mentira, me encuen1 tro a disgusto; mi papel consiste en denunciarla. Es a la O-e. rv+a. verdad a lo que estoy atado; si el Partido se aparta de ella, yo a un tiempo me aparto del Partido.
dcl VC
Sé perfectamente (me lo habéis repetido bastante) gue, "desde el punto de vista marxista", no existe la Verdad¡ al menos no en lo absoluto, que no hay verdad sino relativa; pero aquí se trata precisamente de una verdad re-
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la ti va; una verdad que vosotros falseáis. Y considero que ante cuestiones tan graves, ya es engañarse a sí mismo el intentar engañar a los demás. Pues, en este caso, aquellos a quienes engañáis son los mismos que los que pretendéis servir: el pueblo. M¡¡_l servicio se le hace volviéndolo c1ego. Es importante ver las cosas tal como .ron y no tal como nos hubiera gustado que fueran: La U.R.S.S. no es lo que esperábamos que sería, lo gue prometía ser, lo que intenta parecer todavía; ha traic cionado todas nuestras esperanzas. Si no aceptamos que éstas vuelvan a derrumbarse, conviene orientarlas hacia otro lado. J Pero no apartaremos de ti nuestras miradas, gloriosa y ¡olorosa Rusia. Si al principio nos servías de ejemplo, ahora ¡desgraciadamente! nbs enseñas en qué arenal puede naufragar una revolución.
Apéndice
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Compañer~s
Han sido suprimidas de este Apéndice al se encuentran ah 1 gunas cartas que ~raen e volumen Littérature ent,af!,ée en la f h ec a correspon,d 1ente.
J. El temor a c-1ue mi testimonio aislado no fuera suficiente me llevó a arreglármelas para que cinco compañeros se sumaran a mí. Me movía asimismo el deseo de que, ellos también se beneficiaran de las facilidades y de los placeres extraordinarios de este viaje. Encantados de antemano, exaltados, dispuestos, tan fervorosos como yo mismo, conquistados por la U .R.S .S. y por la gran promesa del porvenir, adeptos entusiastas al régimen, eran, sin embargo, muy distintos a mí, tanto por la edad -todos mucho más jóvenes que yo- como por su temperamepto, su formación, su medio; muy distintos entre sí también, y aun así, nos llevábamos a las mil maravillas. Y o pensaba, en efecto, que, para ver y oír bien, seis pares de ojos y de oídos no sobrarían, y que permitirían además contrastar reacciones necesariamente diferentes. Estos compañeros, ya los conocen: eran Jef Last, Schiffrin, Eugene Dabit, Pierre Herbat, Louis Guilloux. De estos cinco compañeros, dos llevaban mucho tiempo inscritos en el Partido, del que eran muy abnegados, muy activos. Dos hablaban ruso. Era además para Jef Last su cuarto viaje a la U.R.S.S.; Pi erre H erbart llevaba más de seis meses viviendo en Moscú.
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Dirigía allí la revista de propaganda, que sale en cuatro idiomas a la vez: Literatura internacional; lo cual le había facilitado estar muy al tanto de ciertas intrigas, muy informado. Gozaba además de una perspicacia singular. Es él, sin lugar a duda, quien me ha ayudado mucho a ponerme en alerta; quiero decir: quien ha aclarado muchas cosas gue yo solo probablemen te no hubiera entendido. He aquí un pequeño ejemplo: Al día siguiente de nuestra llegada a Moscú (Pierre H erbart y yo habíamos salido en avión desde París, a donde Herbart había vuelto para pasar tres días y nos habíamos adelantado a los demás compañeros que, en un barco soviético, llegarían diez días más tarde a Leningrado), recibí la visita de Bujarin. Bujarin seguía siendo muy popu\kr. En su última aparición, con motivo de no sé gur asam&lea, el público lo recibió con una ovación entusiasta. Ya entonces, sin embargo, apuntaban solapadamente algunos signos de desgracia; para conseguir hacer pasar en la n·vista un artículo suyo muy notable, Pierre Herhart había topado con grandes resistencias. Era conveniente saber todo eso; yo no me enteré hasta más tarde. Bujarin había venido solo; pero en cuanto entró en el salón partiéular del fastuoso apartamento , puesto a mi disposición en d hotel M etropol, se introdujo un supuesto periodista y, metiéndose en nuestra conversación, hizo que ésta se volviera imposible. Bujarin se levantó casi en el acto y. mientras yo lo acompañaba hasta la antesala, me dijo gue tenía la esperanza de volver a verme. Me lo encontré nuevamente tres días más tarde, en los funerales de Gorki, o mejor dicho: el día anterior. cuando el pueblo, durante horas, pudo desfilar ante el catafalco monumental y recubierto de flores, sobre el gue descansaba, aún sin incinerar, el cuerpo de Gorki. En una sala contigua, mucho más pequeña, estaban presentes varios "responsables", entre los cuales Dimítrov: yo no lo conocía todavía y fui a saludarle. A su lado,· estaba Bujarín: esperó a que me apartara de Dimítrov, me tomó por d brazo y se inclinó hacia mí: -¿Podría encontrarme con usted dentro de una hora,
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en el Metropol? Quisiera hablarle. Pierre Herbart, que me acompañaba , lo oyó y me dijo entonces en voz baja: -Apuesto a que no lo conseguirá. Y en efecto, al ver a Bujarin acercárseme, Koltsov lo tomó inmediatamente aparte. No sé lo que llegaría a decirle, pero durante todo el tiempo que duró mi estancia en Moscú no volví a ver a Bujarin. Sin esa pequeña advertencia, no me hubiera percatado de nada. Hubiera pensado que era indiferencia, negligencia; que Bujarin, después de todo, no tenía tantas ganas de verme, pero jamás se me hubiera ocurrido que no
babia podido.
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Desde Leningrado, en donde Pierre Herbart y yo. fuimos a acoger a Guilloux, Schiffrin, Last y Dabit a su bajada del barco, habíamos vuelto a Moscú, en nuestro vagón especial. Unos días más tarde, el mismo vagón nos conducía a Ordzhonikid ze; luego, cruzando el Cáucaso, tres cómodos coches nos dejaron al día siguiente en Tbilisi. Llegábamos a la capital de Georgia con un día de retraso sobre el itinerario previsto; con lo cual los poetas georgianos que habían venido muy amablemente a mtestro encuentro en la montaña, en la frontera de su país, se l¡uedaron veinticuatro horas esperándonos. Aprovecho la ocasión para decir aquí cuán conmovido me siento aún ¡1or la amabilidad de su acogida, por su exquisita cortesía, por las constantes atenciones de su simpatía. Si por algún milagro les llega este líhro, han de saber que, pese a todo · lo gue les havan podido decir, mi reconocimiento hacia dios sigue siendo profundo.
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11. Thilisi, que nos había decepcionado mucho al principio, nos seducía cada día más. Alargamos dos semanas nuestra estancia en esa ciudad. De allí nos fuimos para un rrcorrido de cuatro días por Kajetia. Aunque irable y de lo más interesante bajo cualquier concepto, resultó lo bastante duro como para que Schíffrin y Guilloux, poco acostumbrados a los cansancios de los viajes, declarasen a la vuelta que estaban saciados de visiones y de emociones diversas y que deseaban volver a Francia. N os separamos con pesar, ya que su compaiiía era muy agradable, pero nos alegramos después de <-¡ue no tuvieran que soportar unas fatigas que d calor creciente aumentaba. N o obstante, esta segunda parte de nuestro viaje fue con mucho la más aleccionadora. Más libres que hasta entonces, menos rodeados, pudimos entrar en o más directo con el pueblo; y sólo a partir de Tbilisi empezaron realmente a abrirse nuestros ojos. Hada veinte at1os, decían unos, hacía cincuenta, decían otros, que no había habido una temperatura tan alta. Lo cual no nos deprimía, por otra parte, y nada nos dejaba prever la repentina dolencia que se iba a llevar a
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Dabit tres semanas más tarde. Quiero protestar, y expresar mi indignación, contra ciertas insinuaciones referentes a su enfermedad. Error de diagnóstico, decían las menos malévolas. Es posible que, en la U.R.S.S., llamen escarlatína y hagan entrar bajo ese nombre una serie de. infecciones análogas debidas a estreptococos distintos. Dabit n? tuvo las crisis de vómitos que, por lo que tengo entendido, caracterizan el principio de la verdadera escarlatina. Cierto tiempo después de mi regreso a París, tuve la oportunidad de ver, en una revista médica. una tabla estadística de las enfermedades y me asombró la enorme proporción de "escarlatinas" en la U.R.S.S., tanto en reláción con los demás países como en relación a las demás enfermedades en la misma U.R.S.S.; lo cual me hace suponer que en la U.R.S.S. este término es más elástico y más englobante que aquí. Dicho esto {lo cual no implica un error de diagnóstico -éste puede darse igualmente en París, hecho del que tuve dos ejemplos lamentables con CharlesLouis Philippe y Jacques Riviere, ambos atendidos al principio como por una simple gripe en la t¡ue sólo m~s tarde se reconoció el tifus), afirmo sin embargo que Dab1t ftH' atendido con los cuidados más asiduos. más constant<.·s. por tres de los mejores doctores de Sehastópol y por la camarada Bola. lJUl' en esta ocasión también demostró una dedicaci
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su trabajo. Ese trabajo era casi el único centro de sus pensamientos durante los últimos días, esa novela de la que me había hablado mucho y que se proponía retomar, escribir de nuevo por completo, ahora que tenía más claro lo que quería que fuese; y creo que hubiera conservado
más a menudo aún y más íntimamente que conmigo. Este hecho los ha llevado a protestar ante la acusación que el señor Pierre Scize lanzó contra mí (y que, más tarde, retomó Friedman con tono de gran cortesía), según la cual me he servido abusivamente del nombre de Dabit al dedicarle mi libro "reflejo de lo que he vivido y pensado a su lado, con él". Extracto de un artículo de P. Herbart: "Quisiaa hacer partícipe a Friedman -para responder a una nota suya. referente a la dedicatoria a Eugene· Dabit de Re!!,reso de la U.R.S.S.- de una conversación que sostuve con éste en Sebastópol unos días antes de su muerte. "Le preocupaba mucho que Gide, de regreso a Francia, expusiera los temores que tantas veces habían compartido durante el viaje: 'El sabrá hacerse escuchar, decía. Comprenderán que es un amigo el que habla''. "Independientemente de las ideas que uno puede tener sobre ese tipo de dedicatorias, me parece fuera de lugar que nadie le niegue a Gide la posibilidad de sentirse en ·su derecho e incluso en su deber al asociar el nombre de nuestro amigo a sus reflexiones sobre la U.R.S.S." (Vwdredi 29 de enero de 1937.) Y la siguiente carta de JefLast: M 1 querido hiedman. M e asombra leer en su artículo la siguiente nota: "Sin embargo, Dabit, más que Gide, ¿no hubiera criticado, completado esas impresiones (pensaba en alar_gar q¡ estancia en la U.R.S.S. y hablaba de volver)? ¿No
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poca cosa de las cien páginas que ya había escrito antes de su salida. -Volveré a trabajar en ella, en cuanto vuelva, -nos repetía. Esta Íntima llamada lo apremiaba tanto que hablaba de volver solo, enseguida, si íbamos a demorarnos, como pensábamos entonces, en Odesa y luego en Kiev, en el camino de regreso. Dabit, al igual que yo, que todos nosotros, se había mostrado muy afectado por muchas cosas, a pesar de todos los motivos de entusiasmo, pues tenía la esperanza, como nosotros, de encontrar en la U.R.S.S. únicamente esos últimos. Salido del pueblo y profundamente compro-
hubiera advertido él, mejor que Gide, el deslizamiento más allá de su valor psicológico? ¿Hubiera aceptado Dabit dar a esas impresiones (cuya insuficiencia me hizo notar él mismo, cuando nos encontramos en el mar N egro) esa enorme resonancia política, y en semejante momento? "Estas preguntas pueden ser planteadas, y basta con que puedan serlo para que yo no tenga derecho de acallarlas". Esto no me parece muy exacto. Ya en Tbilisi, Dabit empezaba a desinteresarse del viaje de un modo bastante desconcertante. Mantuve varias conversaciones con él, pero jamás expresó el deseo de quedarse más tiempo en la Unión Soviética o de volver allá. Al contrario, se oponía obstinadamente a nuestro plan de prolongar el viaje para visitar Kiev,. Quería volver inmediatamente a Moscú y de ahí, por avión, a París. Dabit expresaba repetidas veces su deseo de ir a trabajar tranquilamente a un pueblecito español para acabar su obra sobre el Greco. Muchas cosas le disgustaban en la U.R.S.S., cosas que observábamos todos con pesar, pero ante las cuales teníamos reacciones muy distintas. Dabit hablaba frecuentemente de ello con Gide y, al no tener él mismo un espíritu combativo, contaba con .Gide pa~a hablar. Me atrevo a decir que el libro escrito por G1de es realmente el que Dabit esperaba y exigía de él. Jef Last 141
metido, en su corazón y espíritu, con la causa proletaria, tenía además un temperamento muy poco combativo, mucho más afín a Sancho Panza que a Don Quijote; se había forjado una sabiduría análoga a la de Montaigne y afirm;:ba gue preciaba la vida mucho más que cualquier ideaL y que ningún ideal valía la pena que se le sacrificara la vida. Se mostraba muy angustiado por los acontecimientos de España y su inquietud se denotaba incluso en el hecho de no soportar que alguien pudiera por un momento poner en duda el triunfo de los republicanos. En cuanto a ese triunfo no se limitaba a desearlo y a creer en él: necesitaba constantemente estar seguro de ello. Desaprobaba, sin embargo, violentamente a J ef Last cuando éste hablaha de ir a España, de enrolarse (tal como hizo poco después) en las filas de los milicianos. U na noche, en Sebastópol, la víspera del último día gue íbamos a pasar juntos, lo vi salirse de sus casillas, él tan tranguilo en general; Jef Last acababa de declarar que prefería ver morir a sus hijos antes gue caer bajo una dominación fascista. "Es monstruoso lo gue estás diciendo", vociferaba entonces Dabít (era la primera vez que le oía adoptar ese tono de voz) dando puñetazos sobre la mesa en la t]Ue acabábamos de cenar los tres. "¡Monstruoso~ N o tienes derecho de sacrificar la vida de los demás por una idea; ni ~i~uiera .el derecho de ~~crificar la tuya propia. La vida es mas valmsa gue todo. Dijo muchas cosas más, aniinado de repente por una elocuencia extraordinaria. Jef también,. por cierto: yo me limitaba a escucharlos, aprobando alternativamente a uno u otro según hablaban; o mejor dicho aunque iraba más a Jef y la pasión c¡ue le animaba, era a Dabit a guíen aprobaba sobre todo, con su buen sentido sublevado. Más gue nada, pensaba gue era conveniente que la humanidad encerrara uná y otra cosa, que una temperara la otra. Pero intervine de repente cuando J ef, contestando a Dabít, habló de "cobardía"; dije que esa palabra no debía tener lugar entre nosotros y que, si se solía necesitar mucha valentía para ir a luchar, no se necesitaba menos a veces para declarar que uno no lucharía. 142
Al escribir estas palabras, pienso repentinamente en Giono y en su Refus d' obéiJsance. Dabit quería mucho a Giono y, en ciertos aspectos, se le parecía. Ambos tienen, tenían, en alto grado, el gusto y el "sentido de la sopa" (únicamente los que lo comparten sabrán lo que cabe entender con esta expresión).¡¡ habíamos hablado a menudo de Giono en Georgia, pues pensábamos c¡ue este país salvaje y exuberante estaba hecho para gustarle extraordinariamente; también pensábamos que hubiera sufrido mucho, a veces, ahí donde se iba perdiendo el "sentido de la sopa " . No se trata tanto de que Dabit se desinteresara del viaje; ocurre que participaba menos o se entregaba menos c¡ue nosotros; se iba en~errando cada ve:z más en sí mismo, se dedicaba a leer, o a escribir, o a vagar. 52 Estaba leyendo entonces Las almaJ muertas, en la traducción de Mongault, que yo había traído, y a veces me hacía irar algún pasaje. Me enseñó en particular unas líneas de Cuatro cartas de Gógol, que abren el segundo volumen de su Poema y que cito en mi Regreso de La U. R. S.S.; me hizo leer también unas líneas que le hacen dudar a uno de si realmente, como se ha dicho tanto, nada o casi nada había sido hecho para el pueblo en tiempos de los zares; nada en todo caso de lo que se pudieran jactar. ,,!
) l. "Mienten. Mienten todos'', nos decía f1i. en Tiflis al hablar de los dirigentes soviéticos. Sólo estábamos H erbart y yo para oírlo. "Han perdido por completo el n con la verdadera realidad. Son todos unos teóricos, están perdidos en las abstracciones." La emoci<'>n hacía temblar su voz. Y finalmente esta frase, que al principio vo no había advertido bien, y gue me rt>cordó H erbart m;Í~ tarde pues la encontraba irable (en efecto lo era) y la citaba a menudo: "Han perdido el sentido de la ~opa.
12. ";Qué deseo en mí de soledad y de -;ilencio~" escribía en su diario Íntimo pocos días antes de su muerte.
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"Han pasado casi ciento cincuenta años desde que el emperador Pedro I nos ha abierto los ojos, al iniciarnos a la cultura europea, y puesto en nuestras manos todos lo~ medios de acción ... " Desde entonces "el Gobierno no ha dejado de actuar: de ello son testigo volúmenes enteros de reglamentos, decretos, ordenanzas; la multitud de edificios construidos, de libros editados, de fundaciones de todo tipo, l"SCo~ares,. de caridad, filantrópicas, sin contar aquella.r que
Apuntes de viaje
no ~~enen tgual entre las institucione.r de lo.r gobierno.r extranjeros Si engaño hay, vemos que no es sólo cosa de ahora.
Koltsov, siempre tan afable, se muestra propenso a confidencias. Sé perfectamente que no me dirá nada que no crea oportuno decirme, pero lo hace de tal forma que yo me sienta halagado por su confianza. Con el tono de: a usted no tengo nada que ocultarl(';', se pone a hablar: -Jamás podría imaginar cuán sorprendentes son los nuevos problem(l.S .que nos van surgiendo a cada paso: y para los que tenemos que inventar soluciones nuevas. Figúrese que ahora los mejores obreros, los estajanovistas, desertan masivamente las fábricas. ~,:Qué explicación tiene para ello? Oh: es muy sencillo. Reciben salarios enormes que, aunque yuisieran, no llegarían a gastar puesto que hasta ahora, en el mercado, hay muy pocas cosas que comprar. Para nosotros, incluso, es un tema de preocupación muy grave. Entonces, ahorran; y cuando tienen unos miles de rublos de reserva, se van en pandilla a darse la buena vida en nuestra Riviera. Y no podemos hacer nada para detenerlos. Como son los mejores obreros, saben que siempre se les volverá a itir. Vuelven al cabo de uno, de dos meses ... bueno, cuando sus recursos se han agotado. No hay más remedio que reitirlos: no podemos prescindir de ellos. -Debe ser muy molesto. ¿Son muchos?
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-Miles. Tenga rn cuenta sin embargo que cada obrero tiene derecho a vacaciones pagadas. Estas vacaciones son otorgadas a su debido tiempo, y no todas a la vez, por supuesto, para no perjudicar el trabajo de las fábricas. Pero _en este caso es muy distinto. Son ellos los que pagan, y las vacaciones que se toman así, las hacen como les da la gana, cuando quieren y todos a la vez. Se sonríe. Me resisto a decirle, pero no a pensarlo: si el mal fuera serio no hablaría así. Pero lo hace para valorizar, acto seguido, una nueva ingeniosidad de Stalin. Resulta que se le ha ocurrido volver a poner de moda la coquetería femenina y la afición por los trapos. l l -¡Adelante, camaradas, cuiden a sus seí1oras! ¡Liénenias de flores! Gasten su dinero en ellas. Últimamente, un sinfín de tiendas nuevas han abierto, y no ha sido mi menor asombro en la U.R.S.S. ver tal cantidad de "manicuras" y encontrarme por todos lados (sobre todo, en Crimea, por supuesto) con mujeres pintadas, de rojas uñas.
• -¿Cuánto recibe al mes? -pregunta la camarada H. a la empleada de la oficina de "cuidados estéticos" del hotel X. -Ciento cincuenta rublos. -¿Incluido el aloja'miento? , -No; ni la comida tampoco. Hay que contar unos veinte rublos al menos para la habitación. -Con lo cual, sólo le guedan unos cientQ treinta. ¿Y 53. En su número del 31 de diciembre de 19 36, Pratda publica cartas de koljosianas referentes a cuestiones de vestimenta. Podemos leer: "Podemos también vestirnos con elegancia porque tenemos gusto y seguimos la moda. "A mí ya no me gustan las faldas acampanadas y las blusas anchas. Pero las llevamos a falta de modelos nuevos. Tenemos dinero."
para la comida? -¡Oh! no puedo salir adelante con menos de doscientos rublos. -Y entonces, ¿cómo hace? Con una sonrisa triste: Bueno! ... una se arregla.
• Jef, en Sebastópol, ha trabado amistad con un estudiante que no tiene nada de particular, pero que le interesa precisamente por eso, porque es igual a tantos más. Jef, a través de él, puede informarse, y nos informa a su vez. N., es un ferviente irador del régimen. Está lleno de confianza y de expectativas. En tanto que estudiante de primer año, cobra sesenta rublos al mes. Le alegra pensar que el año próximo cobrará setenta; y ochenta el tercer año. Podría vivir en una casa de estudiantes en donde las comidas cuestan de uno a dos rublos; pero no quiere dejar a su madre, ya mayor, cocinera no cualificada que gana noventa rublos por mes. Ambos viven en la misma habitación por la que pagan diez rublos al mes, y se alimentan casi exclusivamente de pan negro; aun así no comen cuanto quisieran {cuatrocientos gramos al día). Pero, dice N., es un "alimento completo"; y no tiene una pala) bra de t]ueja. Con gusto llevaría a una compañera a esa pabitación en la que ya viven dos. Su madre le induce a ello y quisiera verlo casado. Sin embargo, la nueva ley sobre el aborto lo tiene aterrorizado. -Piense un poco, ¡nos resulta ya tan difícil vivir! Si encima tuviéramos que alimentar a un niño ... ¡oh! ya sé lo gue me va a decir. Pero resulta que los preservativos no se encuentran o son de tan mala calidad que uno no se puede fiar. En cuanto a las precauciones, tal y como estamos instalados, no es fácil tomarlas. A continuación, su optimismo renace y conduye alegre que, con lo mal alimentado que está, más vale la abstinenCia.
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Por lo que dice cierto médico de allí, la U.R.S.S. es el país en donde más generalizado está el onanismo.
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• Hay nuevas construcciones en estudio. N., el an.¡u1~ tccto, nos somete los planos de viviendas. -¿Qué es este espacio? -La habitación de la criada. -¿La criada? ... Pero si sabe usted muy bien que ya
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no las hay.
. · Y puesto que, en teoría, ya no hay criada, es una excdente razón para hacerla dormir en el pasillo, o en la cocina,f o ~n cualq_~ier p~rte. . . ., ¡¡Que confes1on sena, prever una habnac1on para ella~ En la U.R.S.S., si los criados siguen existiendo pese a todo, peor para ellos: . En Moscú, las que vienen a ofrecer sus servicios por cmcuenta rublos al mes son casi todas pobres chicas. que han huido de su pueblo con la esperanza de ericontrar trabajo en la ciudad, en una fábrica o en otra parte. Mientras tanto, sirven en casas; una manera como otra de hacer cola. La criada de los vecinos de rellano de mis amigos H. está embarazada. Los vecinos la han aceptado por razones de caridad. Duerme en un escondrijo en donde no puede estirarse. En cuanto a la comida ... -Por favor, señora, no tire sus sobras. Ella las recogía en la basura.
• ¡Desde luego! no sostengo que cada uno aprueba en su fuero interno juicios oficiales, este moldeamiento del espíritu. Algunos nombres, el de Es.enin en particular, no se pronuncian más que en voz baja; pero se pronuncian pese a todo. Más bien tendría que decir: se los cita todavía, pero en voz baja. Coriozco muy malla poesía de Es en in; sin embargo una pequeña aventura que ahora
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contaré me ha despertado mucho interés por leerla. Ese~ nin se suicidó, al igual que Maiakovski. Historia sentimental. dicen. Tal vez. Nada nos impide imaginar alguna r;m)n de suicidio más profunda . Así pues, cierta noche, en Sochi, tras una excelente cena. nos sentíamos propensos a las confidencias. Los vinos v el vodka aportaban su ayuda. X. en particular había bebido como una esponja, y se ponía lírico. i'J11estra guía deja traspasar cierta preocupación. X. iba a hablar dema<>iado ... Acababa de anunciar ¡que quería recitamos unos versos de Esenin! La guía enseguida se interponía. -Está usted completamente borracho. Ya no sabe lo que dice. Cállese ... Entonces X., muy consciente y dueño de sí a pesar de la ebriedad, enr;mdecía provisionalmente; a continuaá)n ;;e hacía valer de esa ebriedad para pedirle a la guía que fuera a buscarle un paquete de cigarrillos. Y en cuanto la guía se había alejado, X. se ponía a recitar un poema extraordinario que pasa de boca en boca desde que la lmpríl'ldltir le había sido denegada. Ese poema. Esenin lo había escrito para contestar a un artículo blasfematorio. -Cuando te alzas contra los popes, decía en sustancia E"enin, dirigiéndose al autor del artículo, te aprobamos. Estamos contigo cuando te burlas del cielo y del infierno. de la Virgen María y de Dios Padre. Mas ~uando hablas de Cristo, ten cuidado. Jamás olvides que El. que dio su vida por los hombres, no estaba con los grandes de la tietTa. <;Íno con los desheredados y los humildes. y aquél a lJUÍen llamaban Hijo de Dios consideraba mayor gloria ser llamado "Hijo del hombre". N o era sólo la ebriedad lo que hacía temblar la voz de X. cuando recitaba esos versos, y. dichos éstos. lo que llenaba su rostro de lágrimas. Banalidades. eso era lo único c¡ue habíamos dicho a lo largo de la velada ... Pero hay algo más; al escribir estas líneas, tengo sin embargo la sensación de que perjudico a X. tanto como a nosotros mismos. X. había ido exaltándonos; nos habfamos quedado maravillados ante. el relato de sus prodigiosas aventuras en China, de sus sucesivos cautiverios, de sus evasio-
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nes. No hubiera podido decirse que era guapo; sin embargo, algo así corno una genialidad salvaje daba vida a sus rasgos; su voz sorda y cálida~ la vez, cuando nos recitaba esos versos, había adquirido una dulzura extraordinaria, que contrastaba singularmente con el cinismo y la rudeza de sus anteriores palabras. Parecía que dejara descubrir en él zonas de secreta ternura, toda una región sin explorar que de repente me aparecía como la más real, mientras que todo lo demás, cinismo y rudeza, se reducía ya, a mi modo de ver, a un velo artificial destinado a proteger lo mejor que había en él. Esa visión indiscreta sólo duró un instante. La guía se reunió con nosotros y la conversación volvió a tomar el rumbo anterior, ruidosa y vana. 14
• Me contó mi amiga, la camarada H., que sólo al cabo de siete horas de estar a solas, en un vagón duro~ se decidió a hablarle un joven ruso que, desde el principio del viaje, había despertado su interés y simpatía. "No debía tener mucho más de treinta años, pero ya se le notaba profundamente 'desgastado por la vida. ¡Cuántas atenciones tuve que desplegar para conseguir que me diera respuestas algo más que evasivas a las preguntas que le hacía! Me cuidé mucho sobre todo de decirle que sólo era una extranjera, que no tenía nada que temer de mí, que no iría a contarle a n<1-die sus palabras ... Le acompañaba su mujer y un hijo de tres años. Me enteré de que había dejado otros dos niños en X. tanto para ecónomizar como por la incertidumbre ante lo que fuera a encontrar en Moscú. 54. He pedido a algunos amigos que leen ruso que me busquen esos versos de Bsenin que, probablemente, yo cito de modo muy aproximado. No han podido encontrarlos¡'lo cual me hace pensar que tal vez han sido suprimí dos en las últimas ediciones oficiales. Se podría verificar. Me dicen, además que circula una gran cantidad de poemas apócrifos, atribuidos a Esenin.
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"Esa mujer debió ser guapa, pero parecía reponerse de una enfermedad. Con gran asombro mfo, le había visto, varias veces, dar el pecho a ese niño al que, sin embargo, se le debía haber destetado hace tiempo. El seno colgaba como un pellejo vacío e ignoro qué es lo que el niño podía sacar de ahí; no obstante durante todo el largo trayecto no recibió otra comida. Sus padres parecían ambos más hambrientos que él. Cuando el hombre, por fin, se puso a hablar, la mujer dejó traspasar una preocupación indecible. Miró a un lado y otro por si algún vecino podía oír. Pero no había en nuestro compartimiento más que un viejo borracho dormido y una campesina estúpida. Y a modo de excusa: · "-Siempre habla demasiado -me dijo-; es lo que nos ha perdido siempre. "Él me contaba su vida: todo había ido bien hasta el asesinato de Kirov. Después, no sabía qué denuncia había dado lugar a que sospecharan de él. Puesto que era muy buen obrero y que no tenían nada que reprocharle, no le habían despedido enseguida de la fábrica en la que trabajaba. Pero había visto cómo poco a poco sus camaradas. sus amigos, se apartaban de él. Cada uno temía comprometerse al hablarle. Por fin el directar de la fábrica le hizo llamar y, sin exactamente despedirlo, pues no tenía motivo alguno para hacerlo, le aconsejó que se fuera a buscar trabajo a otra parte. A partir de ese día, había,\ vagado de fábrica en fábrica, de ciudad en ciudad, cada vp más sospechoso, más acorralado, topándose por doquier con la desconfianza, con puertas cerradas, rechazado, falto de cualquier tipo de apoyo, de cualquier socorro; sin conseguir nada tampoco para sus hijos, y reducido a una miseria atroz. "-Hace más de un año que dura esto -dice la mujer-; no podemos más. Desde hace más de un año, sea donde sea, no nos toleran más de quince días. "-Y aún -prosiguió el hombre-, si pudiera entender de qué se me acusa. Alguien debió hablar en contra de mí. N o sé quie~. N o sé qué es lo que pudo decir. Sólo sé una cosa, que no hay nada que reprocharme.
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"Me explicó entonces que había tomado la resolución de ir a Moscú a informarse, a disculparse si fuera posible, o a consumar su perdición protestando contra una sospecha sin fundamento".
• Existen paquetes de cigarrillos a ochenta kopeks, e incluso a sesenta; son los denominados "proletarios", y son horrendos. Los ''papirós" que fumamos nosotros, los únicos que conocen los extranjeros (a algunos los llaman "intlrrist"), cuestan cinco o seis rublos la caja de veinte. Algunos cuestan más. · Al no saber dónde encontrar una tabacalera (en Gori donde n,~s paramos unas horas), Pierre H erbart pide al obrero cbn tl que está charlando a orillas del río que vaya a comprarle un paquete de esos papirós. -,.:De cuánto? -De cinco rublos. El obrero, con excelente humor, se río diciendo: -El sueldo de un día.
• La señora X. va a dar una vuelta por el campo en los alrededores de Moscú en compafiía de un "responsahle" aparenta (es el nombre que dan allí alos dirigentes). una gran familiaridad con todos los obreros con los que se encuentra: "Me gusta que tengan el sentimiento de (¡ue nuestra relación es de igual a igual. Les hablo como a camaradas, c'omo a hermanos; y ellos nunca tienen miedo de hablarme." Nos encontramos con un peón; y. como para dar prueba de lo que acaba de decir, el responsahle pregunt;t .d obrero:
-Bueno. amig:); ¿(JUé tal? ¿Está contento? Entonces, el otro: -¿Me permitiría usted, camarada, que le haga un;¡ pregunta?
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-Pues por supuesto, am1go mío. Estoy aquí para contestarle. que conoce las cosas, usted sin duda podrá . informarme. ¿Cuándo llegará el día en que trabajaremos según nuestras fuerzas y comeremos lo suficiente? -¿Y qué contestó el responsable?, pregunté yo entonces a la señora X. -Le dio una clase de doctrina.
Hacia Batumi en coche. Mis compañeros iran, a cada lado de la carretera, las nuevas plantaciones de árboles que, dentro de unos años, extenderán su sombra. ,~Pa ra qué hacerlrs no.tar que no hay ni uno de todos ~~os árboles que no esté muerto? Los plantarían a destiempo probablemente quiero decir: en una estación que no podía favorecer su replante; para obedecer, supongo, a una orden de las altas esferas que había que acatar sin rechistar. La naturaleza es la que ha de doblegarse, trátese de árboles o de hombres .
Hay aquí, en Sujumi, una cría importante de monos para los injertos Voronov y diversos experimentos. Me gustaría saber de dónde provienen esos animales; pero aquí las informaciones son tan abundantes y contradictorias como en las colonias. La mayoría de los presentes se recrea en la vaguedad y la redundancia, en particular la simpática camarada que nos sirve de intérprete y de guía. Nada, por cierto, es embarazoso para ella y tiene respuesta para todo; tanto más perentoria era la respuesta cuanto mayor su ignorancia; pero ella ignora sin saberlo y mejor que nunca me hace entender lo siguiente: que la _ignorancia que se ignora induce a las grandes afirmaciones. La cabeza de esa clase de gente.está repleta de aproximaciones, de datos falsos, de símiles ...
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-;Podemos saber de qué país vienen los monos que
. Pero cómo el Partido puede tolerar eso? ¿Cómo Stalin... ? -No sea tan ingenuo. Los hombres a los que teme Stalin son los puros, los flacos.
se cría·n aquí?
-Por supuesto. Nada fáciL (Pregunta a su vez a la persona que nos acompaña.) -La mayoría de los monos han nacido aquí mismo. Sí, casi todos han nacido aquí. -Pero si no había monos en todo el país, teníamos entendido. Por consiguiente, al principio habrán tenido que hacerlos venir. -Naturalmente. -,;Entonces, de dónde les han hecho venir? Y -sin siquiera recurrir a la otra persona, contesta con una seguridad fulgurante: -Un poco de todas partes. Nuestra encantadora guía demuestra una amabilidad y dedicación perfectas. Pero hay algo que se hace un tan-
to pesado: las informaciones que nos proporciona no alcanzan la precisión sino a travts del error.
• De regresa a Parf¡ -¿Dónde diablos habrá visto usted que esos grandes dirigentes son tan privilegiados?, me pregunta el bueno de C. que vuelve de ahí completam'ente deslumbrado. He tratado mucho a K. que es tan amable y .tan sencillo; me hizo visitar su piso que no he encontrado ni lujoso, ni ostentoso; su esposa, a quien me presentó, es encantadora y tan sencilla como éL. -¿Cuál de ellas? -¿Cómo: cuál? Su esposa, ... -¡Ah, sí! la legítima ... Usted no sabe que tiene tres. Y dos pisos más, sin contar las facilidades de veraneo. Y tres coches de los que sólo ha visto el más modesto, el que sirve para la vida de cada día ... -¡N o puede ser! -No sólo puede: es.
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Esta edición de REGRESO DE LA U.R.S.S. seguido de REGRESO DE LA U.R.S.S., MI A RETPQUES coi(npuesta en tipos Garamond de 12 puntos por Ormograf, se terminó de imprimir el 20 de noviembre de 1982 en los talleres de EMEGE, Industrias Gráficas, Londres 98, Barcelona 36