7. Una merienda de locos (…) — ¿Has encontrado ya la solución a la adivinanza? —No, me doy por vencida —replicó Alicia—. ¿Cuál es la respuesta? —No tengo ni la menor idea —dijo el Sombrero. —Ni yo —intervino la Liebre. Alicia suspiró malhumorada. —Creo que podrían ustedes matar el tiempo con algo más útil que malgastarlo con adivinanzas que no tienen solución. — ¡Ay! ¡Si conocieras al Tiempo tan bien como yo —exclamó el Sombrerero—, no hablarías de malgastarlo y mucho menos de matarlo! Se trata de un tipo de mucho cuidado y no de una cosa cualquiera. —Me parece que sigo sin comprenderle —dijo Alicia. — ¡Naturalmente que no me comprendes! —dijo el Sombrerero elevando orgullosamente la nariz—. Seguramente no has hablado nunca con el tiempo. —Quizá no —contestó Alicia con cautela—. Pero sé —añadió esperanzada— que en las lecciones de música marco el tiempo a palmadas. — ¡Ah, ah! ¡Eso lo explica todo! —afirmó el Sombrero—. El tiempo no tolera que le den palmadas. Si en cambio, te llevaras bien con él, haría lo que quisieras con tu reloj. Por ejemplo, supongamos que fueran las nueve de la mañana, la hora que comienza la escuela. Pues bien, bastaría con que murmuraras tus deseos al oído del Tiempo, para que éste se encargara de que las agujas del reloj corrieran veloces y en un abrir y cerrar de ojos serían la una y media, ¡la hora de la comida! (“¡Cuánto me gustaría que fuera ahora!”, susurró para sí la Liebre de Marzo.) — ¡Eso sí que sería bonito! —exclamó Alicia, midiendo las ventajas que podría ofrecer el tiempo—. Lo malo es que entonces no tendría apetito, ¿no le parece? —Quizá lo tendrías más tarde —reconoció el Sombrero—, pero como también podrías conseguir que siguiera siendo la una y media indefinidamente, acabarías teniéndolo. — ¿Así se las arregla usted con el Tiempo? —preguntó Alicia. El Sombrero negó con la cabeza muy apesadumbrado: —Desgraciadamente, no —contestó—. Nos peleamos el pasado marzo. Justo antes que ésa se volviera loca —dijo, señalando con la cucharilla a la Liebre de Marzo—. Durante el gran concierto que ofrecimos en Marzo—, en el que me tocó cantar: Brilla, brilla, ratita alada, ¿en qué estás tan atareada? Conoces esa canción ¿no? —Parece que me suena a algo —dijo Alicia (…)